De acuerdo a la tradición el 26 de julio de 1527 el factor castellano Juan de Ampiés y el cacique caquetío Manaure, pactaron la fundación de la ciudad de Santa Ana de Coro en la precariedad de las palabras de dos mundos condenados a no entenderse
Corianos de tiempos inmemoriales
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Por Isaac López


Pacto extraño en la dinámica del proceso de conquista y colonización europea sobre este continente, que sin embargo aseguró que los indígenas del grupo del cacique no fueran entregados en encomienda. Esos hechos marcaron el inicio de la Coro mestiza hispano-caquetía, que luego se haría alemana, africana, judía, arabe.

Crisol de pueblos que se hunde en el lejano pasado. Puerta de las entradas y descubrimientos europeos al occidente de lo que hoy llamamos Venezuela, y más allá. Si la advocación a la abuela del mártir cristiano habla de una historia de 495 años, el nombre caquetío Coro designa un tiempo remoto de donde provenimos. Hombres de maíz nos llamaría Asturias.

Raíz, partera, inicio y cause. A veces madre y siempre madrastra. Allí esta Coro, despreciada y odiada, torpemente minusvalorada por los discursos ramplones del progreso y desarrollo mal entendidos.
Sin embargo, ella es el origen de una jurisdicción, el centro que irradió cultura al extenso territorio de la antigua Curiana. La casa del sol. Su gran mérito es la permanencia en la resolana contra todo pronóstico. "La atormentada de la sed", "La ciudad de barro con su río de arena", la han llamado sus cronistas e historiadores. No podrá nunca encontrarse un destino mejor si no entendemos la significación e importancia de Coro. Ni reverencia ni exaltación, aburrida está de tanta palabrería hueca. Comprensión y arraigo es lo que nos exige en este aniversario.
Coro somos todos. Todos somos corianos.