Berlanga en El Verdugo aborda la lucha por la vida, ya que muestra lo que tiene que hacer la gente más pobre o indefensa para conseguir una humilde vivienda
El Verdugo
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Por Francisco A. Casanova S.


LUIS GARCÍA BERLANGA (1921–2010)



El próximo 12 de junio se cumple el centenario del nacimiento de Luis Garcia Berlanga, uno de los más grandes e irreverentes realizadores del cine español, quien mejor supo radiografiar la sociedad española durante el franquismo y la Transición, y sus películas siguen siendo fundamentales para entender la España del siglo XX. Una de sus mejores creaciones fue El Verdugo, estrenada en 1963 y cuyo guion escribió junto a otro grande del cine español: Rafael Azcona. Esta película es una obra maestra de la comedia negra y una poderosa condena de la pena capital y de los mitos franquistas del deber y el patriotismo, con magistrales actuaciones de Jose (Pepe) Isbert y Nino Manfredi, y bien acompañados por espléndidos actores como Emma Penella, José Luis López Vázquez, Maria Luisa Ponte, Alfredo Landa y Chus Lampreave. La película relata la historia de José Luis (Nino Manfredi) empleado de una funeraria, quien conoce a su futuro suegro Amadeo (José Isbert), durante la ejecución de la pena capital ya que Amadeo es un verdugo (ejecutor de sentencias). Después de la ejecución Amadeo le presenta su hija Carmen (Emma Penella), a Jose Luis, y transcurrido un breve tiempo Amadeo los pilla haciendo el amor y los obliga a casarse. Frente a la severa escases económica de Jose Luis, Amadeo le propone que coja su relevo como verdugo, ya que él está a punto de jubilarse, y de esa forma no perderían el apartamento que acaba de ser asignado a Amadeo como protección oficial. José Luis termina aceptando la proposición convencido de que nunca tendrá que ejecutar a nadie ante el argumento de que “siempre llegará el indulto…”, hasta que un día recibe la notificación de la Guardia Civil para que se presente para ejecutar a un reo...El guion de Berlanga y Rafael Azcona (con la colaboración de Ennio Flaiano) se inspiró principalmente en un caso patético con el objetivo de ridiculizar en simultáneo a la pena capital y al fetiche del franquismo con ella, y fue la ejecución en 1959 de Pilar Prades Expósito, una envenenadora serial de Valencia, por parte del ajusticiador oficial Antonio López Sierra, quien se negó a matarla por ser mujer y así fue emborrachado por las autoridades penitenciarias y llevado a rastras a la ejecucion. La película realizada en 1963, cuando aún quedaban muchos años para que la pena de muerte fuera abolida en España, lo cual sucedio luego del deceso de Franco en 1975 y en largo proceso con la aprobación de la Constitución de 1978, la reforma del Código Penal Militar en 1985, la entrada de España a la Unión Europea de 1986 y la ley orgánica 11/95 del 27 de noviembre de 1995, lo que deja en evidencia la valentía del realizador y su equipo a la decisión de meterse con un tema tan delicado y de manera tan honesta.

El Verdugo tiene detalles plenos de talento e imaginación, como el contraste de iluminaciones con que describe los estados de ánimo del verdugo como la luminosidad de Palma de Mallorca que alumbra los momentos en que parece que no llevara a cabo la ejecución, en contraposición a la oscuridad de la cueva situada en Andratx, Mallorca, donde los guardias civiles lo recogen para llevarlo a su debut, o la afortunada alegoría de “la vida continua” que, con música e imagen, representa el grupo de jóvenes que baila sobre el bote en el plano final. Un plano excelente, completo y que capta todo en uno es en el que José Luis, a la izquierda y de espaldas, pide a un Amadeo fuera de plano, la mano de su hija, Carmen (Emma Penella), que escucha a escondidas, de frente y a la derecha, con una mezcla de temor e ilusión. Igualmente, Berlanga relata en extraordinarias escenas, la paupérrima condición de la pareja y la realidad de la España de los sesenta, con una burocracia presta a dificultar los trámites: la póliza que falta, los antecedentes penales, la cartilla militar y el manifiesto, un problema de vivienda para el ciudadano de a pie, un reparto de viviendas subvencionadas nada aleatorio, y la dificultad de llegar a final de mes.

Berlanga plantea la película como un alegato contra la pena de muerte y, sobre todo, que sirviera de reflexión y de crítica a una sociedad que era capaz de empujar y manipular sutilmente a una persona para que terminase haciendo algo que no quería hacer, algo que estuviera por encima de sus principios, creencias o convicciones morales como era convertirse en verdugo para dar garrote vil a los condenados a muerte. Berlanga plasma este alegato en una de las escenas más cómicas (comedia negra) del cine cuando en el patio de la cárcel que sirve de antesala a la ejecución, con una extraordinaria profundidad de campo, un grupo de personas acompaña al reo el cual camina resignado y otro grupo de personas lleva al verdugo al que tuvieron que sedarle y arrastrarle hasta el lugar de la ejecución para que cumpliera con su cometido y que pareciera que ambos están condenados. La comicidad de la escena tiene un trasfondo terrible, el de un reo siendo obligado a morir y la de un hombre, el verdugo, siendo obligado a matar, el paralelismo entre la víctima y el victimario. Para lograr esta combinación de comicidad y de alegato brutal, Berlanga, como lo expresa el crítico Ruben Arenal, crea al personaje Amadeo, el auténtico verdugo, protagonizado por un maravilloso José Isbert que parece un anciano bonachón, dicharachero, con mucha facilidad de palabra y una increíble capacidad para restarle importancia al asunto en pro de tranquilizar a su yerno, pero que luego es increíblemente astuto para salirse siempre con la suya, ya sea para engatusar a un funcionario (José Saza) para quitarle el piso a la familia de otro funcionario y quedarse con la mejor habitación del piso o convencer siempre a José Luis para que haga lo que a Amadeo más le conviene.

Berlanga en El Verdugo aborda la lucha por la vida, ya que muestra lo que tiene que hacer la gente más pobre o indefensa para conseguir una humilde vivienda. Tiene esa mezcla de comedia y drama que por un lado lleva a la carcajada y por el otro entristece. Está repleta de ironías, como la contraposición en Mallorca del turismo internacional y la España profunda, lo trivial y la necesidad que obliga contra natura; la fantasía y la realidad de escenas que crean un conjunto mordaz, con un humor macabro, con una disección de la sociedad española, sus anhelos, y sus fobias, a través de una dirección sobresaliente, unos diálogos imperecederos, unos intérpretes principales con una naturalidad asombrosa, un conjunto de intérpretes secundarios de verdadero lujo, una fotografía en blanco y negro que recuerda al neorrealismo, y que la hace una obra maestra del cine intemporal.

Cuando El verdugo se presentó en la Mostra de Venecia, en agosto de 1963, a Francisco Franco se le conocía en el extranjero con el sobrenombre de “el verdugo”. Las autoridades españolas intentaron por todos los medios retirar la cinta del festival, sin conseguirlo.

Luis García-Berlanga Martí, nació en Valencia el 12 de junio de 1921 y fallece en Madrid el 13 de noviembre de 2010. Cursó estudios de Derecho y Filosofía y Letras, aunque los abandona para ingresar en 1947 en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, donde más tarde sería profesor. Allí hizo amistad con Juan Antonio Bardem, con el que rodaría su primera película, Esa pareja feliz (1951). En 1952, ya en solitario, rueda Bienvenido Mr. Marshall con guion de Berlanga, Bardem y Miguel Mihura, premiado en el Festival de Cannes. En 1961, en colaboración con Rafael Azcona, rueda Plácido, una denuncia a la hipocresía social de la época, que fue nominada al Oscar a la Mejor Película Extranjera. En el año 1963, también con Azcona, realiza El Verdugo, que obtuvo el Premio de la Crítica en el Festival de Venecia. Dentro una línea más cómica se encuentra Calabuch (1956), Todos a la cárcel (1993), La vaquilla (1984), la serie Nacional en 1978, 1980 y 1982.

Berlanga es uno de los satiristas más inteligentes de toda la historia del séptimo arte en lengua castellana. Con motivo de su centenario el periodista e historiador Miguel Ángel Villena (Valencia, 1956), publicó el libro: Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente (Tusquets), ganadora del XXXIII Premio Comillas. Con dicha biografía, Villena aspira que su libro ayude para que se vea más el cine de Berlanga, sobre todo las nuevas generaciones, ya que sus películas no han envejecido nada y siguen siendo fundamentales para entender la España del siglo XX. En una entrevista que Villena dio a Javier Yuste revela hechos importantes en la vida del director y guionista como que de los largometrajes que rodó, todos o casi todos están basados en historias que él conoció de alguna manera, que le contaron amigos o que leyó en los periódicos. Luego las caricaturizaba o las parodiaba. Era capaz de captar personajes y situaciones de la realidad para ofrecerlos en clave de sainete o de comedia. Berlanga tenía 10 años cuando se proclamó la República en 1931, y 18 cuando acabó la Guerra Civil en 1939, para la cual se enroló al final, en el bando republicano para acudir a la batalla de Teruel. Paradójicamente, a los 20 años y animado por sus amigos falangistas se unió a la División Azul, unidad de voluntarios españoles que combatió a los soviéticos en el Frente Oriental junto a las tropas alemanas. Fue una experiencia que le marcó, porque pasó de ser un joven despreocupado y burgués a encontrarse en una especie de infierno. A Berlanga le había gustado el cine desde niño, y a los 26 años llega a Madrid y se apunta a la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) y ahí el cine le atrapa totalmente. Para la media de la época era bastante culto, y uno de los “listillos” de la clase junto a Juan Antonio Bardem. Ambos venían de orígenes muy distintos y eso los llevó a trayectorias divergentes. Bardem apostó por un cine más social, más comprometido políticamente y en clave de drama. Berlanga optó por un estilo más irrespetuoso con el poder, muy crítico, pero en clave de comedia. También había diferencias políticas, ya que Bardem era comunista y Berlanga se definía como anarquista burgués. En realidad, era un liberal y un libertino. Desarrolló más de 20 años de su carrera durante el franquismo. Su cine era muy irrespetuoso con el poder, especialmente con el de la Iglesia. Era un cine muy subversivo, y la censura le obligó a cortar y a rehacer algunas cosas en sus películas.

Algunos colegas directores de cine decían que la censura se había inventado para Berlanga y Bardem. A las dictaduras no les suelen hacer gracia las personas irreverentes. La relación con el guionista Rafael Azcona fue muy importante para Berlanga porque le reforzo la acidez y el humor negro. Manuel Gutierrez Aragón sostiene: “Pero con Azcona su sentido mordaz y ácrata alcanzó una dimensión más profunda y radical. Aquel humor iba en serio. No todos se dieron cuenta. La censura, por ejemplo, consideró el guion de El verdugo como una comedia berlanguiana típica, hasta que la película, ya materializada, estalló de manera escalofriante en las pantallas de todo el mundo”. La primera película que Berlanga y Azcona escribieron juntos fue Plácido en 1961 y hasta Moros y Cristianos, estrenada en 1987, escribieron a medias el guion de diez películas. Para Berlanga fue un personaje fundamental y siempre declaró admiración por Azcona, que a juicio de los entendidos ha sido uno de los grandes genios del cine español. Fernando Fernán Gómez, Antonio Mingote y otras personas en la órbita de La Codorniz (revista de humor gráfico y literario publicada en España desde 1941 a 1978), como el dibujante Tono, fueron influencias muy presentes en Berlanga. Además, fue un gran admirador del cine clásico de comedia: Chaplin, los hermanos Marx, Buster Keaton, Billy Wilder, Ernst Lubitch… Pero también bebió mucho de la tradición del sainete español, especialmente de Carlos Arniches. Cuando le dieron el Goya en 1993, terminó el discurso de agradecimiento haciendo una mención expresa a Arniches. Todas esas influencias le marcaron mucho. Su vida estuvo marcada por su madre y su esposa, que fueron las dos mujeres más importantes de su vida, de carácter fuerte y bastante autoritario ambas. Sea como fuere, desarrolló cierta misoginia que también se plasma en su cine. Las actrices y las mujeres de sus equipos técnicos siempre dijeron que Berlanga era un tipo exquisito, educadísimo y absolutamente respetuoso con todo el mundo. Berlanga tenía 54 años a la muerte de Franco cuando tenía hecha buena parte de su filmografía, recibido premios en festivales y había sido candidato al Óscar. En paralelo, aparece otra generación de cineastas, y gente como Bardem, Berlanga y otros históricos ya empezaban a ser mayores. Esta melancolía le duró a Berlanga muy poco tiempo, porque tres años después de la muerte de Franco estrena La escopeta nacional y se convierte en uno de sus dos o tres grandes exitazos de público y de crítica, por lo que se ve de nuevo reconocido. A partir de aquí, empiezan a caer los premios y homenajes, el Nacional de Cine, el Príncipe de Asturias y es un personaje muy popular. En 1981 Manuel Hidalgo y Juan A. Hernández Les, publicaron 'El último austrohúngaro', libro de conversaciones con el maestro Luis García Berlanga, el cual Alianza Editorial ha reeditado y ampliado. Hidalgo y Hernández eran dos talentosos y jóvenes críticos de cine a finales de los 70 cuando detectaron la escasez de bibliografía rigurosa sobre el director valenciano. Decidieron proponerle una experiencia similar a la que dio lugar a El cine según Hitchcock (1966), de François Truffaut. Durante cerca de un año los tres se reunieron en distintos escenarios (la casa de Berlanga, su despacho en la Filmoteca Nacional -que dirigía entonces-, su oficina o diversas cafeterías) para abordar, una a una, las doce películas que el director había rodado hasta ese momento, desde Esa pareja feliz (1951) a La escopeta nacional (1978). El resultado fue 40 horas de grabaciones en las que el director, con grandes dosis de humor y sarcasmo, ofrecía impagables anécdotas sobre sus vivencias en la industria del cine al tiempo que abordaba cuestiones peliagudas de la condición humana como la religión, la libertad, la soledad o la tensión entre el individuo y la sociedad.

En muchas ocasiones Berlanga tuvo problemas con la censura, como cuando el embajador de España en Italia Alfredo Sánchez Bella, tras una exhibición privada de El verdugo, previo a su proyección en Venecia, escribió una carta a Madrid en la que denunciaba que la película era una maniobra comunista contra el Régimen. Cuenta la leyenda que por aquella época Franco, en un consejo de ministros, dijo: “Ya sé que Berlanga no es comunista; es algo peor, es un mal español”. En realidad, no quería hacer oposición política, sino dar rienda suelta a su humanismo, aunque seguramente no le gustaría esta palabra. Hay una mirada humanista en su cine, tamizada por la comedia. Puede que respecto a la censura a veces no calculara bien, pero tenía claro que le esperaban sobre todo en el tema del sexo y en la religión. Lo cierto es que también se llevó muchas sorpresas porque el censor a veces no reparaba en cosas que Berlanga pensaba que le iban a cortar y, a veces, le cortaban cosas que él creía que eran tonterías. En la edición de El Cultural del 10 de junio de 2011, los directores españoles José Luis Borau, Emilio Martínez-Lázaro, José Luis García Sánchez, Isaki Lacuesta, Montxo Armendáriz, Manuel Gutiérrez Aragón, Borja Cobeaga, Bigas Luna, Nacho Vigalondo y Enrique Urbizu eligen a su Berlanga favorito y comentan 10 de sus películas. Adicionalmente y gracias al centenario de Berlanga, El País Semanal publico una edición especial el 9 de mayo de este año 2021, titulada “Cien Años de Berlanga. El cineasta que retrató las luces y sombras de España”. En esta, se pueden ver las localizaciones donde rodó y hablan con la gente que frecuentó. También se ven los guiones que la censura le prohibió, charlan con los cineastas españoles que defienden su huella y visitan el tesoro Berlanga, un extraordinario legado que reposa en la Filmoteca Española. También en esta edición se ve como Berlanga tenía una ventaja directamente conectada con su carácter: la tenacidad y el inconformismo. Y cuando se le metía en la cabeza hacer algo, insistía e insistía…De no haber contado con aquellas virtudes, hoy nadie hablaría de tres obras maestras fundamentales en la historia del cine español rodadas durante el franquismo: ¡Bienvenido, Mister Marshall!; Plácido y El verdugo.

La Real Academia Española en su Diccionario de la lengua española, define berlanguiano, como:

1. adj. Perteneciente o relativo a LuisGarcíaBerlanga, cineasta español, o a su obra. Estudiosberlanguianos.

2. adj. Que tiene rasgos característicos de la obra de LuisGarcíaBerlanga. Una situaciónberlanguiana.

Manuel Gutierrez Aragón, contó que en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander se llevó a cabo un seminario sobre la importancia del guion en una película, y asistía una pléyade de ilustres guionistas. Berlanga se dedicó todo el tiempo a criticar los textos que dan origen a una película:

– ¡El guion es como un policía en el rodaje! ¡Hay que acabar con los guiones previos!

Los guionistas presentes se quedaron de piedra.

Berlanga había hecho una escena berlanguiana.





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