Marruecos demostró que la fe mueve montañas
Hombres de Fe
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Al menos de vez en cuando, se ha convertido en el equipo revelación con base en un colectivo unido, recibiendo solo un gol en cuatro partidos y una entrega global a prueba de todo. Luis Enrique compareció ante los medios de comunicación después de que España fuera eliminada del Mundial 2022 frente a Marruecos en la tanda de penaltis y fue parco en explicaciones cuando le preguntaron por su continuidad.
 
El director técnico que era centro de atención en el mundo del streaming por haber dedicado parte de su tiempo en Qatar a citas regulares en la red social Twitch, se sitúa desde este 6 de diciembre en el ojo del huracán. La prensa de España no ha tenido compasión. No obstante, hasta que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) defina el futuro del banquillo, Luis Enrique aún es el entrenador y tiene mucha tela por cortar como “streamer”.“No es el momento. Tengo más salidas que el metro. Tengo ganas de ver a mi gente. La próxima semana hablaré con el presi. Hay que asimilar esta decepción y llevarla de la mejor manera”, deslizó pospartido.

La eliminación de España ha generado una catarata de críticas, con Luis Enrique en el blanco. Es que el técnico del combinado campeón del mundo en Sudáfrica 2010 en la conferencia de prensa previa al partido contra Marruecos fue preguntado por los penaltis. Esa frase del técnico es pretexto de indignación total en la afición española. “Hace ya más de un año no sé en cuál concentración le he avisado a los jugadores: ‘Señores, tienen deberes. Para el Mundial tienen que llegar cada uno con mínimo 1.000 penaltis tirados en vuestros equipos’. Si esperamos a la concentración para ensayar penaltis no te da tiempo. Imagino que la mayoría habrá hecho los deberes, porque seguramente habrá una eliminatoria en la que tengamos que jugárnosla”, dijo a los periodistas, en declaraciones recogidas por rotativo español, As.Ya sabemos la historia. España acabaría estrellándose ante Marruecos y su arquero Yassine Bounou ‘Bono’ y quedó eliminada en octavos de final del Mundial al caer en la tanda de penales (3-0 tras empate 0-0). Los catalanes no metieron ninguno de sus tres lanzamientos y convertía a Bono, con dos paradas, en un héroe. Un palazo monumental, tanto como el remate de Pablo Sarabia a la madera en el último minuto de la prórroga.Bono atajó dos penas máximas, a Carlos Soler y Sergio Busquets, mientras que Sarabia envió al palo. En el lado marroquí solo erró BadrBenoun y AchrafHakimi, nacido en Madrid y formado en el Real Madrid Castilla, anotó el tiro definitivo para que los ‘Leones del Atlas’ sigan rugiendo en Qatar.

Es difícil explicar la alegría, la emoción, el furor… Son bienes intangibles que conciernen al alma. El cerebro recibe varios gigas de información, le adhiere la circunstancia, procesa todo, lo mezcla con el pasado, con lo que somos y responde con el alma. De ahí salía el festejo marroquí. Era Marruecos país gritando enloquecido. En Catar eran veinte mil, en su patria era treinta y ocho millones saltando, abrazándose, corriendo hacia las plazas para reunirse a desfogar su felicidad. Habían empujado a España del tren del Mundial. Lo bajaron. El país que fue protectorado español lo apeó de la Copa dando un nuevo golpe inesperado en el Mundial de las sorpresas. Por primera vez en la historia Marruecos llega a cuartos de final. Un hito histórico en la competencia. Y hundiendo a su antiguo colonizador.Marruecos demostró que la fe mueve montañas. Al menos de vez en cuando, se ha convertido en el equipo revelación con base en un colectivo unido, recibiendo solo un gol en cuatro partidos y una entrega global a prueba de todo.Marruecos es el éxito de la humildad. El éxito de un grupo de jugadores desperdigados por toda Europa, con más de la mitad de su convocatoria formada por futbolistas no nacidos en el propio país pero que eligieron su “franela” mayormente por razones sentimentales, un guiño a sus raíces tras el cual aparcaron su procedencia para formar parte de una aventura, un reto, un objetivo, único en su vida deportiva.El sentimiento con el que Marruecos encaró el Mundial, sus ganas, su talento, descaro y convencimiento en la entrega se notó desde el primer día, cuando se le plantó a Croacia, subcampeón mundial y que fue el primer equipo en descubrir qué significaban los “Leones del Atlas”. Podía ser la campanada como la que protagonizó ArabiaSaudita ganando a Argentina, Irán ganando a Gales o Japón a Alemania... Pero en cuanto arrodillaron a Bélgica se demostró que la fe estaba acompañada de un carácter a tener en cuenta. Un carácter, una fe, a prueba de todo labrado en las calles, donde muchos niños de origen humilde tienen en la pelota su casi único entretenimiento y lo convierten a menudo en una escuela de vida y en una salida de la pobreza que no pocos futbolistas de esta selección vivió en primera persona en sus primeros años de vida.

A los hinchas marroquíes en las tribunas se les saltaban los ojos de las órbitas, se les veían las amígdalas en el alarido, se apoyaban tan afuera de las barandas de contención que parecían caerse. No hay ninguna actividad humana que promueva el sentido de pertenencia como el fútbol. Un auténtico misterio. Hinchas y jugadores llegaron dispuestos a llevarse este partido. En las tribunas ganaban los marroquíes 7 a 3 en número y en decibeles de aliento, en el campo mostraban un ardor impresionante. En un duelo intensísimo, más parecido a una batalla que a un juego, pareció que a Marruecos le iba la vida en el césped. Dejó todo. Y aunque terminaron 0 a 0, estuvo más cerca de la victoria si contamos los dos mano a mano de Cheddari frente a Unai Simón.

Luego vino el alargue y, por fin, el dramatismo de los penales. Quien patea primero, si convierte, tiene una ventaja psicológica sobre el otro, que va siempre atrás tratando de emparejar. Y el marroquí Sabiri acertó. Tras él ejecutó Sarabia, a quien Luis Enrique hizo ingresar a los 118 minutos exclusivamente para la tanda de penales, porque es un especialista, y lo tiró al poste. Luego, ese magnífico arquero que es Bono, un canadiense hijo de marroquíes que hizo toda su carrera en España, entró en escena y paró dos remates. Es inadmisible que una selección falle los tres tiros que patea. No hubo ensayo, sabiendo que en choques de eliminación directa hay altas probabilidades de ir a este tipo de definición.

España llegó hasta donde podía, de acuerdo a los jugadores que tiene: ninguna estrella. El mejor es Pedri, un “chamo” de 20 años con lucido y lúcido manejo de pelota, aunque sin desequilibrio, además de jugar lejos del arco adversario. El superinfluyente periodismo español promovió a su selección para empresas mayores sin base de sustentación. No está a la altura de Francia, Brasil, Inglaterra, Portugal, Holanda o Argentina. Podría discutir con Alemania, como lo hizo, tal vez con Bélgica o Suiza. Y ganó el partido que podía ganar: ante Costa Rica. Pese a las críticas feroces dedicadas a Luis Enrique, si España aspiraba a alguna gloria era justamente por la audacia de su técnico.
 
Tras conquistar el Mundial 2010, España apenas ha podido conseguir tres victorias en las ediciones siguientes. Frente a Australia, Irán y Costa Rica. Tres sobre 11 presentaciones. Y contra qué rivales… Marruecos sabía que no era imposible vencerlo: ya se habían topado en Rusia 2018, también con empate: 2 a 2. Ganaban 2-1 los magrebíes hasta el minuto 91, cuando igualó España. Esa vez se le escapó por un pelo. Ahora le toca Portugal, sin embargo, tiene la moral por la estratósfera y es capaz de una hazaña: poner al fútbol africano por primera vez en la semifinal de un Mundial. Cada jornada de Qatar 2022 depara un asombro nuevo y está signada por el emparejamiento entre chicos y grandes.

El estadio 974, construido con contenedores, cierra sus puertas para siempre tras el Brasil-Corea del Sur del pasado lunes 5 de diciembre. Ahora será desarmado completamente y desaparecerá. Es el de más bajo costo de los ocho que presentó Qatar: 230 millones de dólares. Albergó cinco partidos de la Copa Árabe en noviembre de 2021 y siete de este Mundial. ¿Será el más efímero de la historia? Fue construido para este torneo y duró catorce días. Ahora habrá condominios allí. Al menos se despidió con una goleada de lujo: Brasil 4 - Corea 1. Que pudo ser ocho a cuatro, por la cantidad de situaciones generadas por ambos. Las “chamas” coreanas suspiran por Son, el crack que juega con el antifaz y es figura en Inglaterra. Es el ídolo nacional. Fue un entrenamiento con público. Apenas 6 minutos 43 segundos necesitó Brasil para quebrar la guardia coreana. Y cuando entró el primero quedó la puerta abierta. A los 35 ya estaban 4 a 0 y, aunque uno no quiera, la mente se relaja. La fiera se ablanda, levanta el pie del acelerador y el partido pierde la tensión que supone un duelo equivalente. Las combinaciones de los hijos de Pelé sobre el rectángulo verde semejaban al billar, a pegarle a tres bandas. La inventiva brasileña es demasiado indescifrable para la rígida estructura mental coreana. Es la improvisación talentosa frente a la táctica férrea y el espíritu de combate. No hay color. Porque los brasileños también luchan. Y tienen esa larga amistad con la pelota. “Cuando juegan bien, juegan bien”,¡qué orquesta! Inglaterra inventó el fútbol, Argentina es la capital de la pasión y Brasil la patria del jogo bonito. El país que mejor lo ha interpretado. Llevan el juego a un nivel inalcanzable para las otras 210 selecciones que el mundo tiene.

Uruguay protestó acremente por su eliminación en primera fase, pero podría estar contento: no debió enfrentar a este Brasil (si pasaba, le tocaba en lugar de Corea). Lo mismo que Ecuador gambeteó el posible choque con Inglaterra. Se salvaron los dos. El problema con Brasil es que si se marca a Neymar quedan Raphinha, Vinicius, Richarlison y Paquetá. Si se marca a Neymar y Raphinha están los otros tres. Y así. Son cinco problemas y ninguna solución. Y está la histórica letalidad brasileña frente al arco rival. Llegan 5 veces y anotan cuatro. Corea dispuso de cinco situaciones netas de gol, marcó uno solo. Le pasa lo que, a Argentina, debe producir ocho jugadas de gol para ganar 2 a 1, así fue con Polonia y Australia. Eso se paga ante una máquina de producir fútbol como esta de Tite. Ahora le toca Croacia en cuartos y no debería tener problemas de avanzar. Si Argentina vence a Holanda se encontrarían en semifinales, una pena porque desde hace décadas el fútbol espera una final del mundo entre los “hermanos”. Un Argentina-Brasil en la final es un acontecimiento como el cometa Halley, pasa una vez cada 75 años. Para nosotros los sudamericanos, no hay clásico mayor en el planeta, ni un Alemania-Inglaterra. Ahí, en las tribunas ganaría Argentina, en la cancha es favorito Brasil.

La mejor noticia para Tite, además del triunfo, es la vuelta de Neymar. No brilló, pero corrió sin dificultades. Su tobillo de cristal pareció recuperado. Cuando nos preguntan a quién vemos para ganar la Copa respondemos: ¿cómo haría Brasil para no ser campeón? Parece imposible. Juega mucho. A los cinco jinetes del Apocalipsis se agregan el mariscal Casemiro en el centro del campo, y tres centrales fantásticos atrás: Militão, Marquinhos y Thiago Silva. Y un arquero de garantías como Alisson. Grandes actores, sentido de equipo, mentalidad ganadora, estilo ofensivo. Mención aparte para Militão: es tan fantástico atléticamente, que se nos antoja el jugador perfecto para intentar anular a Mbappé en un duelo futuro. Tiene sus mismos atributos: velocidad, potencia, elasticidad. ¿Se verán en la final?Las casas de apuestas pagan cada día menos por una eventual coronación brasileña. Devuelven apenas 2,85 por cada euro invertido. No es mucho, pero es tan candidato que igual seduce. Francia paga 5,50, Argentina 7, Inglaterra 8y Portugal 15. Para mejor, en la ruta de abajo del cuadro chocarán Inglaterra y Francia, uno de los dos empezará a pensar en el siguiente Mundial. Tite acuñó en 2019 una frase para el libro de frases célebres del fútbol: “Es imposible eludir el favoritismo, somos Brasil”. Tiene razón.

En el Inglaterra-Senegal, estadio Al Bayt, que significa “la casa”, puesto que semeja una tienda beduina en homenaje a los habitantes del desierto. Lució prácticamente a tope (68.895 asientos), aunque el clima del público no tiene ni el 10 % de efervescencia del de Argentina-Australia. Apenas unos tambores senegaleses con hinchas pintados a la usanza tribal hacen un poco de bulla. Pero muy lejos del atronador “Muchachos… esta noche me emborracho bien…” y del espectáculo que dio la hinchada argentina un día antes. Por suerte ya no asisten los peligrosos hooligans, en verdad no existen más, los exterminó el Gobierno inglés en combinación con la Football Association.

Dirige Iván Barton, árbitro salvadoreño señalado por Javier Castrilli como la revelación del Mundial en cuanto a referato. Otro con nota alta es el venezolano Jesús Valenzuela. Todo ha cambiado. Antiguamente, el silbato era un tópico de ingleses, alemanes, suizos… Es el Mundial con mejor comportamiento, casi no hay expulsados. Apenas 2 en 52 partidos, es decir, nada. Al principio pensamos en una deliberada mano blanda de la FIFA para publicitar el juego limpio, pero en verdad no dio para expulsar. Uno de los que recibió la roja fue el autor del gol de Camerún a Brasil, Aboubakar, por sacarse la camiseta y festejar, el otro el arquero de Gales porque se le iba un delantero y lo bajó fuera del área. Juego brusco.

Inglaterra en un Mundial siempre es buen programa. Siempre les estaremos agradecidos, inventaron el fútbol y no cobraron derechos de autor. Y más contra Senegal, que venía precedido de cierta fama de equipo sorpresa, sobre todo por su potencia física. Aunque es Senegal sin Mané, que es bastante decir. Sadio es el distinto, el goleador, el líder, el pensador de este grupo. Empezó en el mejor conjunto africano. Como siempre, con corridas, con esfuerzo, pero sin precisión en la elaboración, sin ingenio. Nunca tienen “el” crack que haga la diferencia los africanos. Tuvieron una clarísima opción de gol para ponerse arriba en el marcador con un zurdazo de Boulaye Dia que iba adentro, pero lo paró el temperamental Jordan Pickford, el eficiente arquero del Everton. Pero esa preeminencia senegalesa se derritió apenas Inglaterra marcó el gol. Minuto 40, preciso y precioso pase de Harry Kane (pasador fantástico) a Jude Bellingham, entró como cohete por izquierda y sirvió un centro atrás que encontró justo a Henderson, quien llegaba cabalgando y la tocó de zurda. El centro atrás sigue siendo tan letal como siempre, tiene ciento cincuenta años de existencia y es la última moda.Desapareció Senegal y no lo encontraron más. De ahí al final fue cuestión de coser y cantar para los herederos de Bobby Charlton. Kane, con una bomba de derecha, puso el segundo, el más lindo de la noche. Luego Saka decoró el resultado después de un bonito centro de Phil Foden. Senegal, que apeó del torneo a Ecuador, casi no compitió frente a Inglaterra. Lo atacaron poco y le convirtieron mucho. “Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”, dijo el poeta, nadie recordará a este equipo.Tiene gatillo fácil Inglaterra. Le sale el gol por cualquier lado. Delanteros ligeros y todos llegan al área. Un pensante -Kane- dos puntas rápidos -Saka y Foden- y un talento detrás que desequilibra por habilidad y velocidad -Jude Bellingham-. Y algún volante que siempre acompaña. Tiene gran cambio de ritmo en tres cuartos de cancha y sorprende.

En un duelo más apretado de lo que canta el marcador, Francia emitió el pasaje de retorno de Polonia, que tal vez hizo su mejor presentación. Mbappé sigue en modo Terminator, ya suma 5 goles y casi tiene el Botín de Oro en la maleta. Es el hombre bala. Cualquier mortal con semejante poderío físico, si sabe un poquito de fútbol, ya es figura. La Copa promete unos cuartos de final de locura: Argentina-Holanda, con toda la historia que tienen detrás (chocaron en final, semifinal y cuartos de distintas ediciones), e Inglaterra-Francia, un clásico con más rivalidad entre naciones que futbolística. Solamente la enunciación de sus nombres torna imperdible el choque. Solo dos veces se miraron feo en un Mundial y en ambas ganó Inglaterra: 2-0 en 1966 y 2-1 en 1982. Incluso en el historial, los de la tierra de The Beatles van arriba 17 victorias a 9. Pero eso fue antes, ahora es otra Francia, potentísima, evolucionada, campeona, fuerte mentalmente. El personaje clave allí será Kyle Walker, el lateral derecho del Manchester City. Va a ser el encargado de frenar a Mbappé. Un duelo de aquellos, porque Walker también es una maza físicamente, un portento de músculos y tendones. Y con cara de portero de discoteca. Dos toros.
 
El Portugal-Suiza, imperdible por el anuncio de que, por primera vez en dieciocho años, Cristiano Ronaldo sería suplente en la selección lusa. Ello originó una escena surrealista: doscientos fotógrafos desentendidos de los equipos, parados frente al banco de Portugal esperando la salida de Cristiano Ronaldo para fotografiarlo sentado. Y el que entró por él ante Suiza, Gonçalo Ramos, marcó tres goles y dio una asistencia. Cuando Ramos anotó el primero, los suplentes portugueses saltaron eufóricos del banquillo, CR7 no se movió. Su tiempo en la élite parece acabarse (o acabado), aunque él no se rinde y espera marcar un gol más para igualar a Eusebio como máximo anotador de Portugal en Mundiales. En el partido ante Uruguay, el DT Fernando Santos lo había sustituido y luego hubo un penal a favor, que CR7 se perdió de ejecutar. Luego volvió a reemplazarlo ante Corea y esto generó la ira del divo: “Tienes una prisa del carajo para echarme, ¡jódete!”, masculló para Santos mientras salía. Lo captó la TV portuguesa. En la conferencia de prensa previa a Suiza, uno de los enviados del canal se lo preguntó al técnico, quien respondió: “En el campo no vi nada, pero lo que vi luego en la televisión no me gustó en absoluto. Hemos resuelto este problema entre nosotros. Ahora tenemos que pensar en el futuro”. Esto, unido a que tres cuartos de afición reclamaban la suplencia de Cristiano, determinó que saliera como sustituto. Entró al minuto 73, y aunque Portugal anotó seis goles, él no pudo sumar. Encima, Gonçalo Ramos se llevó el balón del encuentro por su triplete.

Cristiano Ronaldo es más rico que nunca, sus ingresos por diferentes rubros están calculados por expertos de marketing en 200 millones de euros anuales. Y cuentan que la marca “CR7″ puede seguir facturando en el futuro en diversos rubros. El portugués es un metrosexual tipo David Beckham, ideal para publicitar ropa, relojes, perfumes, automóviles. Está siempre acicalado, impecable, atlético, es el rey en la industria de la imagen y de las redes sociales. Sin embargo, el crepúsculo de su carrera no le ha sentado bien. Ha tenido una declinación abrupta en su juego. Está en forma, pero duro, y nunca se le cayó la técnica del bolsillo. Durante veinte años ha vendido un producto apetecido: goles. Pasa que ahora los sigue vendiendo, pero no los entrega. Y el cliente -el público- protesta. El diario deportivo A Bola, de Portugal, en lugar de afirmar que no debe jugar, le pasó la pelota a los lectores a través de una encuesta. Preguntó si el goleador debe seguir siendo titular. El 70 % de los votantes, su propia gente, opinó que no. Le pasa en la selección lo mismo que en el Manchester United: ya no lo ven para jugar. Por eso le rescindieron el contrato. Entre otros, está taponando a Rafael Leão, de 23 años, quien brilla en el Milan.

Ya en el juego, Portugal descifró el secreto bancario suizo y lo fundió: no solo lo despachó de la Copa, le obsequió seis goles. Seis a uno es un resultado extraño en octavos de final, sobre todo porque Suiza venía de imponerse con autoridad a Serbia por 3 a 2. Por ese lado, sorprendió. Por el de Portugal no. El ingeniero Fernando Santos lleva ocho años largos al frente de la selección verde y roja, casi no necesita dar charlas técnicas, los jugadores tienen internalizado su libreto y les va bien en todos los torneos internacionales. Con él han sido campeones de la Eurocopa y de la Liga de Naciones. Y ahora dispone de un plantel riquísimo, pleno de figuras jóvenes que triunfan en toda Europa. Está entre los cinco favoritos para alzarse con la Copa. Atención a Portugal, que viene corriendo de atrás…

Transcurrida la fase de grupos y octavos de final de Catar, Messi es la persona más amada del mundo, Mbappé el más temido del Mundial, Jude Bellingham el más buscado, Luis Enrique el individuo más aborrecido de España, el árbitro alemán Daniel Siebert el más odiado en Uruguay, el arquero WojciechSzczęsny el más querido de Polonia, Cristiano Ronaldo el más cuestionado de Portugal…Una encuesta de Euromericas Sport Marketing en alianza con Google en 65 países señala que al 86% de los encuestados les hace felices Messi y que un 72% lo tiene como ídolo, en tanto un 83% quisiera verlo en el partido que mirará por televisión. Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, Asia y África en general y, por supuesto, Argentina, son los países donde el 10 tiene adeptos. La mayoría de las personas responde que lo adora por su juego, naturalmente, pero sobre todo por su personalidad. “Me encanta su sencillez y humildad” ... “Porque le pegan y no se queja, se levanta y sigue” … “Porque ama a los niños” … “por su perfil bajo” … “Porque atiende a todo el mundo” …

Kylian Mbappé es una máquina de Fórmula Uno metida en un campo de fútbol. Queremos recordar otros fenómenos de potencia en el pasado y nos cuesta. De fuerza ha habido muchos, de fuerza combinada con agilidad y velocidad tales, ninguno. Es Usain Bolt con técnica. Un caso excepcional. Puede batir el récord de Pelé de tres Mundiales ganados. Le sobran categoría, equipo y edad. Ya tiene un título, el 2018, puede conquistar este y, si jugara hasta los 35, tendría tres copas más para lograrlo. Además de sus condiciones individuales, un futbolista necesita un entorno favorable para intentar la hazaña y Francia se lo provee. Es una selección atiborrada de talentos. Porque algo debe quedar claro: nadie gana sólo, esto es de once. Si Mbappé jugara en Corea no sería campeón. Tití tiene un fuerte parecido a Pelé, aunque sin la destreza de Pelé. Sí más rapidez de maniobra. O Rei no era lento, aunque tampoco veloz. Pero la irrupción del francés y su carrera nos generan la evocación de Edson Arantes.

Luis Enrique Martínez, técnico español, produce urticaria en España. Que ya es pandemia en la patria de Cervantes. No se le critica tanto su capacidad técnica como el desenfado, su actitud desafiante, en la frontera con la soberbia. En cada pueblito de la península el Real Madrid tiene un 80% de forofos. Es el amo indiscutible. Luis Enrique llevó al Mundial ocho jugadores del Barcelona y dos del Madrid. Más, sabiendo que Cataluña, declaradamente, no se siente parte de España. “Él no es el dueño de la Selección Española”, dicen millones. “¿Quién cree que es…? ¿Cómo se atreve…?” Pero Luis Enrique tiene una seguridad en sí mismo que escuece. Y se ríe de todo. E irrita más. Hay una explicación simple: pasa que los del Barça juegan mejor que los del Madrid. Y pasa que el Madrid no tiene españoles. Los dos que hay mínimamente seleccionables, estuvieron: Dani Carvajal y Marco Asensio. Pese a tan simple explicación, igual lo detestan “Esta no es España”, dicen millones. “El equipo de los mil pases creó dos situaciones de gol, somos el hazmerreír del Mundo”, señalan otros. Muchos querían ver a España eliminada. Marruecos les hizo la gauchada.

Cuentan que, en un bar de Montevideo, unos muchachos juegan dardos apuntando a los ojos de Daniel Siebert, en una foto pegada a la pared. Es el juez alemán que dirigió a la Celeste frente a Ghana. Y acompañan sus lanzamientos con un improperio. Pasaron varios días ya, pero Uruguay sigue reclamando dos penales que Siebert no les concedió. Uno a Cavani, otro a Darwin Núñez. Por eso no clasificaron, protestan. Siebert es el enemigo público nacional. Para peor, avanzaron Argentina y Brasil, lo que da más cólera. Pasarán años, ese apellido no se olvidará en la tierra de Mario Benedetti.

Francia ganaba 3-0 a Polonia, en tiempo de descuento el réferi dio penal a los polacos, lo convirtió Lewandowski celebrando efusivamente el gol, como si ganaran el Mundial. Servía para maquillar el resultado. Y para mejorar los números personales del goleador. Eso no cayó nada bien en Polonia. “¿Qué festeja…?”, se preguntaron todos. En la patria de Lech Wałęsa y Karol Wojtyla prefieren entronizar a Szczęsny, el arquero héroe que atajó dos penales y paró el viento en varios partidos para que la discreta selección blanca y roja alcanzara octavos de final. Hijo de un también arquero y de una jugadora de handball, Szczęsny, quien ataja en la Juventus de Italia, pasó a ser el ídolo nacional.

“Acá en Portugal la televisión, las radios, los diarios, todo el mundo opinando que Cristiano Ronaldo no debe jugar en la Selección. En lugar de hablar del equipo, están todo el día con ese tema”, dice Jackson Martínez, aquel artillero colombiano que jugaba en el Porto y se quedó a vivir allí. Cristiano divide. Está de bajada y la gente reclama que ya no puede más y tapona a los jóvenes, especialmente a Rafael Leão, 23 años, figura del AC Milan campeón de Italia. Pero mientras no marca goles, CR7 tiene cada vez más prensa. Y eso obra como un boomerang en el ánimo de los hinchas. Sofascore lo incluyó en el deshonroso equipo de “El peor once de la Copa del Mundo” junto a cuatro jugadores de Qatar, dos defensas de Costa Rica y otros que decepcionaron. Su tiempo en la élite parece acabado. Está teniendo un final de carrera fatídico, en una fase bajísima de su juego, alejado del gol, con una seguidilla de actitudes infantiles, egocéntricas y peleas con sus entrenadores, encerrado en un vedetismo insoportable. Perdió la titularidad y, parece, cayó del escenario de la élite.

Jude Bellingham proviene de Birmingham, la ciudad de los Peaky Blinders. Tiene 19 años. Y tiene todo: velocidad, gambeta, inteligencia, talento, físico, gol, asistencias, incluso un desplazamiento elegante, toda mercadería muy apreciada... Es la revelación de la Copa y el futbolista más reclamado del mundo al momento. En plena pandemia, sin fútbol, el Borussia Dortmund se animó a pagar 25 millones de dólares por él cuando apenas cumplía 17. Ahora, aunque su valor de mercado es de 100 millones, muchos estarían encantados de quedarse con él incluso dando el doble. Su futuro es inmensamente prometedor. A su edad ya es el crack que guía a Inglaterra junto con Harry Kane. Posee el ingenio del 10, la chispa que enciende a la gente y destraba un partido. Este Mundial es consagratorio para él, su trampolín.

Lo cierto es que, el mandamás de la FIFA, Gianni Infantino ha catalogado al Mundial como el 'mejor de la historia' después de los partidos de grupos y los octavos de final, con asistencia y cifras televisivas récord en todo el mundo. El presidente elogió la calidad del fútbol de los 32 equipos que han competido en la fase de grupos. "He visto todos los partidos, de hecho, y dicho de manera muy simple y clara, esta ha sido la mejor fase de grupos de un Mundial. Los partidos han sido de gran, gran calidad en grandes estadios, eso ya lo sabíamos. Sin embargo, además, el público que ha estado ha sido increíble. Más de 51.000 aficionados de promedio".Infantino continuó: "Tenemos más de dos mil millones de espectadores, lo cual es realmente increíble. Dos millones y medio de personas en las calles de Doha y unos cientos de miles cada día en los estadios, todos juntos, animando juntos, apoyando a sus equipos, un ambiente fantástico, grandes goles, una emoción increíble y sorpresas". Infantino espera que el Mundial "continúe y concluya como comenzó, con un éxito fantástico. Estoy seguro de que llegaremos a los 5.000 millones de espectadores en todo el mundo. Y al final del día, simplemente queremos dar un poco de alegría a la gente de todo el mundo. De eso se trata el fútbol, de eso se trata la Copa del Mundo de la FIFA, y eso es lo que también debería suceder desde ahora hasta el final”.

Qatar empieza a dejar sensaciones. Que se perpetuarán en el tiempo. Los Mundiales dejan huella.
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