En estos tiempos de huidas, éxodos y migraciones, la fe es compañía, protección y, sobre todo, parte de un equipaje indispensable
Con la Fe en la Maleta
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Por Macky Arenas


Las razones y la manera como la gente migra es un tema complejo y ciertamente variado. Lo común es la compañía de la fe para quienes creen. Es lo que ha constatado el P. Enrique Yánez, párroco en Caracas, un joven sacerdote que se ha hecho cargo de una comunidad al este de la ciudad en un municipio colindante con el sector más populoso de la capital, Petare, famoso por ser el conglomerado humano más extenso del continente. Sus barrios suben y bajan cerros, serpentean por la urbe y coleccionan historias dignas de contar. Se dice que su tamaño alcanza al de un estado completo del país. Acaba de ser designada diócesis y consagrado su obispo. El P. Yánez tiene, además, su espacio en TVFamilia, un canal católico que transmite desde Caracas con una buena y consecuente audiencia. Este sacerdote se ha dedicado a recoger testimonios de cómo la gente vive su fe en medio del desarraigo y el exilio. Y se ha encontrado con no pocas sorpresas. Es preciso recordar que el venezolano no ha sido de tradición migrante. Más bien acoge migrantes con gran facilidad y lo ha hecho a través de la historia a lo largo de las distintas olas de migración que hemos recibido en diferentes momentos como la II Guerra Mundial, La Guerra Civil española, la revolución castrista en Cuba y las recurrentes dictaduras que ha sufrido el continente latinoamericano.

La fe que llegó a Caracas

“Esas mismas migraciones son las que nos han permitido conocer la fe de otros lugares. Yo he podido conocer las distintas formas de vivir la fe de otros países aquí en Venezuela, gracias a una migración que no sólo trae ropa, documentos e ilusiones en una maleta, sino su fe religiosa”. Y el P. Yánez sabe de qué habla pues es hijo de canarios y, desde muy pequeño, conoció a las siete patronas de las siete islas en el Hogar Canario Venezolano, donde una ermita muestra esas advocaciones además de honrar a nuestra patrona, la Virgen de Coromoto. “Las tradiciones, los bailes, la música, el folklore, las procesiones al estilo canario lo vi yo aquí en Caracas. Igualmente frecuentando la comunidad católica portuguesa que en Venezuela es muy grande por lo que en la mayoría de las parroquias de Caracas hay fiestas a la Virgen de Fátima”, dice. En Venezuela, la libertad religiosa que hemos disfrutado por generaciones ha permitido que cada gentilicio se explaye en sus celebraciones y las comparta. En Caracas hay Iglesias de muchas tradiciones como la ortodoxa griega, rumana, antioquena, greco melquita y paremos de contar. Cada comunidad se organizaba y fundaba su iglesia aportando sus costumbres, ritos y tradiciones.

La fe que salió de Caracas

Hoy en día, el fenómeno ha cambiado. Con la salida de tantos venezolanos hacia otros países, la cosa es al revés: han llevado nuestras tradiciones afuera. “De esa manera –continúa el padre Yánez- hay por todas partes procesiones a la Virgen de Coromoto, bajadas de La Chinita, caminatas de La Divina Pastora, en muchas de las naciones de habla hispana donde quiera que hay venezolanos. Es un fenómeno muy interesante”. Y sostiene con nosotros una reveladora conversación.

_ Pero, ¿qué papel juega la fe en la dura experiencia del migrante, ese que sale a pie y cruza fronteras expuesto a grandes riesgos?

_ Tuve la oportunidad de estar en la frontera colombo-venezolana y allí hablé con muchos de ellos. Sobre todo esos, los que se van a pie. Y me decían: “Padre, a mi me acompaña la estampita del doctor José Gregorio Hernández”. O la Virgen de Coromoto. Otros muestran una crucesita que era de su mamá y la llevan al cuello. Y es que, además del dolor de separarse de su tierra, de su entorno, de su hogar y de su gente, no obstante llevan también la esperanza que les da su fe.

_ ¿Es diferente si el migrante tiene otra condición social y puede viajar en avión?

_ No todo el que se va en avión necesariamente tiene facilidades. Estando en Europa me sorprendió conocer a varios venezolanos llegando en condiciones de marginación, refugiandose en las parroquias que son los primeros lugares de acogida. Una joven pareja, que ya había logrado establecerse en España, me invitó a su casita a cenar un día y lo primero que me mostraron fue una imagen de la Virgen de Coromoto. Cuentan que llegaron con una maleta y pocas cosas, con miedo al no saber qué suerte correrían, si los dejarían entrar o serían deportados, así que llevaron lo esencial. Y entre lo esencial, la esposa enrrolló en una camisa la imagen de la Virgen del Valle, regalo de su abuela el día de su Primera Comunión. Y allí la tenían. Constatas así que el venezolano mete en la maleta sus devociones propias.

La Coromoto es identidad

_ Tenemos unas cuantas devociones, sobre todo porque somos un país muy mariano y casi cada región tiene su Virgen. ¿Ello no enriquece esas preciosas cargas?

_ Claro. Fíjate que la devoción por la Virgen de Coromoto se ha ido diseminando por el mundo entero; ya es conocida en Miami, en toda suramérica y Europa, los principales destinos de los venezolanos que migran. Hace unos 20 años era una desconocida.

_ Es que tenemos tantas, que la mismísima patrona se diluía entre tantas advocaciones regionales muy fuertes…

_ Pero observa que la misma crisis ha ayudado a fortalecer la identidad coromotana pues, al ser la patrona nacional, ha llevado a realzarse en las parroquias en Venezuela. Ella es un símbolo de nacionalidad para los venezolanos que están fuera de la patria.

_ ¿Será eso lo que ha llevado a que esa imagen hoy tenga espacio en templos de diferentes partes del mundo?

_ En Notre Dame de París está la Virgen de Coromoto junto a Ntra Sra de Guadalupe, patrona de América. En Argentina, la Coromoto está en la basílica de Luján, en uno de los nichos laterales. En Madrid ocurre algo muy curioso. Hay una iglesia que tiene la imagen de la Coromoto y cada año se juntan muchísimos venezolanos, entre tres y cinco mil, lo cual ha llamado profundamente la atención de muchos españoles, sobre todo los que viven en Madrid. Se asombran de la devoción por nuestra patrona a la que dedican una misa con música llanera. Tuve, también, la oportunidad de compartir con la Cofradía de la Virgen del Valle de Madrid, a la que tienen en una iglesia que se llama El Santo Cristo de la Victoria y la fiesta de Ella es tal cual como en Venezuela. Acuden muchísimos españoles a ver la bajada de la Virgen y cómo la muestran en el balcón de la iglesia. El día del Valle programan 8 misas y hacen una tremenda procesión por el centro de Madrid. Y la gente me dice: “Estamos contentos porque sabemos que con la imagen de la Virgen del Valle hay un pedacito de Margarita -la isla- aquí con nosotros”.

Despertando parroquias

_ Si eso es con la Virgen del Valle, ¿cómo será el alboroto de los maracuchos con La Chinita?

_ (Risas) Sobre eso tengo dos testimonios muy importantes, en Chile y en Argentina. En Chile hay un joven maracucho -de Maracaibo-, cantante en su parroquia, que tenía un ministerio en música. Él me enviaba fotos y videos de la bajada de La Chinita en Santiago de Chile. Impresiona las miles de personas, la misa criolla, con gaitas y procesión incluida. Por un momento, viendo aquello, me trasladé mentalmente a Maracaibo por lo parecido que es el evento. Hay una inmensa comunidad marabina en Chile. La otra experiencia fue en Buenos Aires. Un amigo caraqueño me cuenta que la fiesta de La Chinita es, igualmente, con las ceremonias, la comida venezolana, las ferias y toda la animación y el cariño que le ponen aquí. Tanto es así, que tratándose de una zona un poco fría a nivel religioso, el párroco está feliz pues los maracuchos que llegan le han despertado la parroquia. Incluso cantan la misa de aguinaldos con la sonoridad de la gaita.

“Callejear” los santos

_ ¿El Nazareno de San Pablo también emigró?

Tengo el testimonio de un joven artista venezolano que realizó una réplica del Nazareno de San Pablo –arraigada devoción caraqueña de los Miércoles Santos- que hoy en día procesiona en Semana Santa en Buenos Aires y aglutina a gran cantidad de personas. Los venezolanos allá se alegran de que no sienten, durante los días santos, el “vacío” de no tener al Nazareno. De manera que las costumbres religiosas venezolanas han contribuido a despertar la fe en muchos lugares.

_ Fuera de Semana Santa lo nuestro, más que procesiones, son caminatas. ¿De dónde nos viene ese gusto por “callejear” los santos y alborotar tanto?

_ Pienso que viene de la tradición de la colonia. Nuestros indígenas eran muy apegados a la danza, a los cantos. Cuando se fusionan las costumbres surge el sincretismo entre las creencias indígenas, la herencia africana y las tradiciones españolas y se crea la religiosidad popular donde los santos bailan, salen a la calle y comparten la vida de los pueblos. Un ejemplo claro es el Tamunangue de San Antonio, las fiestas de San Benito, de San Juan o de Corpus Cristi con los Diablos de Yare. Esto último se ha escenificado en Canarias, donde llama la atención esa danza de diablos que muestra el triunfo del bien sobre el mal. Es preciso decir que los venezolanos tenemos un gran sentido de responsabilidad con las promesas, así que los larenses en Madrid pagan su promesa a San Antonio…con el permiso del sacerdote párroco. Muy a la manera venezolana, pues muchas devociones están ligadas a las promesas y la gente trata de cumplirlas dondequiera que estén. Otro factor que ha hecho extender nuestras devociones por el planeta.

_ Sin duda que la procesión mariana más nutrida de Venezuela es la Divina Pastora, catalogada como la segunda en importancia en América Latina, después del Señor de Los Milagros de Lima. ¿También tiene impacto en el exterior?

_ Una de las más famosas es la caminata de la Divina Pastora que se hace en Miami. Reúne casi tanta gente como acá. Es una procesión semejante a la de Barquisimeto. Pero también en España la hacen. Y se le dedican misas en su fiesta en dos o tres ciudades italianas.

400 misas y 300 reliquias

_ Lo de José Gregorio Hernández no se debe quedar atrás…

_ Ni hablar! Lo de José Gregorio es impresionante. Fui a Dublin (Irlanda) y encontré a una comunidad latina que celebra una misa en español los sábados por la noche. El sacerdote, un dominico colombiano, me mostró un cuadro de José Gregorio que tienen en una esquina de esa iglesia. En una ocasión, nos pusimos a contabilizar cuántas misas se habían celebrado en el mundo en acción de gracias por la beatificación José Gregorio y descubrimos que son más de 400 misas! La devoción por él está hiperextendida. Nos han solicitado más de 300 reliquias de primer grado, pero no nos damos abasto para dar a tantas diócesis fuera de Venezuela. Lo interesante de todo esto es que las devociones venezolanas se han extendido a los países donde hemos tenido que migrar. Advocaciones marianas, beatos, costumbres, todo se ha ido en las maletas para sembrarse por el mundo entero.

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