Por Manuel Felipe Sierra: El primero de enero de 1958 estalla la sublevación de la Fuerza Aérea en Maracay y el nuevo año es saludado por el vuelo de aviones sobre la capital.
Aviones de Guerra Sobrevuelan Caracas
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El golpe combinado con sectores del Ejército fracasó pero abrió espacio a unos días de intensa conflictividad que culminaron 22 días después con el derrocamiento de Pérez Jiménez

El 31 de diciembre de 1957 como de costumbre se celebra la recepción social de fin de año en Miraflores, que reúne además la élite económica y social caraqueña. Se presagiaba un 1958 de orden y de ambiente propicio para continuar los grandes planes de obras públicas y la expansión industrial. Marcos Pérez Jiménez tenía la botija llena y en el salón estallaba la alegría cuando se chocaron los cristales. No obstante, la noche anterior el Ministro de la Defensa, Oscar Mazzei Carta, recibe a un oficial de las Fuerzas Aéreas quien denuncia un plan subversivo dirigido por un militar de nombre “Hugo”. El único oficial con medios suficientes para intentar una acción de ese tipo era el general Hugo Fuentes quien es detenido. Y el gobernante añade que en nombre del coronel José María Castro León (quien como mayor promovió reuniones conspirativas en La Victoria y en Maracay, antes de la caída de Gallegos).

El 1º de enero, a las 7 de la mañana un caza “Vampiro” piloteado por el mayor Edgar Suárez Mier y Terán atraviesa las torres del Centro Simón Bolívar y la ciudad se despierta sorprendida. La aviación había decretado la rebelión y ya Maracay estaba en poder de los insurrectos. Solo se esperaba la reacción inmediata de un grupo comprometido en el cuartel Urdaneta de la capital, la cual se produce varias horas después, dirigida por el comandante Hugo Trejo. Pérez Jiménez y su alto mando se trasladan a Miraflores y constata que hay normalidad en el resto del país. Llovera Páez recuerda que se encuentra en Caracas el Mayor Martín Parada, un piloto de entera confianza a quien se le llama al Círculo Militar para pedirle información sobre lo que ocurre. Parada no contesta: era el jefe del movimiento.

Pérez Jiménez se instala en el refugio antiaéreo del cuartel presidencial en compañía de Llovera Páez, Oscar Mazzei Carta, Rómulo Fernández, Pérez Morales, Pulido Barreto, oficiales del Estado Mayor y edecanes. Problemas de comunicación y la falta de coordinación entre los grupos sediciosos y la desvinculación con otros movimientos de la resistencia civil conducen al fracaso de la intentona. A la medianoche, Parada y un grupo de oficiales se rinden y viajan a Barranquilla a bordo del avión presidencial “La Vaca Sagrada”. Trejo, en un curioso movimiento táctico decide tomar la plaza de Los Teques y avanzar hasta Maracay y en La Encrucijada es detenido por el Teniente Coronel Clemente Sánchez Valderrama. Pérez Jiménez se dirige al país en cadena de radio y televisión.

Desde mediados de 1957 se perfilan varios grupos conspirativos. Uno encabezado por Trejo; el promovido por Martín Parada en la aviación; un tercero liderado por el mayor Juan de Dios Moncada Vidal y un cuarto que empieza a organizarse en la Guardia Nacional bajo la conducción de Ítalo Brett Smith, Pedro Vegas Castejón y Cacio Alí Aldana. También están en actividades subversivas los comandantes Víctor Garrido Sutil, Alfonso Linares Vegas y Miguel Nieto Basto. La Junta Patriótica y el Frente Cívico- Militar en la clandestinidad redoblan esfuerzos en el seno de las cuatro fuerzas. 

El movimiento del 1º de enero se produce sin conexión directa con el resto de los grupos que se proponían el derrocamiento de la dictadura; pero sirvió para diagnosticar la metástasis que erosionaba la salud del régimen. Pérez Jiménez creyó en el plebiscito convencido de la debilidad de los partidos y con absoluta confianza en unas Fuerzas Armadas que había construido de acuerdo a un proyecto puesto en marcha desde 1945. Sin fuerza política propia (siempre fue alérgico a los políticos y a los partidos); con un clima de agitación popular; unos círculos empresariales que comenzaban a expresar su malestar con el manejo económico y una intensa actividad opositora en el exterior, el cuadro de gobernabilidad se tornaba desfavorable. Su verdadero y único sostén era el alto mando y la oficialidad intermedia de unas fuerzas que se habían modelado bajo el concepto de “El Nuevo Ideal Nacional”. La intuición y la experiencia militar debían convencerlo que se estaba conformando una mayoría que se inclinaba por la liquidación del régimen. Una situación de alguna manera parecida a la que le correspondió administrar a su favor en los meses anteriores al 24 de noviembre de 1948.

En “Habla el General” le declara a Agustín Blanco Muñoz: “Después que pase el calor de los sucesos, rendidos ya, no se puede llorar de temor, en ese momento me dije ¡Qué tragedia ésta! Las Fuerzas Aéreas que se estaban estructurando para que cumplieran una labor dentro de las Fuerzas Armadas en la conquista de grandes objetivos, como la recuperación del Esequibo, y luego la posible recuperación que Colombia nos ha quitado, a mi juicio, de mala manera, comienza a desintegrarse por la acción de unos cuantos desviados. Entonces ¿Qué hace uno en ese momento en que comprende la magnitud de lo que está sucediendo? Pues, caramba- se le salen las lágrimas- lágrimas de desencanto, de frustración, ese fue el significado de las lágrimas que se me salieron ahí”.

José Giacopini Zárraga, uno de los pocos civiles que había permanecido ese día a su lado comenta: “Cuando queda solo Pérez Jiménez le pregunto: Felicitaciones por la victoria, general. Ha sido un gran triunfo para usted, pero lo he notado triste ¿Qué le pasa? ¿Por qué llora general? -queda en silencio- responde: Usted no tiene ni idea don José de cómo me siento por dentro. Estoy decepcionado. Esos oficiales me lo deben todo a mí. A mí me deben los ascensos. Nada de lo que me han pedido lo he negado. Yo he sido quien ha convertido esas armas en lo que son hoy, modernas y poderosas ¡Y fíjese cómo me han pagado…!” y vuelve a llorar.

Esa noche comenzó un calvario que habría de durar apenas 22 días. La Junta Patriótica hace un balance: “la insurgencia del 1º de enero quiebra el poder militar de Pérez Jiménez. Demuestra sus profundas contradicciones internas. Ya la dictadura no puede hablar a nombre de las Fuerzas Armadas. De una u otra manera, numerosos oficiales han participado en una acción abierta de rechazo al régimen impuesto por Pérez Jiménez, Vallenilla Lanz y Pedro Estrada. Queda fracturada la unidad de las Fuerzas Armadas. De ahora en adelante, Pérez Jiménez sólo podrá gobernar apoyándose más y más en su único soporte: el terror de la Seguridad Nacional. Por este camino su fin está cercano”.

A partir de ese día los acontecimientos se desarrollan a un ritmo cinematográfico. El jueves 2 Pérez Jiménez se dirige de nuevo a la nación e improvisa el discurso, lo cual en él no era usual, rodeado por el Estado Mayor. Ese día no circula la prensa; son detenidos editores y periodistas, entre ellos, el director del diario “La Religión”, el padre Jesús Hernández Chapellín y la Seguridad Nacional allana las redacciones y talleres de los periódicos. Circula otro manifiesto de la Junta Patriótica. Al frente del aparato de propaganda se encuentra Teodoro Petkoff, quien se apoya en tres imprentas, un linotipo y dos multígrafos; Felipe Gagliardi (beneficiario del fabuloso negocio de la construcción) anuncia que más de diez mil italianos están listos para defender con las armas en la mano al gobierno; el 4, Douglas Bravo organiza las primeras brigadas armadas para el combate contra la policía. Se cierra el círculo de la represión; se agudizan las diferencias entre Vallenilla y Pedro Estrada. Al día siguiente, el teniente-coronel Hugo Trejo, es interrogado personalmente por Pérez Jiménez quien le dice: “espero por su bien que no hayan más acciones insurgentes, de haberlas te fusilaré inmediatamente para escarnio y ejemplo de la oficialidad no institucionalista”. Se inicia la detención de reconocidos personajes públicos. El miércoles 8 se confirman los comentarios sobre la insubordinación de la Marina. Pérez Jiménez suspende la reunión del gabinete y el general Rómulo Fernández, jefe del Estado Mayor, baja a La Guaira y se denuncian allanamientos de las casas de oficiales por la Seguridad Nacional. Fernández toma nota de las quejas de los marinos y el general Llovera Páez también se moviliza hacia el litoral al frente de un pelotón de blindados y dos compañías. Los busques de la escuadra son desarmados y detenidos los capitanes de fragata, Eduardo Morales Luengo y Pablo Cohen Guerrero, primero y segundo comandante del destructor Zulia. La policía militar ocupa la escuela naval. El jueves 9 informan las guarniciones del interior que el alto mando militar presentará un memorando al Presidente de la República. Lo acompañan Fernández y los cuatro jefes de fuerza. El rostro de Pérez Jiménez cambia de color en la medida en que lee el documento. Las peticiones parecen simples pero son explosivas: renovación del Gabinete; renovación de Gobernadores; remozar institutos autónomos; remozar el Alto Mando Militar; reemplazar dos o más funcionarios que en altos cargos se han hecho odiosos, por sus arbitrariedades y abusos (Vallenilla Lanz y Pedro Estrada); ordenar que el general Perón y sus colaboradores salgan del país; mejorar la situación económica del oficial y no permitir la venta de excedentes al servicio de proveeduría, lo cual está perjudicando al fisco y al comercio. 

Se trataba de un típico golpe frío, de una asonada de palacio. Pérez Jiménez accedería la noche de ese mismo día, a ciertos requerimientos del pliego presentado por Fernández. El viernes 10, los diarios publican la lista del nuevo Gabinete: Siete Ministerios y la Gobernación del Distrito Federal estarán en mano de militares: Ministro del Interior: Gral. L. F. Llovera Páez; Ministro de la Defensa: Gral. Rómulo Fernández; Ministro de Obras Públicas: Gral. Oscar Mazzei; Ministro de Educación: Gral. Néstor Prato; Ministro de Agricultura y Cría: Gral. Saúl Guerrero; Ministro de Comunicaciones: Cnel. Sánchez Mogollón; Ministro de Fomento: Contralmirante Carlos Larrazábal; Gobernador del Distrito Federal: Cap. De Navío Oscar Ghersy Gómez. Los civiles ocuparán las siguientes Carteras: Ministro de Relaciones Exteriores: Carlos Felice Cardot; Ministro de Hacienda: Dr. José Giacopini Zárraga; Ministro de Minas: Dr. Edmundo Luongo Cabello; Ministro de Justicia: Dr. Héctor Parra Márquez; Ministro de Sanidad: Dr. Pedro A. Gutiérrez Alfaro; Ministro del Trabajo: Dr. Carlos Tinoco Rodil; Secretario de la Presidencia: Dr. Raúl Soulés Baldó. Se desploman de esta manera los reinados de Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, el primero busca asilo diplomático y el segundo viaja nuevamente a Santo Domingo, lugar que le es demasiado familiar. Pérez Jiménez puede considerarse desde entonces, como en el boxeo, un fajador técnicamente fuera de combate. En la madrugada del 23 de enero a bordo de la “Vaca Sagrada” abandona el país.




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