“La noche de anoche”: historia de una revelación volcada en un libro
El Bolero, Sentimiento Trágico del Caribe
      A-    A    A+


Por Yoyiana Ahumada Licea


La noche de anoche, libro de Elsy Manzanares, fue editado por primera vez por el Banco de Venezuela – Grupo Santander. Es un libro inquieto como Daniel Santos. Un tributo a esa “canción de cuna y cama” como la nombrara José Balza. Un libro imprescindible que viene a llenar un vacío en esa historia del discurso musical del amor de este lado del mundo y un homenaje al quehacer en la radio desde el pensamiento y la producción. La segunda edición se hizo en Nicaragua y se distribuyó en toda Centroamérica. Esta vez regresa en una tercera edición, de la mano del sello que fundara Pablo Antillano, Barra Libros Editores, que ahora conduce Luis Oliveros.


Elsy Manzanares

ESE BOLERO ES MÍO
Consagrado en el año 2002 como obra de arte por el Smithsonian Institute de Washington DC, el bolero pareciera acomodarse de regreso al baúl del kitsch latinoamericano. Expresión de la cultura residual del siglo XX, no obstante, sigue acompañando al ser caribe y le muestra el despecho al europeo. El ‘aire’ que da cuenta del sentimiento no tiene fecha de caducidad.
Heredero mestizo del romance cortesano, el bolero viajó al Nuevo Mundo en los buques de comerciantes y trúhanes que se detenían en los puertos de Santiago de Cuba y Veracruz, en los tempranos años del siglo XVIII. Según María Angélica Vizcaíno «en 1840 se observa la transición del Bolero al compás 2 x 4, y en el 60 la desaparición de la seguidilla que la purifica de sus hispanismos…» Pero no fue sino hasta que el canto desplazó la prominencia del baile en los primeros volerós cuando se adueñó del amor en el Nuevo Mundo.
Tal como lo conocemos a partir de 1920, se inscribe en ese gozo masoquista del embeleso por el amor atormentado. En 1998 la Revista Imagen[ le dedicaría una edición especial.
«El amor en las tierras del mar Caribe y, por extensión, en casi toda la América Latina, habla en bolero. Puede haber canciones inolvidables por su melodía o por sus frases. En el bolero ambas cosas están fusionadas tan profundamente, que ningún oyente verdadero podría separar una de otra. Ritmo, melodía, sentido: claves del asunto…No son versos las letras del bolero, aunque muchos bellos versos se cuelan allí: los autores no han buscado la creación metafórica sino cerca del sentido inmediato, es decir, del habla o del susurro…»

DE LA ACROBACIA AL LADRILLITO
La partida de nacimiento del bolero la reclaman mexicanos y cubanos por igual, frente al argumento, de sus orígenes españoles.
Para el maestro Aldemaro Romero el bolero se inicia como una danza: “…el bolero comienza en Cádiz cuando Sebastián Cerezo inventa ese baile llamado bolero, un baile de coreografía, era un baile de tres por cuatro… los cubanos lo cambian a tres por cuatro. Era en tres movimientos; el primero había una coreografía que las parejas debían ejecutar; el segundo cada uno improvisaba para mostrar sus destrezas y en el tercero volvían a la idea inicial del primer movimiento…” Esa idea acrobática se estrella contra la fricción de dos cuerpos en el rincón que representan un amor que desborda el territorio de lo real.

—Fui a España con la intención de investigar el origen del bolero y con ganas de encontrarme con alguien que me dijera que el bolero había nacido en España. Eso para mí hubiera sido una provocación extraordinaria que iba a chocar a los cubanos y los mexicanos que se disputan su origen… Empiezo a indagar y las personas con las que hablé decían no, «eso es de allá de las Américas…» Estuve en Barcelona y en Madrid, pero no hay material bibliográfico ni siquiera. Hay un libro de Eduardo Jovert, yerno de Antonio Machin, pero no conseguí ni a Jovert ni a su libro. Sentí que si bien hay un recuerdo de Machín y Moncho, un catalán gitano que interpreta boleros y rumbas, están Mayte Martín, una cantadora y bailadora, que grabó hace unos años con Tete Monteliú, Martirio y Lucrecia, cantante cubana que vive en Barcelona pero no es ni un culto, ni un género de consumo masivo. No me atrevería a decir jamás que el bolero nació en otro lugar que no sea Santiago de Cuba. Puede ser una habanera, con influencias del danzón, de la zarzuela de España y esas historias que venían en los barcos, contadas por viejos trovadores. No conozco un bolero escrito antes de Tristezas de Pepe Sánchez, ni los mejicanos con su larga historia tienen otro bolero escrito antes de ese… El bolero es una cosa apretadita, el ladrillito, el llanto, la sangre, no ese baile por allá. El bolero para mí, vendría primero del África que de España.
Desde que tuviera el programa en la Emisora Cultural de Caracas a fines de los 80, Elsy Manzanares, periodista, escritora, couch de psicología positiva, activista, experta electoral e investigadora, se dedicó a seguirle la pista al bolero por todo el continente. Llegó incluso a descubrir un rincón del bolero en Guatemala —país donde vivió varios años— atendido por un par de enanas; habitó lo que llama “la piel marcada por la noche…”, esa epidermis bolerística que recubrió la ciudad de Caracas desde Sabana Grande hasta el Parque Central. Atestiguó el surgimiento de nuevas boleristas como Floria Márquez, Gisela Guédez, Lesbia Espinoza, entre otras.
El libro que Elsy Manzanares entrega es una mirada cómplice al bolero y la nostalgia por un arquetipo amoroso afincado en las promesas luminosas del amor como revelación maravillosa, como canta Olga Guillot, en el bolero, La noche de anoche que da nombre al libro. El tono conversacional a lo largo de sus 293 páginas, lo convierte en un recorrido por el imaginario amoroso del género latinoamericano por excelencia: “Desde muy pequeña me sabía la letra de La Barca de Roberto Cantoral, mi madre escuchaba a Carmen Delia Depiní, a Bobby Capó y hasta la atrevida Blanca Rosa Gil, con su bolero Hambre». Este libro, dice, se lo debe entre otras razones, al primer despecho vivido a los 13 años. Él era rockero, ella rocolera “No voy a doblegar mis gustos por tu amor…” y con tamaña frase concluyó el romance. «No acudí a los Rolling Stones… fui directo a escuchar a Armando Manzanero… Esta tarde vi llover y no estabas tú…”

—¿Podríamos aventurar un árbol genealógico del bolero?
—Resurge cuando Cuba alcanza ser una república en 1902, a través de los Hermanos Lecuona: Ernesto y Ernestina; después tendría que mencionar a Consuelo Velásquez que con su bolero Bésame mucho, marca una época y aquí también tenemos al Cuarteto de Las D’aidas, de donde salen Omara Portuondo y Ester Secada; Maria Grever y la mexicana Emma Estela Valdelamar.
Para 1950, se da el fenómeno de Lucho Gatica, con su bolero Reloj y en Cuba Ignacio Villa (Bola de Nieve). En México, el bolero-ranchera con Pedro Infante y Jorge Negrete y luego Javier Solís. En 1956-57: el movimiento Filin, con César Portillo de La Luz, José Antonio Méndez, Marta Valdés, Elena Burke y las orquestas La Sonora Matancera y Casino de La Playa con cantantes como Benny Moré; en México, Agustín Lara interpretado por Toña La Negra. La aparición de los tríos: Los Panchos, Calavera y Los Tres Ases. Ya el bolero se ha hibridizado con el mambo, el son y el chachachá.
En 1960 el bolero toma aire con Armando Manzanero, Pedro Flores, Daniel Santos y Tito Rodríguez, quien a finales de los años sesenta salta de la serenata con Gilberto Monroy; aparecen Xiomara Alfaro y un ‘animal’ como La Lupe… Así mismo, el boom de las orquestas como la Billo’s Caracas Boys con las voces de Rafa Galindo, Felipe Pirela y Alfredo Sadel. En 1970 surge la Fania All Stars, con cantantes como Cheo Feliciano y Héctor Lavoe, grandes del bolero, y Rubén Blades. En 1980 Aldemaro Romero con Esta casa y una voz apadrinada por Manzanero que ‘rejuvenece’ el bolero: Luis Miguel. Es también la década de intelectualización del bolero: universidades y letrados como Carlos Monsiváis, en Mexico, o José Balza y Rafael Castillo Zapata, en Venezuela, discuten el patrón del bolero en la educación sentimental de América Latina. Y se realizan eventos como los Festivales del Bolero para consagrar y mantener vivo al género en la memoria cultural.

EL BOLERO SE ENCUENTRA CON EL JAZZ

—¿El movimiento del Filin marca una impronta en el bolero?
—El filin nace en una calle que se llama Déjame. Yo no sé si eso es premonitorio o los dioses griegos tuvieron algo que ver para mezclar aventuras. Déjame es el nombre de un bolero y la historia para hacer un bolero. Es el dolor y la emoción que te lleva a escuchar un bolero… Los padres del filin son César Portillo de La Luz y José Antonio Méndez, y Portillo decía que ese movimiento surge cuando a mediados de los años 50, empiezan a escuchar, en la radio de onda corta, el jazz y las corrientes musicales del momento. Se reúnen sin ninguna pretensión que no fuera escuchar jazz, componer, descargar e improvisar. De esas reuniones surgen boleros como Tú, mi delirio, uno de los más emblemáticos del movimiento, con más de 60 versiones. En ese momento, sin saberlo, cambiaron la historia del bolero. A partir del filin se incorporan instrumentos de viento y se retoma la guitarra, pero también las letras. Cuando surge el movimiento filin aparecen letras menos cursi y composiciones con influencia del jazz. Como dice Portillo de La Luz, el bolero es antes y después del movimiento filin, con sus turbulentas intérpretes.
Aparece entonces la ‘mujer sentimiento’: Elena Burke voz del filin por excelencia y con ella el capítulo que dedica a las compositoras y las intérpretes.

—¿Qué papel juega la mujer en el bolero?
—La mujer jugó en el bolero el papel de ser musa, pero también escritora de boleros extraordinarios, y cantarlos a toda madre, como dicen en México. El hombre ha sido compositor y también intérprete. Un bolero como Mucho corazón para mí es un bolero que solamente puede ser escrito por una mujer. «De mi pasado preguntas todo que como fue, que antes de amar debe tenerse fe…» ¿Quién habla de fe? La mujer. ¿Cuál es la diferencia entre María Grever y Agustín Lara? Ambos son extraordinarios compositores, aunque posiblemente haya más hombres compositores, pero creo que es una cuestión de los roles asignados a la mujer en los años 20, 30, 40 e incluso 60. Hay una fuente de inspiración que es el amor mismo, hay ese ser que inspira; un talento masculino o femenino y distintas maneras de expresarlo. Creo que la temática delata; revisando los distintos boleros, hay una recurrencia del hombre en la idea de los celos, y en la mujer por la venganza, el hombre es más posesivo y la mujer más vengativa…

—¿La noche oscura del alma está más cerca del bolero que aquel que le canta al amor luminoso?
—El bolero es ese acompañante de esta parte oscura porque ahí hay una intensa soledad y un hueco muy profundo que no lo llena nadie. El bolero logra penetrar y hace un masaje quizá doloroso, pero que al final no deja de ser terapéutico. Cuando acompaña a un hecho de amor, lo que hace es reafirmar, es como una fotografía de lo bonito que estás viviendo.

EN LA INTIMIDAD DE LA LECTURA
Un libro, trasvasado de un programa radial, no podía menos que extenderse en la importancia de la radio como medio que permitió la proyección de ese movimiento musical y generó un sistema de reproducción que lo mantiene vigente en soportes diversos desde el disco de vinil hasta entrada del CD, y ahora en esa rockola portátil, el Ipod.
Manzanares dirá: “…al hablar de bolero se me hace necesario, casi indispensable hablar de la radio. Gracias a ella tuvimos la oportunidad de convertir los delantales en paños de lágrimas y sufrir el desamor con la complicidad de un Philco o un General Electric, pero no todo es dramático porque en el amor se sufre pero también se ama.” La radio será reproductora del ideario sentimental, en una propuesta globalizadora del sufrimiento través de la radionovela y la promoción de nuevos talentos del canto a través de los concursos en toda Hispanoamérica. Luego en su Ejercicio libre sobre el bolero, sienta las bases de complicidad con el lector que prácticamente escucha el libro “….en el bolero siempre está contenido el otro, para bien o para mal, para amarlo o desterrarlo, desdeñarlo o quererlo, odiarlo o celarlo. Llega a cubrir las necesidades que pones en el otro en una fantasía melódica. Así de simple es el bolero…”

Carlos Monsiváis escribió en su libro Escenas de Pudor y Liviandad que en lugar de Rómulo y Remo, hubo una Roma Tropical descubierta por Benny Moré y Daniel Santos. La noche de anoche es bolero desde el título hasta el epílogo, una revista musical por donde desfilan todos los que fueron y los que serán, es el célebre bolero con el que el compositor René Tousset le confiesa su amor a esa dama del llamado bolero camp que es Olga Guillot. Esta disertación de sudores y estremecimientos, del melodrama y el kitsch latinoamericano suma un nuevo documento para continuar celebrando su discurso del morbo amatorio.