Una vuelta de tuerca hizo que alrededor de Simón Bolívar se construyera un culto laico
Traslado de los Restos del Libertador
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Por Rafael Simón Jiménez


Perseguido, hostilizado, calumniado y defenestrado, tocó al Libertador Simón Bolívar morir en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830. Desde todas las Repúblicas que había ayudado a fundar o a liberar se alzaban voces de repudio a sus ejecutorias o a su permanencia en el poder. Santander en Colombia y Páez en Venezuela fueron el eje de un movimiento que censuraba sus actuaciones, negaba sus glorias y se proponía colocarlo como responsable de todos los problemas y conflictos que se generaban en Colombia, Quito y Venezuela, en medio de un cataclismo secesionista que derrumbaba las bases de su utópica Gran Colombia. Sin embargo, transcurrido relativamente poco tiempo, desde Venezuela e incluso desde quienes habían sido los más fieros exponentes de la reacción anti-bolivariana, comenzó a producirse un cambio de actitud y una reivindicación de la figura y la obra de Simón Bolívar, que terminaría transmutándose en culto. José Antonio Páez, quien siempre trató de solapar o negar animadversión contra la figura del Libertador, y justificó los sucesos separatistas como una reacción generalizada en la población contra la administración bogotana, dio inicio a un proceso que culminaría con el traslado a territorio nacional de los despojos mortales del padre de la Patria.

El 30 de abril de 1842 por decisión del Congreso de Venezuela, se acuerda el traslado de los restos de Simón Bolívar, en la Nueva Granada donde también habían atemperado los ánimos contrarios a la figura y la memoria del grande hombre, ejercía la Presidencia de la República el general Pedro A. Herrán, cuyo gobierno acuerda dar la mayor solemnidad a los actos previstos para cumplir el cometido de las autoridades venezolanas. El 16 de noviembre de 1842 arribaron al puerto de Santa Marta los buques venezolanos Constitución y Caracas, de los cuales desembarcaron el doctor José María Vargas, ilustre galeno, exrector de la Universidad de Caracas, expresidente de la República y senador, el general José María Carreño y el señor Mariano Istúriz, comisión de alto nivel especialmente designada para cumplir el cometido de repatriación. A las 4 de la tarde del 20 de noviembre, se dio comienzo a la exhumación de los restos de Bolívar, que reposaban en la Iglesia catedral de Santa Marta, en presencia de ilustres autoridades y personalidades de Colombia y Venezuela, y del doctor Alejandro P. Reverend, médico que había asistido al Libertador en sus últimos momentos, al removerse la losa de la tapa sepulcral, quedó a la vista el cajón de plomo que resguardaba los restos del ilustre venezolano; el Dr. Reverand, quien había practicado la autopsia al momento de la muerte, testimonió en alta voz, luego de un reconocimiento, que en efecto se trataba del cadáver de Simón Bolívar, el cual fue de inmediato trasladado a una urna cineraria donada por la Nueva Granada.

El 21 de noviembre se cumplió el ritual final para el traslado de la urna hasta el barco especialmente destinado a la repatriación de los restos. Las más altas autoridades de la ciudad, comisionados de ambos gobiernos, comandantes militares, sacerdotes y cónsules acreditados en la ciudad, acompañaron el cortejo hasta el Puerto, donde el general Joaquín Posada Gutiérrez comisionado del gobierno granadino pronunció las palabras de despedida resaltando: “… En este día solemne por tantos títulos, en este día de luto para la Nueva Granada, de que tiene que desprenderse por su propia mano de las preciosas reliquias que hubiera querido conservar eternamente, estoy encargado por el gobierno de mi patria y por la honorable comisión que tengo la honra de presidir, de un deber bien penoso y triste: el de manifestaros para que lo digáis a Venezuela, para que lo sepa el mundo entero, el duelo y sentimiento con que la Nueva Granada se desprende de los restos venerados del Libertador Simón Bolívar”. Solo doce años después, el Bolívar despatriado, calumniado y proscrito, en Venezuela y Colombia, era reivindicado y exaltado en toda su gloria y toda su grandeza, la historia imposible de desfigurar o reescribirse, más allá de lo coyuntural, le devolvía a la Patria su máximo gestor. Comenzaba una vuelta de tuerca, que haría que alrededor de Bolívar, se construyera un culto laico, y que todo su genio, clarividencias y sacrificios, fueran no pocas veces profanados por quienes pretendiendo arroparse con su nombre, cometieron y cometen los más grandes atropellos a la libertad.



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