“Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil."
La forma más alta de caridad
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Por Alejandro Marius



“Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas.”


“Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo… Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente.”


En el momento que vive Venezuela, pero que podría aplicar para cualquier país del mundo, en su encíclica Fratelli tutti, el papa Francisco nos ofrece unas premisas de trabajo claves sobre el valor del protagonismo de cada uno, y la importancia de juntarnos con otros para responder a las múltiples necesidades que nos rodean.


El punto de partida de este documento no es una estrategia particular, mucho menos un conjunto de ideas o fórmulas moralistas, sino algo que pareciera de lo más frágil, pero por el contrario constituye la fuerza más poderosa: “un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio”. Y de allí el valor de la fraternidad, de tratarnos como hermanos capaces de llegar a vivir “una caridad social y política” que busca el bien común, el bien de todos.


Estos conceptos parecieran utópicos, nos resultan extraños, como pinceladas de un cuadro abstracto, especialmente cuando los contrastamos con lo que vemos y vivimos a diario, pero, ¿estamos viendo la pintura completa? La verdad es que es difícil comprender estos fenómenos sin hacer experiencia de ello. Estamos hechos para amar, pero qué difícil resulta si no reconocemos ese amor que viene a nuestro encuentro. Muchas veces necesitamos ayuda o queremos ayudar, pero qué sencillo es entenderlo cuando alguien nos da una mano y nos saca del atolladero.


Cada uno de nosotros necesita toparse con personas que encarnen una experiencia así para poder reconocerla más fácilmente. Son gestos pequeños en comparación con todos los problemas del mundo, pero nos hacen respirar y seguir el camino.


Ahora imaginemos el mayor acto de libertad, igualdad y amor que pueda existir en la historia: la energía que genera y mueve todo el universo, el creador de todo se pone de rodillas frente al ser humano y decide hacerse uno de nosotros; además lo hace en un lugar periférico del mapa, sometido por un imperio, en condiciones de pobreza extrema, y a través de la sencillez de un niño para que podamos experimentarlo.


Puedes creer en esto o no, pero si fuese cierto y estuviera presente hoy también, de manera concreta para encontrarlo a través de personas con nombre y apellido, ¿no sería extraordinario y sencillo reconocerlo? De eso se trata la Navidad, y la Iglesia.