Por Karina Sainz Borgo: El libro incluye un conjunto de textos militares, así como cartas y textos correspondientes a la Segunda República y la Guerra Civil
Franco, también escritor
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Han transcurrido ochenta años desde el final de la Guerra Civil y más de cuarenta tras la muerte de Francisco Franco, responsable del golpe de Estado contra la República y dictador durante cuatro décadas, un fantasma que aún recorre España, su sombra alargada llegó a las pantallas de los televisores exhumado y transportado en helicóptero desde su mausoleo en Cuelgamuros hasta Mingorrubio.

Y aunque a estas alturas todo parezca dicho, quedan cosas por desvelar. La más reciente, un compendio de documentos inéditos redactados por el dictador. Se trata de Guerra de liberación. Franco inédito, publicado por el sello Almuzara. El libro incluye un conjunto de textos militares, así como cartas y textos correspondientes a la Segunda República y la Guerra Civil. En este volumen se utiliza el apelativo que Francisco Franco daba al conflicto —Guerra de liberación—, para agrupar escritos previos, contemporáneos y posteriores.

El volumen comienza con Raza. Anecdotario para el guion de una película, un relato con estructura de guion cinematográfico que Franco escribió́ en 1940 bajo el pseudónimo de Jaime de Andrade. Llevada a la gran pantalla por José́ Luis Sáenz de Heredia, la película basada en aquel guion narraba las desventuras de tres hermanos separados por la contienda: Jaime, sacerdote asesinado por los republicanos; Pedro, político leal a la República, y luego arrepentido, y José́, militar de carrera, resumen de virtudes castrenses interpretado por Alfredo Mayo.

Más que vocación literaria de Franco, aquel guion tenía otra finalidad, y no necesariamente lírica, se trataba de un golpe de efecto. Una manera de propiciar un ambiente favorable para la ayuda norteamericana que España esperaba en esos años. Tras su estreno, en 1950, la adaptación fue reestrenada con el título Espíritu de una raza, una versión menos exultante del manuscrito original, plagado de exaltaciones.

El guion, aseguran sus editores, está cimentado en el espíritu del desastre tras la pérdida de Cuba y Filipinas de 1898. Esa es la gasolina de estas páginas, a la que se suman otras piezas de calidad desigual y prosa rimbombante. Esa es la textura de este libro, una mescolanza de memorias militares y voluntarismo lírico, y a las que empujan los recuerdos infantiles del caudillo sobre los últimos defensores del Imperio español vagando en harapos y pidiendo limosna por las calles de su ciudad natal, El Ferrol, mezclados con una prosa militarista y, aunque correcta, bastante ramplona.

El primer apartado es fruto de las experiencias de Franco como jefe en una unidad que él mismo había ayudado a fundar en 1920 junto al entonces teniente coronel Millán-Astray: el Tercio de Extranjeros, la Legión española. Menos conocido es, sin embargo, su diario de la campaña de Alhucemas. El escrito solo circuló en entornos castrenses y hasta ahora no había sido publicado. En sus páginas anticipa a un militar que desea la victoria y al fin la encuentra en una de las operaciones más complicadas de la estrategia operativa: un desembarco en territorio hostil.

El llamado Diario de Alhucemas fue publicado por entregas por el entonces coronel Franco en una publicación de la oficialidad africanista, la Revista de Tropas Coloniales entre los meses de septiembre y diciembre de 1925. En 1970, el propio Franco corregiría de puño y letra el texto.

En buena parte, estas páginas remiten a una glosa militar redactada por el hombre que llegaría a mandar en España, a sangre y fuego. Los primeros días de septiembre del año 1925, una operación aeronaval y terrestre española con apoyo francés proyectada y ejecutada sobre el territorio de Alhucemas para terminar definitivamente con la insurrección de Abd-el-Krim y los beniurriaguelíes emplaza el tono grandilocuente y aportan información de quien las escribe.

El entonces coronel Franco, jefe de la Legión, mandaba la columna de vanguardia del desembarco, permite a Franco describir las acciones del mando durante el desembarco. Aunque excesivas en su exaltación de la tropa, rehuyen al mal gusto por la curiosidad documental que suponen.

En el desembarco de Alhucemas participaron al menos tres banderas (batallones) de la Legión. La VII era llamada "Valenzuela" en homenaje al jefe del Tercio caído en Tizzi-Azza en 1923. También se refiere a los Grupos de Regulares: Tetuán, Ceuta, Melilla. Larache y Alhucemas fueron los históricos, siendo en conjunto el cuerpo más condecorado del Ejército español en toda su historia.

“Canciones alegres, himnos entusiastas, se elevan en todas ellas: cantos regionales evocadores y sentidos, jotas vibrantes y ensordecedores vivas denotan el entusiasmo y la viril moral de estos soldados. Son las dos de la mañana y la brisa fresca aún nos trae el eco tenue de los cantares”, escribe Franco.

Tras el desastre de Annual de 1921, el cabecilla Abd-el-Krim proclamó una República del Rif con capital en Axdir. La toma de esta localidad en las operaciones de Alhucemas por tropas españolas venía a significar el final simbólico de la insurrección rifeña, aunque las operaciones continuaron en 1926 y aún después, no sólo en la zona oriental sino en todo el protectorado hasta su total pacificación, de la que Franco, cómo no, se señala parte.

Preocupado por la formación de las tropas y oficiales, Franco asume durante los años siguientes una escuela de mando moderna y estricta. De esta época destacan dos de sus escritos puramente militares. El primero de ellos es el Decálogo del cadete, norma de conducta para los alumnos del centro debida a su pluma y claramente deudora del Credo Legionario (también de las Reales Ordenanzas de Carlos III).

Resulta especialmente interesante la correspondencia de Franco durante los años de la República, y todavía más, las instrucciones militares y pareceres que intercambia, entre otros, con el general Mola durante la ofensiva militar de la Guerra Civil. Hay una descripción detallada de la forma de plantear la contienda: desde la elección del campo de batalla o la dosificación de las fuerzas hasta los abrigos, el efecto de la inclemencia del clima en el pelotón, así como la importancia aérea y naval.

Es de notar que Franco, como buen ferrolano —y marino frustrado— dedica casi la mitad de sus diarios militares al componente naval. Su conocimiento de la Armada y de la defensa de costas son patentes, así como las lecciones aprendidas por él mismo en el desembarco de Alhucemas de 1925 para el desarrollo de una doctrina que él esboza.

El texto incluye borradores de los telegramas de la guerra. Entre ellos, destaca uno que Franco redacta a lápiz el 1 de abril de 1939, tras recibir la noticia de que la ofensiva final sobre territorio republicano había concluido: “En el día de hoy, después de haber desarmado a la totalidad del Ejército [la palabra enemigo aparece tachada] rojo, han alcanzado las fuerzas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”, incluye la fecha con la apostilla: Año de la victoria.

En 1953 se produce lo que algunos historiadores han llamado segunda victoria de Franco. En esas fechas, España ingresa en las Naciones Unidas, un reconocimiento de facto de su régimen tras ocho años de embargo y aislamiento. También firma el Concordato con la Santa Sede y los acuerdos comerciales, políticos, militares y secretos con EE. UU., entonces en busca de aliados en la Guerra Fría contra la Unión Soviética.

Con ese respaldo, Franco ve consolidado de forma permanente su poder, ya absoluto en política interior, y entonces respaldado en la exterior. De esa época destacan dos textos. El primero, relacionado íntimamente con la Guerra Civil, su discurso de inauguración del Valle de los Caídos. El otro, menos conocido, corresponde a las cartas que se cruzó con el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson avisándole de los peligros de intervenir en Vietnam, un país que, tanto en lo geográfico como en lo ideológico, podría plantear una guerra de tipo guerrillero que enfangase a cualquier ejército regular.

De esa correspondencia destaca la contestación de Franco al presidente norteamericano: “Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas (…) Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites”.

Guerra de liberación. Franco inédito es, a fin de cuentas, un perfil militar del caudillo. Las últimas páginas incluyen los partes médicos hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975 así como extractos de su testamento. Se trata, pues, de un volumen que reúne piezas sueltas, no a una obra total, ni mucho menos sesuda. El pensamiento de Franco resulta casi procedimental y de una naturaleza práctica. No existe una prosa luminosa, tan solo correcta, aunque sí ilustrativa en tanto documento histórico.


Tomado de Vozpópuli


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