Un partido que se recordará por haber jugado completo diez contra once. La fiesta fue total, sin incidentes. Y un equipo que juega 104 minutos con diez es un campeón fenomenal
BOTAFOGO CON ACENTO VENEZOLANO
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Hernán Quiroz Plaza

“Botafogo, equipo pipoqueiro”, se burlaron en Brasil durante más de medio siglo. ¿Qué es pipoqueiro…? Que, cuando lo aprietan, revienta como la pipoca, en buen criollo, cotufas, que juega grandes partidos cuando los partidos no son grandes. Y que se arruga en las finales. “O única vez grande que nunca ganó la Libertadores”, se mofaban sus rivales cariocas, Flamengo, Vasco y Fluminense. Ni su brillante historia era respetada. Cuando Brasil fue campeón mundial en 1958 y 1962 la Seleção era Botafogo reforzado. Garrincha, Didí, Nilton Santos, Zagallo, Amarildo eran el orgullo alvinegro con la verdeamarelha. Sin embargo, tras el ocaso de Garrincha se fue apagando el fulgor de sus glorias. Y las nuevas generaciones no recuerdan a aquellos héroes. Miran el hoy nomás. Pasaron décadas y más décadas de desencanto. Hasta que el último día de noviembre de 2024…

La historia del fútbol -copiosa- no recuerda un caso igual: el de una finalísima en que un jugador fuera expulsado a los 29 segundos de juego. En ese instante, Gregore de Magalhães da Silva, Gregore para el fútbol, o el Pitbull para los amigos, le aplicó un planchazo bestial (daba para cárcel) en la cara a Fausto Vera. Sangre roja para Vera y tarjeta roja para Gregore. Una irresponsabilidad jamás vista. Botafogo estuvo 64 años esperando ganar una Libertadores y el Pitbull lo dejó con diez desde el saque. A jugar la final entera de la Libertadores con uno menos frente a Atlético Mineiro.

Más pipoca, pensaron en Brasil. La TV mostraba las caras desoladas, angustiadas, incrédulas de los torcedores botafoguenses en las tribunas de River. “Nos gastamos millas de dólares, hicimos el sacrificio de viajar a Buenos Aires, tenemos la ilusión de nuestras vidas y Gregore nos deja con diez en el arranque…” Ese sería el pensamiento unificado que cruzaría las mentes de los miles de hinchas de la Estrella Solitaria. Y la tristeza de algunos millones más en Río de Janeiro. La inmensa mayoría de los técnicos del mundo hubieran hecho automáticamente una modificación clásica: sacar un delantero y poner otro volante de marca en lugar de Gregore para compensar el mediocampo, la cocina del fútbol. En cambio, el entrenador portugués Artur Jorge, en una decisión que lo engrandece, dejó todo como estaba: los dos delanteros, Igor Jesús y Luiz Henrique, y los dos creativos, Savarino y Thiago Almada. “Hemos venido a ganar y seguimos con esa idea”, debía pensar. Y el mensaje implícito llegó a los jugadores, que tomaron con naturalidad la batalla que se les planteaba.

EL GOL
 
Con semejante ventaja, Atlético Mineiro impuso un predominio, aunque estéril, sin profundidad, apenas amenazando con un par de tiros de lejos del increíble Hulk, que a los 38 le sigue dando. Lánguido Atlético Mineiro, tenía todo para hacer, pero no hacía nada. Y al minuto 35 pasó lo increíble: gol de Botafogo. Una jugada por la izquierda armada entre Thiago Almada, Marlon Freitas y su estrella Luiz Henrique (fichado en 23 millones del Betis), un rebote en Junior Alonso y el balón le cayó preciosa, justita, mansa a la zurda que Luiz Henrique, que le pegó con el alma, con la vida, con su pie izquierdo y con el pie izquierdo de los 4 millones de sufridos botafoguenses. Y la número cinco entró. Y el equipo disminuido se puso arriba en el tanteador. La incredulidad pasó a ser perplejidad un ratitito después, cuando el arquero Everson le cometió un penal al mismo Luiz Henrique (amenaza con quitarle el puesto a Vinicius en la Selección) y Alex Telles aumentó la cuenta. Inesperado 2-0 y al descanso.

El segundo período presentó a un Mineiro tocado en su orgullo, se adelantó más y presionó por el descuento, pero no cambió la actitud de uno y otro. Tibia de los de Belo Horizonte, firme y batalladora de los cariocas. Apenas iban 2 minutos del segundo tiempo y un centro directo de córner le cayó en la cabeza del goleador chileno Eduardo Vargas, quien con mucha precisión puso el 1-2 y la esperanza del empate. Que nunca llegó. El mismo Vargas tuvo dos situaciones claras para marcar y se le fueron cerca. Entre la blandura del ataque minero y la solidez defensiva de Botafogo, se fue consumiendo el tiempo. Cuando el reloj señalaba 96 minutos y 48 segundos Junior Santos, una suerte de Sansón con habilidad, remachó el resultado: 3 a 1 después de una jugada individual para guardarla en una cajita de colores. Ni Julio Verne podía haber imaginado este desenlace. Hay gente con suerte en la vida, pero como Gregore… Comete un error monumental, lo echan a los 29 segundos, deja a su equipo inerme en una final que esperó 64 años y los diez que quedan lo salvan y además lo hacen campeón. Estaba para exiliarse en algún lugar de la Polinesia (agrupación de más de mil islas), terminó levantando la Copa.


UN EQUIPO.!

Botafogo es tema de debate en un momento en que muchos países discuten si el fútbol debe ir o no hacia las sociedades anónimas en materia de clubes. Después de varios descensos y decenas de frustraciones, el club había acumulado una deuda de 360 millones de dólares, que hacía peligrar su existencia. El propio Botafogo creó una sociedad anónima para manejar su área deportiva resguardando la parte social y la vendió al empresario norteamericano John Textor, quien, después de poner 81 millones para deudas, invirtió otra suma similar en reforzar el equipo. Botafogo logró el ascenso a fines de 2021, Textor se hizo cargo en 2022. Ese año terminó 11°. En 2023, tras liderar casi todo el torneo y llevar 13 puntos de ventaja, se desplomó y finalizó 5°. Perdió un campeonato increíble, aunque alcanzó a clasificarse a la fase previa de la Copa. Allí comenzó su camino triunfal este año. Botafogo está construyendo el centro de entrenamiento más grande de América, con 19 canchas y 295.000 metros cuadrados. Allí funcionará la fábrica de talentos que Textor (accionista también del Olympique de Lyon y del Crystal Palace), pretende llevar luego a Europa.

Una semana después de haber alzado su primera Copa Libertadores, el Botafogo de Río de Janeiro se hizo con el campeonato de fútbol de Brasil, una conquista con la que pone fin a una sequía liguera de casi 30 años. El Fogão ganó su tercera estrella, la primera desde 1995, al vencer por 2-1 al Sao Paulo en el estadio olímpico Nilton Santos de Rio en la 38ª y última jornada del certamen. Botafogo le bastaba con conseguir una unidad para tocar el cielo y de paso cortar el dominio del Palmeiras, vencedor de las dos últimas ediciones de la liga más poderosa de Sudamérica. En este equipo, el zuliano Jefferson Savarino sumó su segundo título del año. Jefferson David Savarino Quintero, nacido en Maracaibo, 11 de noviembre de 1996 (28 años) ha logrado algo único para un futbolista venezolano. Se consagró campeón con honores por segunda vez en la tierra de Pelé y con clubes diferentes. Savarino disputó un total de 28 partidos, de los cuales 22 fueron como titular. Su contribución al ataque fue notable: 8 goles y 7 asistencias, sumando un total de 15 participaciones en goles. Además, registró 74 pases decisivos y 11 grandes chances creadas, lo que refleja su habilidad para generar oportunidades y su visión en el campo. En total, acumuló 2013 minutos de juego, siendo una pieza fundamental en la conquista del torneo por parte de Botafogo, que no lo ganaba desde hace casi tres décadas. Para poner en evidencia el momento dulce de Savarino, gran parte de la creatividad ofensiva del Botofogo pasó por sus botas en la Copa Libertadores. Lo del vinotinto es para enmarcar. Es uno de los máximos ídolos de Botafogo y se consolida como el mejor venezolano en la historia del fútbol de Brasil.

EL CHEQUE

En la ceremonia de premiación, la Conmebol le entregó a Textor un cheque gigante por 23 millones de dólares. Lo mismo que pagó por Luiz Henrique. A eso hay que sumarle todos los premios anteriores, desde segunda fase hasta semifinal. Una fortuna. Y clasificó a la Copa Intercontinental (debuta ante el Pachuca) y al Mundial de Clubes. Ahora empieza otra historia. Le sacó brillante al apodo de O Glorioso. Fue una final preciosa y curiosa. Asistieron 72.000 hinchas (58.957 pagantes), todos brasileños, con clara mayoría de Botafogo, a razón de dos por uno. Funcionó lo de partido único y campo neutral. Un partido que se recordará por haber jugado completo diez contra once. La fiesta fue total, sin incidentes. Y un equipo que juega 104 minutos con diez es un campeón fenomenal.




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