Es posible ilusionarse con recuperar en Qatar el título para Sudamérica
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Por Hernán Quiroz Plaza


El sorteo del Mundial opacó el final de la eliminatoria sudamericana; sin embargo, aún es tiempo de balance. Apenas han pasado días desde la caída del telón, todavía se festejan las clasificaciones y duelen las eliminaciones. Está todo fresco. Justicia. Más allá de "aquel gol fallado" o "ese penal que no cobró el referí", pasaron los cinco mejores. Ninguno de los que se quedaron en el camino puede reclamar nada. Decepción en la patria de “Gabo”, Colombia, que se quedó afuera. ¿El principal problema de su desolación? Haber pensado de antemano, prácticamente el país entero, que el boleto a Catar era un hecho, que parecía insólito no conseguirlo. El argumento de la calidad de los jugadores no pudo ser sostenido justamente por los mismos jugadores. No dieron la talla. La sobreestimación de capacidades propias generó una altísima expectativa y esto agrandó el desencanto. Se partió de un preconcepto erróneo: de que tenía mejor plantel que muchos otros. Colombia posee buenos jugadores, aunque no superiores a los de Brasil, Argentina y Uruguay y, nombre más, nombre menos, está parejo con Chile, Paraguay y Ecuador. En ese contexto, alcanzaban el objetivo quienes hicieran mejor las cosas. Hubo cinco que lo hicieron mejor. Lo lamentable que aun haya comunicadores neogranadinos mencionando que Colombia a pesar de no haber clasificado al Mundial sigue siendo mejor que Ecuador, Perú y Chile. Tamaña irresponsabilidad.

Desde el arranque fue un proceso torcido, que nunca se enderezó. Queiroz chocó el auto, Rueda no lo pudo arreglar, los protagonistas nunca salvaron la situación y de entrada hubo un mal ambiente en torno a la Selección Colombia. El hecho de haber quedado a un punto de Perú, el quinto, genera mayor desilusión. La pregunta es si este mismo grupo de futbolistas, con Pékerman dirigiendo, hubiese sumado 24 y no 23. No hay forma de corroborarlo, pero no tenemos dudas de que hubiese sacado más provecho. Solo por su excelente manejo de vestuario y su relación amistosa con el grupo. Mérito. El de Brasil y Argentina de terminar invictos una eliminatoria difícil y agotadora como la sudamericana. Con un partido menos que el resto, el cuadro de Tite logró 45 puntos, con 88,23 por ciento de rendimiento. Monstruoso. Además, marcó 40 goles y recibió 5. ¡Cinco en 17 encuentros! Imposible pedir mayor eficiencia. Argentina presenta números menos contundentes, no obstante, lo hizo bien: 39 puntos con un cotejo sin resolver (el suspendido ante Brasil). Nunca se había registrado un invicto desde que se disputa a todos contra todos. Esta vez se dieron dos juntos.

El Perú de Gallese, Advíncula, Zambrano, Trauco, Tapia, Yotún, Cueva, Carrillo, Édison Flores es una obra maestra de Ricardo Gareca, de cómo hizo un aprovechamiento integral de una camada caserita y está cerca de llevarla a un segundo mundial consecutivo. Si Jürgen Klopp, Pep Guardiola, Thomas Tuchel, El “cholo” Simeone vieran cómo funciona Perú con los elementos que tiene, aplaudirían de pie. No pudo contar con un Chumpitaz, un Cubillas, un Sotil, un Cueto, un Velásquez, un Barbadillo, un Julio César Uribe, ni siquiera con Solano o el Chorri Palacios, los últimos próceres, pero les dio valor agregado a los elementos que encontró, les inculcó un libreto, los convenció. Remontada impresionante. Al cabo de la fecha 12, Perú iba noveno con solo 11 puntos. Entonces Gareca señaló en conferencia de prensa: “Estoy seguro de que llegaremos al último partido con posibilidades de pelear la clasificación”. Se dio. En las últimas seis jornadas, Perú consiguió 13 puntos, Colombia 7 y Chile 6.

Uruguay dio un giro radical, venía de un empate y cuatro derrotas consecutivas con el profesor Tabárez, asumió Diego Alonso y, sin tiempo para ensayos, ganó los cuatro siguientes. Incluso con un fútbol más ofensivo, de mejor trato de balón. Sorprendente. Esto demuestra una vez más, y hay mil ejemplos, que cambiar a tiempo puede resultar positivo. ‘Made in’ Europa. Dos de las más notables revelaciones de la competición fueron europeos, hallados bajo las piedras: Ben Brereton, el inglés que actúa para Chile, un tanque con habilidad y gol, y Gianluca Lapadula, el italiano que reemplazó e hizo olvidar a Paolo Guerrero en Perú, un ‘9’ que sabe con la pelota, gran cabeceador y astuto para moverse entre los zagueros. Importantísimo aporte el de ambos. Dada la reducida aparición de nuevos talentos en Sudamérica, la onda es buscar en Europa o América del Norte valores que cumplan la ley de consanguinidad, como los nombrados. Brereton y Lapadula tienen madre chilena y peruana, respectivamente.

El continente entero pareció ensañarse con la eliminación de Chile, que quedó muy lejos, con apenas 19 puntos en la tabla. Una lluvia de memes burlándose de la Roja y de sus más emblemáticas figuras inundó las redes sociales. Esta eliminatoria marca el telón definitivo para la generación dorada (Vidal, Alexis, Medel, Bravo, Isla, Aránguiz, Eduardo Vargas…), por la avanzada edad y porque por dos años o mas no habrá actividad oficial de selecciones. El lapidario balance de Gary Medel: “Es un fracaso grande no ir al Mundial”. No hubo recambio, apenas encontraron a Brereton a la vuelta de una esquina. “La Roja no sabe a qué juega”, mencionó Gonzalo Jara.

Lo sucedido con Colombia, Chile y Paraguay exige que los tres hagan una catarsis. Muchos futbolistas saldrán de sus selecciones y deberán llegar nombres nuevos. Varios por edad, otros por rendimiento. Lo inquietante es que las cinco selecciones que no acudan al Mundial estarán demasiado tiempo sin competición oficial. Desde fin de marzo hasta junio-julio de 2024, cuando llegue la próxima Copa América, no habrá otros torneos, solo la posibilidad de realizar partidos amistosos. Apasionante. Pese a la pandemia que la paralizó en un momento y a que Sudamérica no está hoy en la cima del mundo, la eliminatoria resultó atrapante, emotiva, multitudinaria y difícil para todos. Lástima el VAR y muchos arbitrajes polémicos. Pero también a eso se sobrepuso. Y gustó.

Magia. Se disputaba la última fecha de la eliminatoria para Rusia 2018. Perú llevaba 36 años sin clasificar a un Mundial, se jugaba la vida por un cupo en el estadio Nacional de Lima frente a Colombia y el psicoanalista Julio Hevia dijo en el rotativo ‘El Comercio’: “Durante noventa minutos todos nos sentimos peruanos”. A su vez, el doctor Dennis Vargas Marín, decano de la Universidad César Vallejo, de la capital Inca, señaló algo parecido: “Este partido lo jugamos los 33 millones de peruanos”. Así fue, estaban todos juntos en esa empresa. Y lograron el boleto a Rusia 2018. Eso mismo se vio en esta ocasión cuando vencieron a Paraguay. Y en las tribunas del Monumental de Barcelona de Guayaquil, en el Ecuador-Argentina, con 65.000 personas: esta selección unió al Ecuador, aunque fuera por momentos, por días. Es el fenómeno del fútbol, su asombroso poder de aglutinamiento, de fabricar alegría, de dar sentido de pertenencia, de despertar orgullo. Cuando juega el equipo nacional no hay grietas ni diferencias políticas. Y si en Guayaquil había estadio para cien mil, cien mil iban. No existe otra actividad que logre semejante adhesión. ¿Deporte? Esto es mucho más maravilloso que eso.

Entrando en el tema del sorteo del Mundial, “Uruguay es tan chico que para tirar un córner te tenés que ir a otro país”, decía Marcos Lubelski, empresario futbolístico argentino residente en Montevideo, quien sentía especial cariño por la patria de Artigas. Esa miniatura demográfica, que, toda entera, cabe seis veces en San Pablo, cinco en Buenos Aires y tres en Bogotá, es gigantesca comparada con Qatar. La sede del Mundial es quince veces más pequeña que el territorio uruguayo. En concreto, 15,2 veces cabe Catar en Uruguay. Ese breve emirato de la península arábiga lo logró: se consiguió el Mundial. En diciembre de 2010 se anunció el triunfo de su candidatura, y en todos estos años bramaron y amenazaron con sacárselo Inglaterra y Estados Unidos, desairados en sus pretensiones organizadoras, pero la decisión se mantuvo y ya no hay vuelta atrás. Será el primer Mundial en el mundo árabe. A lo árabe, con toda la fastuosidad de que es capaz la altivez y el orgullo de jeques y emires.

Qatar recibirá un golpe de popularidad arrasador. Empezó a recibirlo con el sorteo del viernes 1 de abril. Los ojos del planeta entero se posaron sobre Doha, la “rascaciélica” capital que escenificará la mayoría de los 64 partidos. Le costó varios centavos (se habla de 500.000 millones de dólares), pero, gracias al fútbol, Qatar será el centro del universo. Nadie volverá a decir “¿dónde queda eso…?”. Sin siquiera mover la pelota, FIFA ha convertido el sorteo de la Copa Mundial en un megaevento universal que paraliza a media humanidad. Todos quieren saber a quiénes enfrentará su selección, cuál es el grupo de la muerte, quién deberá toparse con Alemania (que no es una piedra en el zapato; es un clavo de punta), si se cruzan Irán y Estados Unidos (¡sí…!), y así. El sorteo es ahora un fenómeno comercial; hay que comprar los derechos para televisarlo. No es fácil para el periodismo acreditarse, concurren los máximos dirigentes, todos los entrenadores, exglorias y personalidades de todo tipo. Es una gala galáctica. El sorteo del Mundial semeja a diez entregas de los Óscar, todas juntas, y cuando sacan la bolilla de Brasil equivale a cien cachetadas de Will Smith. El fútbol está varios escalones arriba de todo. Es el entretenimiento convertido en industria, pero con el agregado de la pasión, la tradición, la fidelidad.

Antiguamente, los sorteos eran eventos pequeños; se circunscribían a un acto administrativo. Se alquilaba un salón en un buen hotel, iba un número moderado de delegados y se extraían los papelitos de unos copones de vidrio. Y cuando cantaban el nombre de un equipo, algún funcionario colocaba un cartelito de cartón en el casillero correspondiente. No llevaba más que unos veinte minutos en total. Y nos enterábamos de la conformación de los grupos más tarde, a través de un cable de las agencias de noticias de Associated Press o Reuters. Si alguien andaba cerca del hotel, se metía y miraba la ceremonia. Era todo simple, sin pompa. No había estrellas ni shows ni canciones oficiales ni celebridades invitadas. En 1966 apareció la mascota, el leoncito inglés, Willy, muy simpático. Y los cabezas de serie se elegían a dedo; se hacía una ponderación de la potencialidad de los participantes y se los ubicaba en consecuencia. Para ilustrar: el sorteo del Mundial de Francia en 1938, con una docena de dirigentes y cronistas, todos mezclados detrás de un enorme escritorio. Se pusieron dieciséis papelitos con los nombres de los equipos en un viejo trofeo de cristal. Jules Rimet, el célebre presidente de la FIFA, lideró el acto; subió a su nieto Yves, de seis años, a la mesa y el niño los fue extrayendo uno a uno. Una sencillez que no dejaba de ser bonita.

Muchos periodistas, creyéndose eruditos del deporte rey y que rara vez pegan una, siempre se opusieron a todos los cambios que el fútbol experimentó. Cuando aparecieron las tarjetas (“una tontería”), cuando se pasó de 16 a 24 equipos y luego a 32 (“¡qué vergüenza!”), al jugarse el Mundial en dos países, Corea y Japón (“¡qué locura…!”), cuando se pasó la eliminatoria al sistema de todos contra todos (“otra burrada…!”), al llegar el VAR (“¡es la muerte del fútbol…!”), y así en docenas de modificaciones. Todas resultaron magníficas, aunque nadie se rectificó. Lo más ridiculizado de todo fue el ranking mundial, creado en 1993. “¿Bélgica primero…? ¡Qué estupidez!, ¿quién hace ese ranking…?”. Pero funcionó y es perfecto. Una máquina lo hace: se da un valor equis a cada triunfo según los rivales, los goles y las posiciones, se carga en una computadora y sale al instante, como en el tenis. Y ahora los bombos del sorteo se ocupan estrictamente con base en la ubicación en ese escalafón, por mérito, no a piacere de los directivos. Es más transparente. Antes se arreglaban entre telones los cabezas de serie; ahora hay una norma: el anfitrión y los siete primeros del ranking.

Eso determinó que Alemania vaya al bombo 2 (está 12.° en el ranking) y cayera en el grupo de España (partidazo). Pero el bolillero se portó bien y la integración de las ocho zonas es equilibrada, no hay un grupo de la muerte, nadie se quejó ni hubo sospechas de bolas calientes y frías. Uno de los nuestro, Argentina, tiene una primera fase asequible (Polonia, México, Arabia Saudita). Después, si pasa o no, es otra cosa. Si Escocia derrota primero a Ucrania y luego a Gales en el repechaje faltante de Europa, se encontraría por primera vez cara a cara con Inglaterra en un Mundial, un choque absolutamente imperdible, por la fuerte rivalidad de los “viejos enemigos” (una especie de Argentina-Uruguay) y porque Escocia-Inglaterra es el primer partido internacional oficial de la historia de este juego: empataron 0 a 0 en Glasgow, el 30 noviembre de 1872.

Es posible ilusionarse con recuperar el título para Sudamérica. Tanto Brasil como Argentina han levantado mucho, son buenos equipos, tienen variedad de figuras, excelentes entrenadores y hambre de gloria. La incerteza es cómo les irá contra los europeos; hace tiempo no tienen confrontaciones para medirse. Pero la totalidad de los seleccionados de ambos países actúa en el Viejo Mundo; lo conocen. En este sentido Tite técnico de la verdeamarela fue firme en señalar que la selección de Ecuador será la “sorpresa” de la próxima Copa del Mundo. El combinado dirigido por Gustavo Alfaro debutará ante Qatar en el partido inaugural del Mundial por el Grupo A y luego se verá las caras ante Países Bajos y Senegal. Para Tite, los europeos no esperarán toparse ante un adversario como Ecuador, que se clasificó con antelación en las Eliminatorias y mostró un gran nivel. Lo peligroso es que un Mundial no perdona ni un resbalón; te vuelves a casa al mínimo error. Desde nuestra óptica, los candidatos al título, si el Mundial fuera hoy, serían Francia, España y Brasil, con Argentina unos metros detrás. Alemania está en una crisis de figuras, sin embargo, nunca es descartable por su histórica confiabilidad. Siempre crece en los mundiales. El futbolista alemán juega siete puntos en su club y ocho o nueve en su selección. Toda la vida fue así.

El 21 de noviembre se dará el pitazo inicial y comenzará a rodar La Número Cinco (Al Rihla que significa “el viaje”). Lo más probable es que su caprichoso tintineo mande al “pipote” todas estas previsiones.



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