Por Faitha Nahmens Larrazábal: Un proyecto urbano, arquitectónico, social, de motivación y ruptura, en la ruptura, busca suturar las troneras del tejido
Santa Cruz, un barrio que renace cuando cumple 60
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No ha empezado Coco, película escogida en consenso para la celebración de los 60 del barrio, y ya los niños, boquiabiertos, son público cautivo. Armar la pantalla gigante facilitada por la gente de Gran Cine frente a sus ojos, ver cómo crece aquel armatoste inflable como por arte de magia, los tiene en trance. Embelesados. Para algunos es la primera función de cine, los niños están expectantes y sentados de a dos en los asientos.

Son como 700; la población del barrio Santa Cruz se estima en cinco mil habitantes. Es un pueblo. Y una cuña incrustada en la topografía del municipio Chacao. Exhibe un aire hatillano, construcciones modestas surcadas de callejuelas, comercios y farolas. Podría venderse también como Montmatre, no faltan artistas, cocineros y ebanistas allí. Pero con la tenacidad conviven las carencias; con la creatividad, el estigma.

Un arco no da la bienvenida. Demarca el territorio. Isla acotada en Bello Campo, la relación con la urbanización no ha sido muy fluida, por no decir que más bien inexistente, recelosa, indiferente. Con la invisibilidad que hasta ahora han exhibido los barrios, el trabajo de quienes hacen los mapas que vencen las negación y trabajan buscando consensos, y comprender más allá de lo que parece, acaso comienzan a derribarse los muros: en Santa Cruz hay pistas que sustentan esa posibilidad.

La idea de que tengan voz y compartan lo que viven a través de una televisora propia entusiasma a los lugareños que descubren que pueden generar noticias y establecer entre ellos, y para quien los quiera oír, una forma de comunicación. Que se sume BusTV a la ocurrencia de la gente de CCS-City-Comunidades, los empodera.

Un proyecto urbano, arquitectónico, social, de motivación y ruptura, en la ruptura, busca suturar las troneras del tejido. Precisamente el plan de CCS-City-Comunidades. Con los arquitectos y profesores de la Central y la Simón, María Isabel Peña y Franco Micucci a la cabeza, se fomenta la aproximación, por ahora, a una decena de barriadas caraqueñas para inventariar las carencias y potencialidades.

Con profesionales y expertos como aliados que pueden orientar y dar ideas para remediar los problemas que los vecinos consideran prioritario resolver, evalúan las alternativas, les meten el hombro y difunden en charlas metodologías de autogestión. Previamente se ha producido el contacto con líderes y así comienza el reconocimiento desprejuiciado entre los mirones que llegan y los mirados que también ven. No, no es el lobo.

Aquello eran los terrenos que bordeaban una industria, sus adyacencias. Los trabajadores invadieron y se asentaron. Al cabo de 60 años y ene cantidad de incursiones de la policía que los sacó, y ellos volvieron, y así tantas veces hasta que echaron raíces, todavía la realidad se pelea a brazo partido con la aceptación. Lo que en tiempos de democracia se llamó proceso de consolidación de barrios aquí está superado, imposible que no se considere que están establecidos.

Lo que toca es construir. En un país de gente tan relacional y límites difusos, la raya, sin embargo es una zanja. No hay mezcla urbana, no aún. Aunque como dice Siete, líder de la comunidad, “las cosas han cambiado, sí claro, para mejor, nos saludamos, los de la urbanización y los del barrio, epa vale, saben que soy Siete”.

El módulo policial que está en la entrada lo han convertido en sede de una casa común, un espacio para el encuentro, donde se reúnen y discuten sus asuntos. Una virgen y una cruz son el santo y seña a un costado de la casita con insignia policial. El nicho católico es un recordatorio de la historia. Allí mataron a un joven y la familia prefirió honrarlo con imágenes que se convirtieron en identidad, antes que planear la venganza.

No, no es un desenlace inédito, también Catuche tiene su historial de balas y perdones. “Hemos tenidos problemas claro, pero aquí hay gente trabajadora y honesta”. Están sus rostros en gigantografías reproducidas del álbum familiar, antepasados y los habitantes que se ven a sí mismos sonriéndole a una cámara que los convirtió en gente que da la cara. “No sabíamos bien para qué podría servir esto, pero está bien, los nietos me reconocen, todos lo hacen”, dice una abuela que cuida a sus nietos luego que la hija se fue a intentarlo en otras fronteras.

En una cerca los niños se arremolinan y dictan a la gente de CCS-City-Comunidades lo que sueñan. El ejercicio propuesto tiene éxito inmediato. Los sueños abisman. Unos quieren cambio de gobierno pero ya. Otros, paz. Otros, que el país vuelve a unirse. Un niño, de unos tres años, y antes pregunta si se le cumplirá el deseo, pide para estupefacción de todos ¡que su mamá lo cargue! Otro, que la suya regrese ya de Ecuador. Al lado hay una cancha deportiva para el uso de la comunidad, de Bello Campo y el temor la mantiene cerrada, pero el trabajo de CCS-City-Comunidades tiene la intención de mantenerse cerca intentando en lo posible abrir espacios, este y todos los que cierran las llaves del miedo.

La idea es que la ciudad, diferencias aparte, tenga conectividad no solo para ir y venir a cada punto, que ningún sitio sea inaccesible, sino que se comunique, y comparta, en vivo, su historia. La tesis de Felipe Delmont de la ciudad de los pasos cortos sugiere hacer vida en la zona de residencia de cada quien cosa que podamos deambular a pie o en bici sin necesidad de desplazamientos que impliquen tráfico y contaminación. Pero ¿y la aventura? ¿y el reconocimiento? ¿por qué ha de ser tan cuesta arriba ir de El Hatillo a San Bernardino o de La Pastora a Manzanares?

¿Por qué tan complicado ir a La Palomera, donde los vecinos convidan cada tres por dos a los caraqueños para mostrar sus prácticas urbanas de limpieza de plazas y siembra en taludes y casas? (Elisa Silva y Enlace Arquitectura en la trama) ¿No es maravilloso ir a El Calvario de El Hatillo a pata de mingo y participar en el taller de quitiplás que dicta la Bigott? (en alianza con Ciudad Laboratorio, Cheo Carvajal a la palestra) ¿Cómo mostrar no estrechar vínculos entre vecinos, el barrio y la urbanización, interacción que seguro será un ganar ganar? (CCS-City-Comunidades como bisagra).

Siempre tras las pistas de la ciudanía y su comunión con el espacio público —donde se enseñorea la democracia, no pocos intentan la reunión. La Pagea caraqueña. Quizá ni se rompa el cántaro, quizá, con el trabajo oportuno de tantos la fuente, que es la esperanza, surta efecto a todos.