Esta valenciana nació convencida de su talento y, gracias a su intuición, tenacidad y claridad ante lo que quiere, ha logrado lo que tiene hoy: una carrera que despegó con fuerza y le permite llevar su arte a quienes buscan alegría, paz, color y libertad en una pieza
Creciendo con su arte
Joven, determinada y talentosa. Esas son las palabras con las que definiríamos a Valentina Giuffrida, pero ella prefiere describirse a sí misma como alguien que desde pequeña ya era consciente de que era diferente. Es clara al definirse como una “enamoradiza, sensible y bastante torpe para las ciencias y los números”.
Lo cierto es que esta joven artista nace un 4 de mayo y, a diferencia de muchos de sus compañeros del colegio, la historia y el arte, lejos de aburrirle, le llamaban poderosamente la atención de manera respetuosa. Esto, entre otras cosas, le hicieron entender que su lugar no era una oficina tradicional, sino los rincones donde pudiera dar rienda suelta a su talento con libertad y alma.
El inicio
Identificada con los artistas porque aspiraba a tener libertad tanto económica como humana, no dudó en buscar su camino desde temprano, escogiendo al graduarse de bachillerato una carrera que luego abandonó. Tal como compartió con nosotros en esta entrevista: “Comencé estudiando Artes, mención Diseño Gráfico y, sin saber a quién se le ocurrió la idea de juntar dos carreras tan distintas, la dejé. Los artistas plásticos en Valencia están obligados a estudiar un oficio que no tiene nada que ver con las artes y la dejé, tal como como quien deja una relación tóxica”.
Pero ya estaba atrapada desde siempre por el arte. Valentina, mientras se sigue fortaleciendo como mujer, va creando un arte ecléctico que combina surrealismo con pop art, diversa y amorosamente desplegada junto a tonalidades que escoge aplicando inicialmente teoría y psicología del color y, últimamente, mucha intuición.

Entrando por la puerta grande
Ella está convencida de hacer actualmente un tipo de arte que transmite feminidad. También expone cultura latinoamericana y espiritualidad y, a la vez, busca llevar alegría y vida a quien disfruta de este talento que se ha desplegado gracias a su capacidad autodidacta y a personas claves, como su maestro madrileño Alejandro Carpintero, a quien dice deberle mucho de lo que ha aprendido.
No ha dejado de estudiar desde que entendió el talento que tiene y dice que despierta comienza a sumar aprendizajes porque “los artistas visuales cada vez que abren los ojos para un nuevo día, ya están estudiando a través de la observación”.
Esta convicción la ha llevado también a no perder oportunidades que se le presentan para desplegar su arte y demostrarla con fuerza, conciencia y amor reflexivo. Para muestra un botón: su audaz participación en el 2020 en el proyecto “Meninas Madrid Gallery”, con una propuesta socialmente impactante y profunda, denominada
“Grito de Roraima”, que expuso las condiciones en las que viven las mujeres de las comunidades indígenas del Amazonas. Esta creación y exposición a cielo abierto significó un antes y un después en su vida profesional y laboral.
Arte en detalle
La energía artística de Valentina se renueva constantemente. Conserva su batería cargada a través de música, exposiciones y películas. Mantiene así su arte creciendo a través de más arte, uno que trabaja bajo técnica mixta con óleos, acrílicos y sprays mientras sueña con, a futuro, desarrollarlo en departamentos de arte audiovisual en cine o directamente en los especializados en utilería.
A esta valenciana le gusta mantener en alto su energía creativa -para ella, la más poderosa que hay- y crear de la nada, mientras vive la vida honrando y sacando provecho máximo a lo que describe como su don artístico, porque además disfruta lo positivo de estar cumpliendo su propósito y de que, a través de sus obras, pueda contribuir a hacer del mundo un lugar más bonito.
De los otros detalles de su trabajo que la hacen enorgullecer y sentirse aliviada al estar en el camino correcto, es constatar con sus propios ojos que sus obras dan la oportunidad de sonreír a los otros, tal como pudo hacerlo hace poco durante el “Artist 360”, de la feria del arte de Madrid, donde observaba que los espectadores al llegar a su stand sonreían.

Haciendo en Venezuela
Nuestro país la volvió a recibir con los brazos abiertos luego de una etapa de aprendizaje europeo. Para Valentina, Venezuela “te empuja a ser mejor. Esa cultura de no rendirse siempre está presente. He visto cómo nos hemos caído mil veces, nos hemos levantado de nuevo y siempre hacerlo con actitud optimista y ganas de hacer las cosas bien hechas. Para mí, Venezuela es una escuela de resiliencia”.
Y bajo esa resiliencia, continúa creando diariamente. Su proyecto más reciente -y en el que está enfocada para hacerlo crecer- es “Gigi’s Lab”, que nació al volver al país y le permite hacer arte personalizado, transformando bolsos y zapatos, mientras combina moda y arte. Quiere abrir una tienda física y seguir laborando junto a otros artistas que deseen desarrollar su estilo propio en cada pieza.
Asimismo, sus sueños personales la hacen verse en otros mercados, pero siempre pintando.


Un artista que te haya servido de inspiración
Siempre quise pintar como Caravaggio.
Museo con el que anhelas estar
El MoMA en Nueva York
Una frase para los jóvenes artistas
No cedas ni tengas plan B.
Tu obra propia favorita
“Historia de un taxi”, hecha a través de mis canciones favoritas: “Farolito” de Voz Veis, “Historia de un taxi” de Ricardo Arjona y “Corazón Partío” de Alejandro Sanz.
¿Tienes alguna rutina para trabajar?
Ropa cómoda, audífonos y una bailadita antes de comenzar.
¿Qué haces en tu tiempo libre?
Me gusta conocer personas interesantes e inteligentes que me nutran, ver películas clásicas o simplemente disfrutar de “el dolce far niente”.