Entre marzo y octubre del año pasado se mudaron de casa unos nueve millones de norteamericanos. Y muchos de ellos huyen de las grandes urbes tras la pandemia
Adiós a Nueva York, Bienvenido a Provo
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Por Argemino Barro


En Estados Unidos hay todo un género periodístico llamado 'Por qué me voy de Nueva York'. Cada mes se publican algo así como 10 millones de artículos iguales, en los que un otrora valiente artista, que llegó aquí a los veintipocos años para comerse la Gran Manzana, reconoce su derrota, hace las maletas y se marcha a alguna localidad de la periferia con su pareja y sus dos hijos en busca de algo de espacio y luz natural, lejos de esta Babilonia abyecta donde solo prosperan los ricos. Hay incluso plantillas para escribir tu propia crónica 'Por qué me voy de Nueva York'. La pandemia de coronavirus solo ha acelerado este proceso: la huida de los angostos espacios urbanos, de los ejércitos de gérmenes que un día normal pululan en las barras del metro y de esa humanidad abigarrada en la que se encuentra de todo ha sido una de las grandes tendencias de 2020 en Estados Unidos. Tanto en Nueva York como en otras grandes ciudades costeras.

Entre marzo y octubre del año pasado se mudaron de casa unos nueve millones de norteamericanos, según los cambios de dirección registrados en el servicio de Correos. Los estados en los que más personas hicieron el petate fueron Nueva York y California, en beneficio de estados interiores; dentro de cada circunscripción, el trasvase fue de las grandes ciudades a poblaciones medianas y pequeñas. Como suele suceder en economía, esto supone a la vez buenas y malas noticias. Buenas, porque el pastel económico, excesivamente concentrado en las urbes costeras (uno de los fundamentos del descontento político rural capitalizado por Donald Trump y los medios de la derecha), se estaría repartiendo un poco mejor y podría incluso corregir ligeramente la desigualdad entre la ciudad y el campo.

Un informe del Milken Institute reflejaría este fenómeno, sobre todo en la costa oeste y sus regiones aledañas. Dice el estudio que la ciudad de Estados Unidos con más oportunidades económicas ahora es Provo, en Utah, que ha desbancado del primer puesto ni más ni menos que a San Francisco. Otras joyas de la corona como son Reno, Seattle o Dallas también han bajado en la lista, en beneficio de Palm Beach, Boise, Raleigh o Huntsville, que no están precisamente en el imaginario colectivo. En otras palabras, las localidades del sur y el oeste han reemplazado a las costeras como los lugares de moda para vivir y poner en marcha un negocio. El informe del Milken usa como criterios la creación de empleo, el aumento de salario, la asequibilidad de la vivienda, la innovación y el acceso a internet de alta velocidad.


"Californianos, iros a casa"

Muchos de quienes se han mudado a estas ciudades son californianos. Ya que empresas tecnológicas, como Twitter, Square, Yelp, Dropbox o Pinterest, permiten a sus decenas o cientos de miles de empleados trabajar desde casa, muchos de estos han decidido mudar su residencia desde San José o San Francisco, donde un piso de una habitación costaba más de 3.500 dólares de media en 2019, a las ciudades más cucas de Idaho, Alabama, Florida o Texas. Incluso las corporaciones han puesto tierra de por medio. Hewlett Packard Enterprise y Oracle se han mudado a Texas; otras tecnológicas y empresas de la nube como Qualtrics, Vivint and SmartCitizen han trasladado su cuartel general a Provo-Orem, dos ciudades de Utah que llevan años creando un ecosistema idóneo para reproducir Silicon Valley (lo llaman Silicon Slopes) a menor precio. Entre 2010 y 2017, el número de trabajadores informáticos de Provo-Orem creció un 65%. El año de la pandemia habría incrementado el apetito californiano por un cambio de aires.

Luego están las malas noticias: que la clase media y baja de estos lugares ve cómo los sofisticados californianos hacen dispararse el precio de la vivienda. En Idaho las casas se revalorizaron un 20% el año pasado. Por eso, los lados de la autopista que conecta California con la ciudad de Boise están pintarrajeados con mensajes de bienvenida, como "Calfornianos, iros a casa", "Volved a California" o "Idaho odia a California", junto a caricaturas de 'pijipis' progresistas llamados 'Larry'. Los vecinos airados de Boise no están solos. En localidades de Arizona y Texas, adonde se han trasladado casi 700.000 californianos en la última década, han aparecido pintadas semejantes. Por ejemplo: "No californieis mi Texas". Los californianos de mayor perfil, como el cómico y entrevistador Joe Rogan y el segundo hombre más rico del mundo, Elon Musk, se han mudado al estado sureño en 2020.

Estas situaciones plagan los debates en las redes sociales. "La típica casa privada con un patio frontal o trasero típico, por debajo de 350.000 dólares, se ha esfumado", dice un usuario de un grupo de Facebook de Provo. "Varios estados están viviendo un momento difícil con los californianos dejando su estado en manadas, hasta el punto de que no estoy seguro de que puedan seguir absorbiendo el éxodo". Hay grupos donde los vecinos no solo se quejan de los alquileres o de los precios de venta, sino también de la clásica, sempiterna actitud aparentemente arrogante que los urbanitas del mundo entero desplegan cuando ponen el pie poblaciones más pequeñas. En Boise tienen hasta un candidato a la alcaldía que desde 2019 basa su campaña en el rechazo a los californianos. Del otro lado también se han creado grupos (cerrados) en los que los propios californianos comparten consejos sobre adónde es mejor mudarse, por qué y cómo proceder a cambiar de residencia.


¿El fin de Manhattan?

La costa este vive un fenómeno similar. La circunscripción de Nueva York que se ha vaciado de manera más palpable es Manhattan, donde tiende a concentrarse el dinero. Decenas de miles empleados de las finanzas o de la tecnología pudieron dar rienda suelta, en 2020, a sus sueños de una vida más cómoda en la periferia. Florida, Texas o Nevada han sido de los destinos más apetecibles para seguir trabajando de manera remota sin tener que pagar precios estelares por un apartamento, ni verse expuesto a la abundancia humana en medio de una pandemia. Entre marzo y noviembre del año pasado se marcharon de Manhattan al menos 300.000 familias, según datos de Correos. Un estudio de Unacast calcula que la marcha de los habitantes acaudalados costará a la ciudad más de 34.000 millones de dólares en ingresos perdidos. Por el contrario, ha habido también algo de movimiento inverso: trabajadores que han venido a la Gran Manzana a ocupar empleos temporales ligados a la pandemia, como el reparto a domicilio.
Una de las ventajas, por otra parte, es que los antaño salvajes alquileres se han relajado un poco. En Manhattan, el precio del alquiler descendió en enero más de un 15% con respecto al mismo mes del año anterior. La mayor caída jamás registrada. En Brooklyn y Queens, donde la presencia de las clases medias y obreras es mayor y menores las posibilidades de ahuecar el ala, el alquiler bajó en torno al 8%. La ciudad, que naturalmente se ha quedado también sin turistas, se ha despejado un poco. Uno puede cruzar a pie Times Square, usar el carril bici con algo más de soltura, entrar en un museo o sentarse en una de las terrazas que desde el verano pasado cubren las aceras de barrios enteros. Una realidad que se irá reajustando, previsiblemente, una vez se generalicen las vacunas y asome un poco de la nueva normalidad.

El Confidencial.