Venezuela no podía escapar a la catastrófica expansión de la pandemia Covid-19 que hoy cubre al mundo entero con las dimensiones de una guerra mundial.
La Guerra del COVID-19
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 Por Manuel Felipe Sierra

Venezuela no podía escapar a la catastrófica expansión de la pandemia Covid-19 que hoy cubre al mundo entero con las dimensiones de una impredecible guerra mundial, ahora gracias a un travieso virus detectado en China.

Las endemias y pandemias siempre han existido y sus estragos están registrados en la historia y también con mucha frecuencia en la literatura. Sin embargo, como era predecible en el actual contexto mundial globalizado y con la presencia determinante de la información digital, las consecuencias de este fenómeno sanitario se han convertido en el detonante de lo que por años se pensó podría ser el producto de la bomba nuclear.

Ello explica medidas impensadas como la suspensión de vuelos durante un mes entre Estados Unidos y los países europeos con las consecuencias que ello supone; sin nombrar las estrictas medidas sanitarias aplicadas a nivel internacional. Basta imaginarse por ejemplo que en Sevilla no se celebrara este año la Semana Santa; que la Torre Eiffel no pueda recibir a sus curiosos visitantes, que Washington (de alguna manera referencia del poder político y militar del mundo) haya declarado la emergencia general, como simples datos de la magnitud de lo que gobernantes y especialistas consideran ya una impensable catástrofe mundial.

Si bien durante las últimas semanas el "efecto coronavirus” activó respuestas preventivas en las instituciones sanitarias nacionales del país, fue solo el viernes 13 cuando fueron detectados dos casos plenamente confirmados en el estado Miranda, según anunció el propio presidente Nicolás Maduro, quien además dictó a la vez un decreto que reproduce las indicaciones y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero que habrán de operar en este caso en el escenario de una crisis global que afecta directamente a la población venezolana. Es más que conocida la situación de los servicios sanitarios; la creciente deserción de médicos y enfermeras; la escases de medicamentos e insumos; la reaparición de enfermedades que se consideraban superadas y los niveles de carencias alimenticias y respuestas hospitalarias según revelan las propias cifras oficiales; todo lo cual configura “una crisis humanitaria” que llama la atención internacional y obliga a una amplia y necesaria ayuda.

Todo ello sin tomar en cuenta las dificultades fiscales (agravadas nuevamente por la caída de los precios del petróleo y el comprobado cuadro de quiebra de Pdvsa), lo cual indica que el gobierno no dispondría de nuevos y suficientes recursos financieros y disponibilidades a la mano para atender la exigencia provocada por el misterioso y costoso virus asiático.

Calificados voceros políticos sugieren que tomando en cuenta el reto que ahora enfrenta no solo el régimen, si no también los venezolanos en general, la necesidad de una tregua o de un compromiso transitorio entre gobierno y opositores para abordar la grave situación y ofrecer a la nación la garantía de un clima mínimo de entendimiento que permita y facilite las respuestas a las consecuencias y los devastadores alcances de lo que significa en la práctica una tercera guerra mundial, pero peor aún, un estallido viral cuyo control no obedece a gobernantes ni ejércitos enemigos, si no a las circunstancias gratuitas de la vida cotidiana.





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