197 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) suscribieron el Pacto Climático de Glasgow, el cual ratifica el compromiso de lograr que la temperatura del planeta no exceda 1,5 grados centígrados
El Pacto de Glasgow
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Por Luis Xavier Grisanti


El éxito del acuerdo dependerá en buena medida de la activa participación de China, Estados Unidos e India, los tres principales emisores de gases tóxicos de efecto invernadero. Se aplaude la firma de un acuerdo entre China y EE.UU., dirigido a reducir las emisiones, aun cuando no se revelaron sus detalles; así como el anuncio de India de alcanzar el nivel de cero emisiones netas para el 2070. Jefes de Estado y de gobierno, ministros y más de 21 mil delegados y miembros de la sociedad civil participaron en la reunión cumbre en la capital de Escocia. El lograr una matriz energética mundial proveniente de fuentes distintas a los combustibles fósiles para el año 2030, luce demasiado ambicioso.

Varios de los compromisos adquiridos por la Conferencia de las Partes en su 26ta. jornada de dos semanas (COP26 – 31.10/12.11.2021) – los cuales se remontan a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1992) – incluyen: conseguir una reducción global de emisiones, particularmente dióxido de carbono, del 45% para el año 2030; poner fin a la deforestación del planeta para este último año (unos 100 países de la ONU poseen el 85% de los bosques del mundo); disminuir las emisiones de gas metano en un 30% durante la presente década; y cumplir con la meta antes fijada de formar un fondo de US$100 millardos para la mitigación, adaptación y proyectos que faciliten el logro de los objetivos previstos en el Acuerdo de París (2015).

Otros compromisos anunciados de orden genérico en la COP26 son, entre otros: apoyar el crecimiento económico y el desarrollo sostenible; ejecutar el programa de trabajo de Glasgow sobre la Acción para el Empoderamiento Climático; fortalecer la construcción de capacidades y la transferencia de tecnología a fin de disminuir la vulnerabilidad al cambio climático; estimular la participación de la sociedad civil, la juventud, la niñez, los pueblos indígenas y las comunidades locales a objeto de que realicen aportes colectivos e individuales a favor de los acuerdos de la ONU en concordancia con las pautas del Acuerdo de París; combatir la pobreza y la desigualdad de género; incorporar objetivos de reducción de emisiones en la planificación regional, nacional y local; y exhortar a la banca mundial para aumentar la financiación de proyectos que incluyan objetivos climáticos y de conservación y protección ambiental. No hubo acuerdo, sin embargo, en torno de la solicitud de los países más pobres a las naciones desarrolladas, de compensar a los primeros por los efectos ambientales dañinos derivados del cambio climático, el calentamiento global y el deterioro de los ecosistemas, así como el planteamiento de brindar asistencia financiera ante desastres naturales. Desde la industrialización del siglo XIX, los países desarrollados han emitido el 80% de los desechos tóxicos y perjuicios al ambiente a nivel planetario.

Uno de los logros más encomiables de la cumbre de Glasgow fue el anuncio de más de 500 entidades financieras de destinar $130 billones (40% de los activos financieros del mundo) a la financiación de proyectos vinculados a las metas del Acuerdo de París, particularmente aquellos que apunten a obtener que la temperatura global no supere los 1,5 grados centígrados en el presente siglo.

La amplia presencia del sector empresarial privado en la COP26 fue importante y se acordó que en el futuro deberán actuar en forma más estructurada dentro de una mayor coordinación más estrecha con sus gobiernos. Ello implica adaptar los planes de negocio y ejecutar estrategias corporativas que faciliten la transición energética hacia fuentes renovables de energía. La división norte – sur no dejó de estar subyacente en la cumbre de Glasgow, a pesar del compromiso manifiesto de muchos gobiernos y empresas petroleras internacionales y nacionales de adherirse al Acuerdo de París. La búsqueda de una transición energética que discrimine con fórmulas de intervención estatal a los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), afecta las metas de desarrollo de los países exportadores emergentes.

El planeta todavía depende en poco más del 80% de las fuentes de energía fósiles para su bienestar social y su crecimiento económico. Energías renovables como la eólica, solar, geotérmica, corrientes marinas y otras, sólo aportan, juntas, un 2% del suministro mundial de energía primaria. Hay que apelar a la razonabilidad de gobiernos y sociedades civiles en la búsqueda de consensos que permitan arribar a un balance entre desarrollo económico y la utilización racional de todas las fuentes de energía. Para algunos expertos, la cumbre de Glasgow hizo avances tímidos e insuficientes en la procura de obligaciones firmes de reducción de emisiones; para otros, el COP26 tuvo relativo éxito al ratificar las metas del Acuerdo de Paris y comprometer a los 197 países signatarios a ofrecer compromisos más concretos para la COP27. ¡Que así sea!

No olvidemos que el Papa Francisco, en la víspera de la cumbre de París de 2015, publicó su histórica Encíclica Laudato Si, en la cual exhorta a cristianos, creyentes y no creyentes, a cuidar nuestra casa común: La Tierra.