La policía venía de sufrir dos derrotas terribles, los resultados en los casos del Urológico San Román, ocurrido el 23 de junio de 1995, y la Tragedia de Terrazas del Ávila, que se inició el 15 de abril de 1997, habían volcado la opinión pública en contra de la actuación policial, el manejo de situaciones de rehenes dejaba mucho que desear, no se parecía en nada a lo que la gente estaba acostumbrada por las series de televisión.
Los resultados negativos de esas operaciones llevaron a la reorganización de los equipos de acciones especiales, los funcionarios recibieron entrenamiento especializado, se adecuaron las actuaciones a los protocolos internacionales y se establecieron claras líneas de mando para evitar nuevas confusiones y exceso de protagonismo por parte de directivos de los organismos policiales.
La policía esperaba demostrar lo aprendido.
Un sábado violento
El sábado 15 de abril de 1998 llegaría esa oportunidad. La mañana de ese caluroso día, en la población de Cúa, Héctor Duarte Bahamonde, de 18 años de edad, intento robar una panadería, según reportes policiales de la época estaba drogado y el dinero sería usado para comprar más drogas.
Pero sus planes se salieron de control cuando funcionarios de la policía municipal de Urdaneta llegaron al lugar. Luego de un tiroteo en el que Duarte resultó herido en un brazo, el antisocial logró evadir a los funcionarios policiales.
En su huida se introdujo en un edificio y entró a un apartamento donde se encontraba una familia y los tomó como rehenes. Luego disparó a dos de sus cautivos, uno de ellos un niño de 9 años.
Duarte quería irse a Caracas y salió a la calle con una pistola apuntando a la cabeza de su rehén, la señora Nancy López. Su plan era conseguir un carro y huir. Pero fue rodeado por funcionarios policiales y comenzarían las últimas siete horas en la vida de Héctor.
El protocolo se cumplió, la policía local se comunicó con el organismo encargado de atender ese tipo de situaciones, la Brigada de Acciones Especiales (BAE) de la antigua PTJ, al mando de Iván Simonovis, organismo que llegó al lugar. También llegaron los medios de comunicación.
Las negociaciones se iniciaron y Duarte pudo hablar con su mamá. Por todos los medios los funcionarios intentaron hacer que Duarte depusiera las armas y se entregara, pero el tiempo pasó sin lograr que Duarte se entregara.
Cada vez la situación se ponía más tensa y el secuestrador insistía en que le dieran un carro para huir junto a la rehén.
A media tarde, cuando el calor golpeaba con más fuerza se escuchó un disparo que alcanzó en la cara al joven delincuente. La situación de rehenes terminaba con un solo disparo realizado por un francotirador del grupo BAE. A un lado quedaba muerto el secuestrador y la rehén fue rescatada sana y salva, trasladada hasta un centro de salud cercano.
La policía se anotaba un punto para lavarse la cara de sus errores pasados, años más adelante enfrentaría otra situación similar y fracasaría enormemente, pero esa es otra historia.