Lo que no esperábamos del teletrabajo
Por Pedro Rojas: Al principio del confinamiento muchos pensaron que las actividades se podrían continuar en casa. Sin embargo, mucho es lo que se ha complicado
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“Lo importante es que sepamos diferenciar ambientes”, “recuerda que al comenzar a trabajar debes tener hábitos como no hacerlo en pijama”, “establece metas concretas en función de lo que era tu horario y serás eficiente”.

Expresiones como estas se escucharon en boca de decenas de especialistas quienes indicaron que la posibilidad del teletrabajo era la solución ante la realidad que se nos venía encima con el confinamiento obligatorio y global.

Pero muchas de las recomendaciones se cayeron o comenzaron a fallar cuando, primero, el tiempo se ha extendido más de lo pensado; y segundo, todos en las empresas estamos en la misma situación de cuarentena.

Lejos de buscar voces expertas para que nos “reacomoden prácticas” o nos den consejos sobre la mejor manera de llevar este nuevo proceso de trabajar en la casa, revisemos aspectos que la experiencia nos ha dejado claramente definidos como lo que no nos esperábamos que fallaría con la fórmula del teletrabajo.


Trabajar en casa termina por trastocar los horarios / Foto xataka.com

Las situaciones planteadas en estas líneas son producto del contacto con lo que quizá es la fuente esencial de las experiencias: familiares, amigos y compañeros de trabajo, quienes de manera recurrente han expresado: “esperemos que esto pase pronto para volver a la oficina, porque trabajar así ha sido casi, casi, un infierno”.


Las patas del gato

Los aspectos que siempre dábamos por sentado y que estaban claramente definidos cuando estábamos en la oficina, a duras penas se han tratado de seguir en casa, pero ha sido frustrante para muchos. Son, al menos hasta el momento, horarios, recursos para trabajar, infraestructura y ambiente netamente laboral.


El reloj en la pared

Comencemos por el horario. Quizás el que mayor impacto ha tenido en este proceso de confinamiento ha sido el tiempo. El mismo ha mutado en muchos sentidos: se ha extendido, se ha acortado, ha cambiado, se ha dispersado.

Contrario a lo que pensamos cuando comenzó todo, cada empleado “en modo teletrabajo”, por su realidad puertas adentro, en su hogar, no ha podido siquiera hacerse de un horario parecido o ajustado al 100% con sus compañeros.

Mucho peor ha sido el caso de quienes decidieron no batallar con los hijos y las responsabilidades del hogar y le dieron al teletrabajo, sin mucho aviso, un horario flexible con una excusa, que no es del todo mala, centrada en “optimizar el uso del tiempo”.

Esto trajo como consecuencia que la falta de sincronía entre los equipos hiciera una adaptación forzada de horas que terminaron “regando” las responsabilidades de la oficina por todos los momentos posibles del día, de la noche, de la semana y hasta de los fines de semana.

El “te molesto rapidito” pasó a ser la excusa previa antes de plantear temas de trabajo a las 11:00 de la noche, o un domingo, incluso en empresas que eficientemente hacían sus actividades de lunes a viernes, de 8:00 am a 5:00 pm y con una hora de almuerzo.


Todo guardado en el escritorio

Los recursos y la información completa para trabajar ha sido otro aspecto trastocado por la reclusión obligada. Cada vez es más frecuente elaborar procesos de manera “incompleta”, con la eterna promesa de que “cuando regresemos a la oficina anexamos lo que falta y cerramos el tema”.

Aunque suene a que se logró un “caso cerrado parcial”, ese faltante comienza a crecer en la mente de quien debe finalizar el proceso y eventualmente pasa a complicar otros procedimientos, pues de ser un pendiente se convierte en un faltante estructural.

Algunos han optado por desafiar el tema del confinamiento y lanzarse a la oficina, con el fin de recuperar parcialmente esa “normalidad”. Esa posibilidad suele durar una semana cuando se coloca en la mesa el tercer aspecto alterado por el forzoso teletrabajo: la infraestructura.


El reto de lanzarse a la solitaria oficina tampoco ayuda mucho


Como un “mal sueño”

Quienes han decidido retomar actividades en la oficina bien de manera forzada porque requieren cosas de ella o porque ya la casa no ofrece lo necesario para la tarea, se encuentran con que el solitario espacio laboral simplemente ha sido reemplazado por un montón de muebles cerrados y plantas pidiendo ser descartadas porque murieron hace meses.

Pero esa es la parte subjetiva del asunto, que con algo de madurez se supera pronto. El problema se presenta al minuto en que comenzamos a pensar que desde la oficina sí podremos trabajar con “relativa normalidad”.

La primera “estrellada” se da cuando parte de las cosas están bajo llave y son manejadas por personas que no están, o las “cosas digitales” están en computadoras de quienes, aunque te indiquen sus claves, conocen sus archivos solo si están frente a la pantalla.

Sin embargo, una vez medio resuelto el problema, la estadía en la oficina se torna en un “mal sueño” pues, aunque no llega a ser pesadilla, presenta temas extraños como almorzar solo, si es que se tiene la posibilidad de hacerlo, o no se puede usar el horario acostumbrado porque hay que correr para cumplir las metas antes de que quienes cuidan el área empresarial indiquen que ya van a cerrar.


Un ambiente para nada laboral

Bien los que se quedan en casa o aquellos que asumen el reto de ir a la oficina contra viento y coronavirus, todos se encuentran con la última “pata del gato”, la que se suma a las tres anteriores de manera definitiva: no existe un adecuado ambiente laboral.

Lo que tiene esta contingencia global es justamente eso, lo “global”, y aún queriendo seguir adelante con las actividades laborales en casa, en otros horarios y con otras disciplinas (buenas o malas), es imposible alcanzar un 100% de aquel ambiente que teníamos antes de que el Covid-19 llegara a nuestras vidas.

El espacio destinado en el hogar para el teletrabajo no se parece, ni de lejos, al ambiente laboral de la oficina: ni las computadoras con sus características técnicas, ni los escritorios, las sillas, la iluminación o el clima.

Tampoco se trata de que unos quieran trabajar más y se queden hasta tarde, o que otros busquen los horarios convenientes para optimizar su rutina. Se trata de que para todos 2020 ha sido el año de la complicación laboral.

En efecto, los procesos que hacen las empresas en las que laboramos se enfrentan a que el apoyo que aportan sus iguales no está, pues también en esas oficinas el personal está ausente. Y así en un ciclo interminable hasta que se reacomoden las cosas.

En todo caso y para que este no sea un punto final cargado de pesimismo, haciendo propias algunas recomendaciones que hemos escuchado por allí: “no llevemos las cosas al extremo cuando no se puedan cumplir las metas”.

La calma y la flexibilidad (en lo laboral) son esenciales en estos tiempos en los que las cosas cambian de unas horas para otras.