El 18 de octubre se recuerdan 75 años del derrocamiento del general Isaías Medina Angarita, un episodio clave en la historia de los últimos años.
La Renuncia de Medina Angarita
      A-    A    A+


Por Jorge Olavarria

En el siguiente texto el reconocido político, ex candidato presidencial, escritor e historiador ya fallecido, ofrece un testimonio inédito de aquellas horas.


En la tarde del 17 de octubre de 1945, el Presidente Isaías Medina tuvo conocimiento que un grupo de oficiales del Ejército estaban conspirando para derrocarlo. En sus memorias Medina cuenta que en ese momento pensó que si ello resultaba cierto, las Fuerzas Armadas sufrirían un grave retroceso pues “si oficiales de esa clase tenían una moral tan baja que les permitiera tratar de subvertir el orden constitucional, por razones que no alcanzaba a comprender, tendría que llegarse a la triste conclusión de que en nuestro medio, pequeños desniveles culturales o profesionales despiertan odios y ambiciones desaforadas” Nunca llegué a pensar-escribió Medina poco después- que mi actuación como jefe del Estado pudiera concitarme odio y animadversión, en el Ejército del que yo formaba parte, y cuya moral aprecio en la vida venezolana había querido aumentar. Creía que mi actitud respetuosa por la Ley, que mi actuación de gobernante que permitió las más amplias libertades que un país puede gozar, y que abordó resueltamente problemas cuya solución eran importantes para modificar nuestra atrasada vida política y social, y nuestro atraso económico, era observada y apreciada por aquellos en cuya lealtad me apoyaba para realizar esa labor”. Estas palabras fueron escritas en el exilio antes que concluyera el año 1948.


“USTED QUEDA DETENIDO”

A las 10:30 de la mañana del 18 de octubre, el Coronel Ruperto Velazco llegó a la Escuela Militar y conminó al Mayor Carlos Delgado Chalbaud, acompañarlo al Ministerio. Delgado aparentó acatar la orden, pero desenfundando su pistola le dijo:”Usted queda detenido Coronel Velazco”. El director, el subdirector, y algunos oficiales fueron arrestados por los conjurados. El teniente Edito Ramírez arengó a los cadetes y los invitó a sumarse a la rebelión. La mayoría acogió la proposición con delirante entusiasmo. En el Palacio de Miraflores, el Presidente Medina recibió el resultado del interrogatorio de Pérez Jiménez y Mario Vargas, oficiales detenidos por sospechosos de conspirar, lo cual confirmó su creencia que todo eran murmuraciones, y lo reafirmó en su propósito de no malograr la carrera de los dos acusados. A la una de la tarde se fue a su casa a almorzar sin saber lo que había sucedido en la Escuela Militar. Al salir, el conjurado mayor Celestino Velazco arrestó a los oficiales leales al gobierno, cerró las rejas y tomó el Palacio. La Escuela Militar de La Planicie, el Palacio de Miraflores, despacho del Presidente y la sede del Ministerio de Guerra con su centro de comunicaciones, y la radio militar, fueron tomadas por los conspiradores sin que nadie del gobierno se enterase.



Medina se enteró de lo que había sucedido porque un oficial leal logró salir de la Escuela Militar fue a su casa a informarlo. Medina llamó al ministro de Guerra Delfín Becerra, y sin saber que Miraflores también estaba tomada le ordenó se trasladarse allí. Cuando a las dos de la tarde Medina llegó a Miraflores, las rejas del Palacio estaban cerradas y el oficial de guardia se negaba a abrirlas. El chofer dándose cuenta del peligro que corrían, maniobró el automóvil en retroceso y siguió hacia el Cuartel Bermúdez. Es en este momento cuando Medina cae en cuenta de la gravedad de la situación. En el Cuartel Bermúdez el Presidente ordeno a los oficiales reunirse en el Casino donde los interrogó uno a uno. Dos oficiales confesaron estar conjurados con los rebeldes. Entonces se recibió la noticia que en el Cuartel San Carlos se oían disparos los cuales desataron una gran conmoción en toda la ciudad. El rumor era que había un alzamiento militar a favor de López Contreras y ello movilizó a centenares de personas que por deber o por solidaridad acudieron a Miraflores. Los primeros en llegar fueron el ex ministró de Guerra, general Manuel Morán y el general Esteban Chalbaud Cardona Inspector General del Ejército y siguieron el general López Centeno, el coronel Valera, el coronel José María Márquez y el general Bruzual Bermúdez. Todos fueron hechos presos. El general López Contreras, que nada tenía que ver con lo que estaba sucediendo acudió a Miraflores. Le siguieron el ministro del Interior, Arturo Uslar Pietri, el Presidente del Congreso, Mario Briceño Iragorry, el Secretario de la Presidencia Pedro Sotillo, viejos gomecistas como el general José María García y el general Pérez Soto; jóvenes sindicalistas izquierdistas como Luis Miquilena, el médico Enrique Tejera y Monseñor Pellín, Todos pensaban que el Presidente Medina estaba allí y todos fueron detenidos. Nadie lo previó ni lo planificó, pero así fue. Esta situación se prolongará hasta pasadas las cuatro de la tarde, cuando la Policía de Caracas, al mando el mayor Santiago Ochoa Briceño empezó a atacar a Miraflores.


TARDE CONFUSA

Para la seis de la tarde, en Caracas, los rebeldes controlaban la Escuela Militar, el Palacio de Miraflores y el Ministerio de Guerra- Todos los cuarteles estaban en manos del gobierno con unos 5.000 hombres bien armados. El comando de la revolución actuaba desde la Escuela Militar y su jefes eran el mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario Vargas y el Presidente Medina operaba desde el Cuartel Ambrosio Plaza Apartando las ordenes que había dado de retomar el Cuartel San Carlos y la autorización dada al mayor Ochoa Briceño de atacar Miraflores, Medina se había negado ordenar un ataque a los cadetes de la Escuela Militar. En Maracay la situación era confusa, con tendencia a empeorar para el gobierno-Pero pasadas las seis de la tarde, tras sangrientos combates y muchos muertos, la moto blindada y la aviación cayeron en manos de los rebeldes.



En el gobierno y en todo el país privaba la idea de que el golpe era lopecista. No sería sino en la madrugada del viernes 19 cuando las radios “clandestinas” empiecen a hablar de la revolución de la “juventud militar “y del “partido del pueblo” que van a conocerse los pormenores de la conjura de Acción Democrática con Pérez Jiménez y su grupo. A las siete de la noche, el general Medina recibió una llamada del general Andrónico Rojas desde Maracay, quien le informó que no tenía recursos para combatir y que la plaza estaba en manos de los insurgentes. Ello cambió el ánimo y la convicción de Medina: si quería salvar su gobierno y aplastar a los rebeldes habría sangre y muerte. A las nueve y media de la noche, el ministro de Obras Públicas, Manuel Silveira, su amigo personal sugirió que para su seguridad pasara la noche en su casa en “El Paraíso”. Medina aceptó pero otras personas objetaron que no estaría seguro allí. Entonces Silveyra ofreció la casa de sus suegros en El Pinar” habitada por sus cuñados Tito y Jaime Oteyza. Tito estaba casado con Marita Scull y Jaime de novio con la hermana Carmita. La madre de ambas, Malula Scull, hermana del director del “Diario de la Marina” de La Habana, estaba de visita en Caracas.

A un cuarto para las diez de la noche, la familia Oteyza-Scull estaba terminando de cenar, cuando llegó Medina acompañado de su primo Pancho Angarita y Manuel Silveyra. Saludó a todos con la simpatía y el calor humano habituales en él, y tuvo frases cariñosas para la señora Malula, recién llegada de Cuba, lamentándose que su visita a Caracas hubiera sido en medio de semejantes acontecimientos. Los anfitriones cedieron a sus inesperados huéspedes la parte alta de la casa e hicieron todo lo posible para que estuvieran cómodos y debidamente atendidos.


DISPAROS A LO LEJOS

Contrariando las versiones de que esa noche Medina se embriagó, estos testigos presenciales aseguran que ello es totalmente falso. Ciertamente llegó a casa de los Oteyza abatido, pero totalmente sobrio, y no consumió ni una gota de alcohol. Había cenado, y en todo caso no quiso comer nada de lo que se le ofreció, y solo bebió el jugo de lechoza que le preparó Carmita. La versión de la ebriedad de Medina en momento tan crítico fue una calumniosa especulación que corría por Caracas. Jaime Oteyza, que salió de la casa para comprar unos víveres a una bodeguita cercana, escuchó a los bodegueros chinos comentar que el Presidente estaba borracho. Medina estuvo el resto de la noche recibiendo informes y dando órdenes. El teléfono no dejó de sonar y tanto él como Pancho Angarita hicieron varias llamadas. Pasadas la doce durmió y el silencio de la noche acercaba el eco de los disparos que se hacían a lo lejos. A eso de las cinco de la mañana Pancho Angarita lo despertó con la noticia de que Maracay estaba definitivamente en poder de la revolución.




LA AMENAZA DEL CAOS

Medina narra el momento de esta manera:” Cuando supe que se había perdido Maracay, y con ella habían caído en poder de los rebeldes las más modernas unidades y lo mejor del armamento, la situación que se me planteó fue de una trágica sencillez. Podía enfrentarme a la insurrección con las tropas leales y ello significaría una guerra civil más o menos larga, fuego y sangre sobre Venezuela, destrucción de vidas y riquezas, atraso, pobreza, desprestigio y acaso una intervención extranjera para proteger la seguridad y los intereses del petróleo, vitales a la economía mundial; o podría, sacrificando mi persona, reducir al mínimum la conmoción, evitar la guerra, y salvar a Venezuela en todo lo posible al caos que la amenazaba” En la mañana del 19 de octubre, el General Medina agradeció a los hermanos Tito y Jaime Oteyza su hospitalidad, y con voz serena pero triste les anunció que iba a renunciar pues no quería más derramamiento de sangre. 



La renuncia de Medina fue muy criticada. Sin duda, de haber acudido a la radio a pedir el apoyo del pueblo lo habría recibido y de haber combatido militarmente a los rebeldes seguramente los habría derrotado; pero ello habría costado muchas vidas, mucha sangre y mucho odio. El dilema era en efecto de una “trágica sencillez”. Y Medina actuó con la nobleza del gran patriota que fue.