El 29 de noviembre de 1947, 33 países de la ONU votaron a favor de la partición de Palestina en dos estados, uno israelí (56%) y otro palestino (44%)
RESISTENCIA Y TERRORISMO
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Ahmad Taha 

Sobre este hecho, el entonces Ministro de la Defensa de los EEUU, James Forrestal, escribió en sus memorias: “Los métodos utilizados para presionar y para coaccionar a otras naciones (para votar a favor de la partición de Palestina) dentro de las Naciones Unidas han sido un escándalo”.

Entre 1948 y 2016 surgieron casi 90 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU en contra de Israel, de los cuales casi ninguno ha sido acatado.

Antes de 1948, los palestinos poseían el 96% de la tierra de la Palestina histórica, hoy en día solo poseen el 4%, después de que los israelíes tomaron el control de casi toda la tierra "a la fuerza" y ante la mirada complaciente y el silencio conspirador de las grandes potencias.

Esto, desde cualquier perspectiva o punto de vista, se le denomina "ocupación", y ante las ocupaciones por la fuerza se vale resistir igual por la fuerza. Esta resistencia es un derecho consagrado como tal por todas las legislaciones del mundo, principios naturales de la vida y por la carta de la ONU.

No se puede permitir que este derecho sagrado sea considerado terrorismo y agresión tan solo porque el poder militar y comunicacional de los ocupantes así lo quiere, lo impone y presiona para convertir al victimario (la ocupación israelí) en víctima.

El prominente Califa (sucesor del Profeta) musulmán Omar Bin Al-Khattab dice: “¿Con qué derecho se esclaviza a los seres humanos cuando sus madres los engendran libres?”.

En todo caso, nada ni nadie justifica el asesinato de civiles inocentes, bajo ningún pretexto. El libro sagrado de la religión islámica, el Noble Corán, lo dice de manera muy clara: “Si alguien mata a una persona, sería como si matase a toda la humanidad; y si alguien salva una vida, sería como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad” (Noble Corán, Capítulo La Mesa Servida, 32), lo cual representa un contundente testimonio de que muchos grupo extremistas (dígase ISIS o similares), jamás aplican el Islam sino lo tergiversan sirviendo los intereses de algunos regímenes tanto orientales como occidentales
 
Estando ya en pleno siglo XXl, es una vergüenza para la humanidad que algunos pueblos siguen viviendo situaciones de opresión peores aún que la propia esclavitud y que las consideraciones e intereses políticos sigan prevaleciendo por encima de los valores universales de los derechos humanos consagrados en casi todas las constituciones de los países del mundo, inclusive en aquellas países que “dicen” patrocinar, defender y velar por estos derechos humanos que se han convertido en pretexto mezquino para intervenir y controlar a países pobres y de poca capacidad para defenderse.



EL MUNDO DE HOY

El mundo de hoy ha llegado a tal punto de descaro que se han invertido los valores y las verdades convirtiendo a la víctima en victimario y al opresor en víctima, de modo que son tildados de terroristas y de ser “mala influencia” los pueblos que resisten ocupaciones y defienden su derecho a la autodeterminación y a una patria independiente, mientras que, irónicamente, se definen como defensores de la libertad, la democracia y la justicia los países que intervienen en otros militar y políticamente y violan los más elementales derechos del ser humano, como por ejemplo, y a modo taxativo y no limitativo, el derecho de ir a la escuela sin trabas ni alcabalas, como lo viven a diario los niños palestinos.

Nada más digno para el ser humano, en este caso el palestino, como defender su derecho a poner fin a la ocupación israelí de su tierra y poner fin a las innumerables prácticas opresoras de Israel tales como la construcción del muro del apartheid (también en pleno siglo XXI), la demolición de casas, la destrucción de olivos y otros sembradíos como manera de venganza (un método jamás visto en la historia de la humanidad) y los asesinatos selectivos, incluyendo familias enteras de los asesinados (entiéndase mujeres y niños), una práctica condenado por el derecho internacional.
 
Es necesario hoy en día abrir un franco y sincero debate mundial con el fin de definir y diferenciar entre “resistencia” y “terrorismo”, buscar los mecanismos adecuados y efectivos para ayudar a los pueblos oprimidos y acabar con la impunidad reinante en la ONU para que sus resoluciones sean acatadas y aplicadas a todos los países “sin distinción”, porque es bien sabido que siguen en pie las prácticas denunciadas por el otrora Ministro de la Defensa de los EEUU, James Forrestal, en el sentido que las potencias recurren a la fuerza para obligar a algunos miembros (contrarios a sus ideologías) a cumplir con las resoluciones mientras no mueven un dedo ante el desacato de otros países (de su misma ideología) de decenas de resoluciones que datan de muchos años y que prácticamente han quedado casi en el olvido.


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