La concentración del poder y de la toma de decisiones en China podría transformarse en uno de sus mayores activos
Inteligencia Artificial y Control Político
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Por Alfredo Toro Hardy


En su obra 21 Lecciones para el Siglo XXI, Yuval Noah Harari señala que a finales del siglo XX las democracias superaban a los regímenes autoritarios pues resultaban más eficientes en el procesamiento de la información. La democracia, refería, distribuye el poder para procesar la información y la toma de decisiones entre múltiples centros, involucrando por tanto a una pluralidad de instituciones. Los gobiernos autoritarios, por el contrario, concentran la información y el poder en un punto único. Dada la tecnología del siglo XX, concentrar demasiada información y poder en un solo punto resultaba contraproducente pues no existía la capacidad para procesarla. Ello, inevitablemente, afectaba el proceso de toma de decisiones y multiplicaba el margen de error.

Esto, según Harari, propició el rezago de la Unión Soviética frente a Estados Unidos y jugó un papel importante en su colapso. Las cosas sin embargo han cambiado y, tal como nos indica, el péndulo se mueve en dirección contraria. Con la aparición de la Inteligencia Artificial es ya posible procesar cantidades virtualmente ilimitadas de información de manera centralizada. Más aún, dicha tecnología hace que los sistemas centralizados se vuelvan mucho más eficientes que los difusos en el procesamiento de datos. La principal desventaja de los regímenes autoritarios del siglo XX, concluye, va así camino a convertirse en su ventaja decisiva en el XXI.

Según se infiere de lo anterior, lo que fue una gran ventaja comparativa de los estadounidenses en relación a los soviéticos, va rumbo a transformarse en una manifiesta ventaja de China frente a Estados Unidos. El capitalismo político estadounidense, que replica al capitalismo económico por la proliferación de agentes llamados a intervenir en el proceso de toma de decisiones, podría ahora volverse una importante rémora. Por el contrario, la concentración del poder y de la toma de decisiones en China podría transformarse en uno de sus mayores activos.

Desmenucemos este planteamiento. La Inteligencia Artificial se identifica con algoritmos susceptibles de replicar la capacidad de decisión humana, a través del aprendizaje resultante del procesamiento de datos. Ello, por extensión, implica que a mayor cantidad de datos procesados mayor capacidad de aprendizaje y, por ende, mejores niveles de toma de decisiones.

Ahora bien, tanto en Estados Unidos como en China los agentes primarios encargados de recabar, procesar y analizar la información son entes privados y no los gobiernos mismos. Los siete gigantes de la Inteligencia Artificial son Google, Facebook, Amazon, Microsoft, Baidu, Alibaba y Tencent. Las cuatro primeras de dichas empresas pertenecen a Estados Unidos y las tres restantes a China. La diferencia fundamental entre ellas es que mientras las estadounidenses se precian de preservar su independencia frente a las autoridades, y de trazar una clara línea divisoria frente a éstas, en China se da una relación simbiótica entre dichas empresas y el gobierno central.

En Estados Unidos la información amasada por dichas empresas se entiende como un producto estrictamente comercial, destinado a enriquecer a sus accionistas. Cualquier interferencia gubernamental es no sólo no deseada sino abiertamente rechazada. A la vez, la preocupación principal de las autoridades estadounidenses consiste en evitar el abuso de una posición de dominio por parte de dichas compañías, buscando proteger el derecho a la privacidad de los usuarios. También en China el objetivo primario de dichas empresas es de naturaleza comercial. Sin embargo, toda la información recabada por ellas es puesta al servicio de las autoridades. Más aún, el gobierno central es promotor activo de la vulneración de la privacidad de los usuarios, como una fuente invalorable de control sobre sus ciudadanos.

Tales diferencias tienen sus causas. En Estados Unidos estas compañías se labraron su propio espacio, ante una política de manos libres por parte de las autoridades. A ello se une la cultura anti gobierno propia de Silicon Valley. En China, por el contrario, la búsqueda acelerada de la primacía tecnológica llevó al Partido Comunista a brindar todo tipo de apoyos y subvenciones a las empresas de este sector. Pero en adición a esta cercanía de origen, se añade un andamiaje legal que obliga a dichas compañías a pasar al gobierno toda la información que obtengan.

Las diferencias no terminan allí, sin embargo. El Partido Comunista Chino no sólo dispone de acceso privilegiado a toda la información recabada por el sector privado, sino de la capacidad para concentrar la misma en un punto único a los fines de la toma de decisiones. En Estados Unidos, por el contrario, la información no sólo fluye con extrema dificultad hacia sus autoridades, sino que éstas se encuentran representadas por centros difusos, sometidos a profundas rivalidades interinstitucionales a la hora de la toma de las decisiones.

A no dudarlo, China dispone de una ventaja inconmensurable en este campo.





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