Un baterista argentino que muestra que otro universo musical es posible
Sindrome Down con nota musical
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Por: Anatoly Kuemanaev

Tiene una banda que ha lanzado más de 100 discos y es uno de los pocos músicos profesionales con síndrome Down. Ha llamado la atención hacia la visión artística de las personas con discapacidades. El público estalló en gritos de entusiasmo cuando, en un concierto reciente, el líder de la banda subió al escenario y comenzó a marcar el ritmo de la batería, lanzando a su banda en un recorrido improvisado de géneros musicales que culminó una hora después con una ovación de pie de 100 álbumes, ha convertido a su banda argentina en uno de los grupos underground más influyentes de Sudamérica y ha ayudado a cientos de personas con discapacidades a expresar su voz a través de la música.

Tomasín lo ha conseguido, en parte gracias a una visión artística única derivada —según afirman su familia, sus compañeros músicos y sus amigos— de haber nacido con síndrome de Down. Su historia, dicen, muestra cómo el arte puede ayudar a superar las barreras sociales y lo que sucede al hacer un esfuerzo por destacar los talentos de una persona, en lugar de sus limitaciones.
“Hacemos música para que a la gente le guste”, dijo Tomasín en una entrevista en su casa de la ciudad argentina de Río Gallegos, cerca del extremo más austral del país. La música es “lo mejor, lo mágico”, añadió.

Aunque su prolífica producción no ha alcanzado el éxito comercial, sí ha tenido un impacto en la forma en que se percibe a las personas con discapacidades en Argentina y fuera de ella. También ha inspirado a los miembros de su banda, Reynols, a crear talleres para personas con discapacidad.

Y otros músicos con los que han colaborado han lanzado más grupos entre cuyos miembros hay personas con discapacidades de desarrollo. “Gracias a Miguel, muchas personas que nunca habían interactuado con una persona con síndrome Down pudieron concientizarse de su mundo a través de la música”, dijo Patricio Conlazo, un integrante ocasional de Reynols que, luego de tocar con Tomasín, lanzó proyectos para personas con discapacidades en el sur de Argentina.

El enfoque musical poco convencional de Reynols también ha inspirado a músicos establecidos. “Él me recordó que puedes tocar música como te guste, dijo Mitsuru Tabata, un veterano músico experimental japonés que ha grabado con Reynols.

Pero el sonido despreocupado de la banda también tiene sus detractores. Un destacado periodista musical británico, Ben Watson, ha calificado su música de “escándalo molesto” en su libro de 2010, Honesty is Explosive!, donde insinuó que la presencia de Tomasín en la banda era una maniobra publicitaria.

En sus primeros años, la banda tuvo dificultades para encontrar sitios donde tocar y sellos interesados en su sonido de improvisación. Un punto de inflexión se produjo hace casi un cuarto de siglo, en 1998, cuando inesperadamente se convirtieron en una banda de la casa en un programa de la televisión pública argentina, lo que los puso frente a una nueva audiencia. El trabajo convirtió a Tomasín en el primer argentino con síndrome de Down en ser contratado por una cadena nacional.

“Fue revolucionario porque en ese entonces se tapaba de la vista pública la gente con estas condiciones”, dijo Claudio Canali, que ayudó a producir el programa.

Un reportero y una fotógrafa de The New York Times pasaron una semana en Argentina para entrevistar a Tomasín y documentar su vida, tanto en Buenos Aires como en Río Gallegos. Tomasín habla con frases cortas que son en gran medida comprensibles para un hispanohablante, pero que a veces requieren que un familiar que lo acompaña las ponga en contexto.

Tomasín tiene 58 años, aunque, como muchos otros artistas, se quita la edad, insistiendo en que tiene 54. Nació en Buenos Aires, el segundo de tres hijos de padres de clase media. Su padre era un capitán de la Marina y su madre una licenciada en Bellas Artes que se quedó en casa para criar a los niños.

En los años 60, la mayoría de las familias argentinas enviaban a los niños con síndrome de Down a internados especiales, que en la práctica eran poco más que asilos, según su hermana menor, Jorgelina Tomasín. Tras visitar varios de ellos, sus padres decidieron criar a Tomasín en casa, donde fue tratado como sus otros hermanos. De pequeño empezó a interesarse por los sonidos, golpeando las ollas de la cocina y jugando con el piano familiar, lo que llevó a sus abuelos a comprarle una batería de juguete.

Más tarde, al volver de la escuela, Tomasín iba directamente a su habitación y ponía los tres casetes que tenía de principio a fin, haciendo de Julio Iglesias y Palito Ortega una presencia ineludible en la casa durante años, dijo su hermana.

A principios de los años 90, su hogar, muy unido, empezó a separarse, ya que sus hermanos crecieron y se fueron de casa, dejando a Tomasín, para entonces un adulto joven, sintiéndose aislado. Para llenar el vacío, sus padres decidieron enviarlo a una escuela de música, pero les costó encontrar una que lo aceptara.

Un día, en 1993, probaron con un local modesto que encontraron en su barrio, la Escuela de Formación Integral para Músicos, dirigida por jóvenes rockeros de vanguardia que daban clases para sufragar su local de ensayo.

“Hola, soy Miguel, un gran baterista famoso”. Así recuerda el director de la escuela, Roberto Conlazo, que se presentó Tomasín, a pesar de que hasta ese momento, jamás había tocado una batería profesional.



La escuela se convirtió en un inesperado hogar artístico para Tomasín. En un país que sigue profundamente dividido por el legado de una dictadura militar y una insurgencia marxista, era raro que una familia militar siquiera se relacionara con artistas bohemios, mucho menos que les confiara a un hijo. Pero la familia de Tomasín y los artistas acabaron por hacerse amigos de toda la vida, uno de los primeros ejemplos de cómo su ausencia de prejuicios sociales ha influido para que otros reconsideren posturas muy arraigadas.

Su espontaneidad y falta de inseguridades hacían de Tomasín un improvisador natural, resultaba ideal para el objetivo de la escuela de crear música sin ideas preconcebidas.

“Estábamos buscando el universo músico más libre posible”, dijo Alan Courtis, profesor de la escuela. “Miguel fue el despertador para el lado dormido del cerebro”.

Conlazo y Courtis habían tocado en un grupo que acabó convirtiéndose en Reynols, un nombre algo inspirado en Burt Reynolds.

Tras dar a Tomasín unas clases de batería, decidieron incorporarlo al grupo. Sin embargo, su colaboración tuvo un comienzo incierto.

Durante uno de sus primeros conciertos, en 1994, una multitud de estudiantes de secundaria se lanzaron al pogo, que Courtis y Roberto Conlazo avivaron al rociar desodorante en la cara del público, arrancar las cuerdas de la guitarra con pinzas y emitir un ruido espeluznante por unos altavoces primitivos.

Cuando el padre de Tomasín, Jorge Tomasín, se acercó a la banda después del concierto, se resignaron a no volver a ver a Miguel, convencidos de que desaprobaba lo que acababa de ver.

“Chicos, no entendí mucho lo que tocaron”, recuerda Conlazo que dijo el padre, “pero lo vi muy feliz a Miguel. Así que denle para adelante”.

Esas palabras fueron la luz verde para las tres décadas siguientes de una creatividad que ha producido alrededor de 120 álbumes, giras americanas y europeas y colaboraciones con algunos de los músicos experimentales más respetados del mundo. Reynols distribuye en partes iguales las ganancias de los espectáculos y las ventas de música, lo que convierte a Tomasín en uno de los pocos músicos profesionales con síndrome de Down del mundo.

La banda recibió por primera vez una amplia atención nacional con una tocada vespertina en la televisión. Un presentador popular, el médico Mario Socolinsky, había entrevistado a Reynols en su programa “Buenas tardes salud” en donde daba consejos de salud. Impresionado con la integración de Tomasín a la banda, los invitó a convertirse en músicos de la casa del programa, con lo que le dio a Reynols un trabajo improbable que implicaba tocar para una audiencia masiva cinco veces por semana durante un año.

La próxima oportunidad de Reynols llegó en 2001, cuando Courtis y Roberto Colanzo hicieron la primera gira de la banda en Estados Unidos. Aunque Tomasín decidió no acompañarlos, la gira presentó su trabajo a la red mundial de música underground que ha apoyado desde entonces a la banda.

En los años siguientes, el enfoque de la banda en la improvisación impulsó su extraordinaria producción de álbumes. Debido a que cada sesión con Tomasín podía resultar en un sonido distinto, la agrupación ha lanzado decenas de ellas como álbumes en pequeños sellos discográficos en tiradas de apenas unos cientos de copias.

Luego de ver las actuaciones de Tomasín en el programa, familias de toda Argentina se pusieron en contacto con Reynols para pedirles que enseñaran música a sus hijos con discapacidad. Eso llevó a Courtis y los Conlazo a crear un colectivo musical, llamado Sol Mayor, que reunió a personas con diversas discapacidades físicas y de desarrollo para tocar música. Su enfoque, según ellos, pone de relieve la belleza de la música que no sigue las normas occidentales, como tocar en una escala de octavas tradicional.

Inspirados por el trabajo con Reynols, otros músicos han puesto en marcha bandas para personas con discapacidad en Noruega y Francia.

La familia de Tomasín reconoce que pudo darle el apoyo para desarrollar su creatividad gracias, en parte, a su posición económica relativamente holgada, consciente de las desigualdades sociales que impiden a muchas personas con discapacidades alcanzar su potencial.

Hace poco, en un recital de Reynols en Buenos Aires en el que las entradas se agotaron, Tomasín cantó y tocó todos los instrumentos en el escenario frente a 600 fanáticos y después del espectáculo posó con sus admiradores para las selfis.

Este año, Tomasín se mudó a Río Gallegos para vivir con su hermano Juan Mario, un oficial del ejército que ahora es profesor de inglés. Por las tardes, Tomasín baila al ritmo de la música folclórica argentina, cocina y hace de jardinero en un centro local para personas con discapacidades, a menudo vistiendo su camiseta favorita de Reynols.

Los compañeros de Tomasín dicen que su don es ayudar a las personas a convertirse en una mejor versión de sí mismas sin ni siquiera ser consciente de su influencia.

“Él enseña sin enseñar, solo disfrutando de su vida”, dice Conlazo.

El gran plan de Tomasín en el futuro cercano es organizar un concierto en su nueva ciudad y traer a sus compañeros de banda desde Buenos Aires, a 2500 kilómetros de distancia, e invitar a sus nuevos amigos.

“Que vengan a mi escuela”, dijo, “para que todos toquemos juntos”



The New York Times


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