VIP Rodolfo el reno
Por Brian Figueroa
El ayudante más famoso de Santa
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Cuando pensamos en la Navidad, la imagen que nos viene a la mente es aquella de un trineo volando por el cielo nocturno, tirado por un grupo de renos y, entre ellos, hay uno que brilla con luz propia: Rodolfo, el reno de la nariz roja. Su historia es conocida en todos los rincones del mundo como una historia de lealtad y, si le preguntan, una comedia salpicada de drama familiar.

La vida de Rodolfo no siempre fue un cuento de hadas. Desde pequeño, su familia, un clan de renos de apariencia impecable, lo miraba con cierta extrañeza. Su padre, un reno condecorado por su elegancia, solía decirle: "Hijo, tu nariz es... peculiar". Los otros renos tampoco ayudaban; las burlas y las miradas de lado eran comunes. Sin embargo, Rodolfo siempre sintió que su nariz era especial. En lugar de considerarla una imperfección, la veía como un don. Si se le pregunta cómo se define, responde con orgullo: “Soy un reno con una particularidad única, y eso me hace extraordinario. Soy el faro de la esperanza, el que guía a mi equipo en las noches más oscuras.”

El camino de Rodolfo como repartidor de regalos comenzó una Navidad de 1939, en una noche espesa de niebla. Santa estaba preocupado, ya que los demás renos no podían ver más allá de sus narices. Fue entonces cuando la nariz de Rodolfo, que había brillado tímidamente durante toda su vida, se encendió con intensidad. Santa lo llamó y le pidió que liderara el trineo. Aunque al principio tuvo miedo, al aceptar su destino, su nariz iluminó el camino. Desde ese momento, su misión se convirtió en ser el guía del equipo de renos, para que cada regalo llegue a su destino.

Rodolfo revela con humor que su nariz es una herramienta de alta tecnología. "Mi nariz no sólo alumbra, ¡también es un radar!", bromea. "Puede detectar la ubicación de cada chimenea, sin importar lo lejos que esté. Es un trabajo en equipo, y mi nariz es la brújula". Sus compañeros renos: Dasher, Dancer, Prancer, Vixen, Comet, Cupid, Donner y Blitzen, son esenciales en esta operación mágica.

Fuera de la temporada navideña, Rodolfo se dedica a coleccionar adornos navideños de diferentes partes del mundo. También disfruta practicar su carrera en la nieve para mantenerse en forma. Su actividad preferida es sentarse junto a Santa en su taller, escuchando las peticiones de los niños. Recuerda una vez cuando un niño pidió un regalo inusual: un juguete para su perrito enfermo. Al ver la felicidad en el niño al recibir el reno de peluche, Rodolfo comprendió que su labor iba más allá de entregar juguetes… se trataba de llevar esperanza.

Mirando hacia el futuro, Rodolfo no tiene planes de retirarse. "Mientras la Navidad exista y la gente siga creyendo en la magia, yo estaré aquí, listo para guiar el camino", asegura. "Mi nariz seguirá brillando para que ningún niño se quede sin su regalo", dice, afirmando que siempre estará frente al trineo, guiándolo por las noches de Navidad, alumbrando el camino para que las próximas generaciones de renos aprendan a repartir la magia.