De Maremare a Chelique la geografía del petróleo es pura música
Por Evaristo Marín: Arpa y pasajes del Catire Carpio, letras de Enrique Hidalgo, los sones de Emil Sucre, los conciertos de cuatro de Sir Augusto Ramírez y de Hernán Gamboa y el vozarrón de Gualberto
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Maremare debió haber sido un indio alegre, jacarandoso y enamorador. De otra manera no se recordaría todavía su famosa muerte, quien sabe de cuantos males, cuando iba camino hacia el Orinoco, hacia la lejana Angostura. Maremare era fuerte como la madera de corazón de sus arpones. Tenía fama de muy certero con el arco y la flecha y quién sabe si era verdad que vivió muchos años sin conocer los achaques de la vejez.

De Maremare siempre se dijo que fue el más hábil cazador y pescador de todas las tribus Kariñas que poblaron por largo tiempo esos rumbos de Mapire, de Aribí, del Caris, hasta Soledad, por entre ríos y vecindarios indómitos que antecedieron por siglos, al petróleo de lo que ahora se conoce como la Faja del Orinoco.

“Maremare se murió
en el camino de Angostura,
yo no lo vide morir,
pero vi la sepultura”


Es grande el salto en el tiempo. Son muchos los siglos, desde Maremare hasta las tonadas de Chelique Sarabia, el agüita de mi calor y el consuelo de mi dolor de Enrique Hidalgo, el de “esa carta desgraciada, puño y letra de mi amada”.

A Chelique y a Hidalgo los trajo el petróleo. De no haber sido por el oro negro de estas sabanas quizás no tendríamos El Tigre y quién sabe dónde se habrían hecho músicos y poetas como Hidalgo y Chelique, Hernán Gamboa, Sir Augusto y Emil Sucre. Otra quizás hubiera sido la sabana para el arpa del Catire Carpio y ese vozarrón de Gualberto Ibarreto no habría tenido sus primeros conciertos en las aulas del Liceo Briceño Méndez.

Con ellos, en mucho, el vendaval de las sabanas tiene el sabor musical del Orinoco y la picardía del estribillo cumanés y de la gaita margariteña.

En esta geografía que poblaron Maremare y sus tribus aún sobreviven danzas y cantos que vienen de tiempos remotos. La pureza de los bailes del Maremare y del Sebucán teje y desteje un grandioso acervo musical que se distancia bastante, en siglos, de la época de los hatos de los generales Monagas en estas sabanas de El Tigre, donde el ganado crecía cimarrón por falta de pastoreo, hasta el hallazgo de los grandes yacimientos que tienen su primera referencia en el pozo Oficina No. 1 (1933-37).



Hernán Gamboa, el de las destacadas y aplaudidas actuaciones como solista del cuatro, en Miami y otras muchas latitudes, es nuestro primer gran músico, nativo de San Tomé. De madre guayanesa y padre margariteño, su progenitor fundó el primer grupo musical que tuvo El Tigre petrolero. Mejor maestro, imposible.

Gualberto Ibarreto saltó a la fama desde su tiempo universitario en Mérida, como intérprete de las canciones de Luis Mariano Rivera, pero su torrentosa voz era muy popular en El Tigre desde sus días de liceísta.

Chelique Sarabia era apenas un joven estudiante de la escuela industrial cuando su nombre comenzó a correr por el mundo con Ansiedad una de sus más conocidas expresiones musicales.

“¿Ese muchachito es el autor de esa canción tan bella?”, preguntó sorprendido Nat King Cole cuando tuvo la oportunidad de conocerlo. En su voz, la canción de Chelique fue un éxito internacional. Hasta la incorporó Ray Conniff a su famoso coro de voces. Esa fue su consagración.

Pero obvio es decir que fueron Rosa Virginia y María Teresa Chacín quienes le dieron más sabor venezolano a Chelique y sus canciones. Con Orinoco, rio abajo, con Chinita de Maracaibo y las muchas que dedica a Margarita, Chelique nos pasea con sus tonadas por “este país, mi país, tu país”. Por algún tiempo, Rosa Virginia y María Teresa eran muy frecuentes con Chelique en las calles de San Tomé.

“Ansiedad de tenerte en mis brazos,
musitando palabras de amor ”.




Enrique Hidalgo (ahora en Miami, donde ha internacionalizado un grupo musical con sus hijos) es quizás, entre los tigrenses, el músico y compositor de más larga obra. Cuando le llega la inspiración puede crear una pieza en media hora. “Nos faltaba una canción para concluir el disco y Enrique dijo ‘déjame dar un paseo por la playa y la traigo”, cuenta Juan Carlos Salazar.

Alcanzó gran notoriedad con La Carta y Presagio. Su Mujer Barcelonesa es poco conocida pero lleva en su letra los recuerdos del aire colonial que lucha por sobrevivir en la capital de Anzoátegui. “Mujer barcelonesa, histórica prenda”.



Sir Augusto desapareció en un accidente de tránsito, en 2013. Bajo su égida musical y la de su hermano Emil, las nuevas generaciones musicales han logrado en El Tigre una formación académica de gran solidez. Sir Augusto había proyectado el cuatro venezolano hasta Japón, país donde realizó exitosas presentaciones.

Cuando sucumbió trágicamente cerca de “La Curva de la Madama”, entre El Tigre y Cantaura, la tarde estaba nublada, entre amagos de lluvia. Él fue como un relámpago. Su luz y la musicalidad de sus cuatros arrullan por siempre el resplandor de los morichales.