Por Sjandra Rendon
En el año 1978, Carlos Machado escribió para la Revista Líneas un informe en el que recogió la mayor cantidad de datos posibles para esclarecer los pormenores de la construcción de la Planta hidroeléctrica Izcaragua, teniendo como base a su abuelo, Oscar Augusto Machado, quien fuera ingeniero de la Electricidad de Caracas y que manejaba con precisión la historia de principio a fin.
Machado inicia su relato manifestando su sorpresa por varias cosas: empezando por la poca información que se tenía de dicha planta debido a que eran pocos los trabajadores disponibles que quedaban, así como por la forma mística en que llevaban su trabajo y finalmente por lo mucho que se logró hacer con tan poco recurso humano.
En esta reseña se explica que, una de las razones por la que dicha planta no funcionara, fue debido a que no se pudo hacer la reparación de un tanque que surte de agua para su respectiva operatividad por el alto costo que aquello significaba en ese momento y ese fue su fin. Luego sus equipos fueron trasladados para la subestación de Curupao, ubicado en el municipio Ambrosio Plaza, en Guarenas.
Pero esta información tan superficial no fue suficiente y Carlos Machado queriendo saber qué ocurrió realmente con la Planta Hidroeléctrica Izcaragua de principio a fin, -junto a su abuelo- comenzó un recorrido por la historia de la Electricidad de Caracas.
La historia comienza con un informe presentado por el ingeniero Oscar Machado en el que evaluó las capacidades de aprovechamiento de las quebradas del río, presentando un reporte completo de los aforos.
Pero en este informe de los aforos de las aguas, el ingeniero Machado no trabajó solo, sino que necesitó de la compañía y el conocimiento del Pablo Casanova Tovar, quien fue el encargado de la hacienda Izcaragua, entregando el 19 de marzo de 1920 los detalles de las quebradas Naveran, El Guamal, Dos Quebradas, El lindero. Todo esto les llevó a la conclusión que las quebradas mencionadas se reunían en dos canales cuyo punto medio presentaba la condición ideal para construir el reservorio del que partiría una tubería de presión cuya longitud era calculada de 3 a 3.5 kms.
El ingeniero Oscar Machado junto al encargado de la hacienda
Luego de unos once años aproximadamente, dos ingenieros volvieron a ejecutar labores para determinar las capacidades de dichas quebradas y fue en el año 1932 cuando la Electricidad de Caracas, con Vicente Vallenilla Lecuna y Alfredo Brant concretaron el negocio de la construcción de la Planta Hidroeléctrica Izcaragua.
A la Electricidad de Caracas se le cedió en esta negociación los bienes, derechos y servidumbres, y Vallenilla y Brant no tendrían derechos a la readquisición de nada de lo relacionado con la construcción de la planta en un lapso de los cinco años siguientes.
Explica Machado que, para la construcción de la estructura se contó con un préstamo del Banco Caracas que ascendía al millón quinientos mil bolívares, con un interés anual de 7%, funcionando bajo la denominación de Izcaragua y como una empresa independiente, llevando líneas de transmisión a Curupao entregando una fuerza de 6.600 voltios.
El contrato, según los documentos de la negociación, tenía una vigencia de 15 años, y en ese tiempo reaparece Brant renunciando a lo pautado sobreviniendo posteriormente cancelaciones correspondientes al negocio inicial, en donde también Vallenilla hace uso de sus derechos. Pero no entraremos en el tema de los dineros obtenidos por dichas renuncias, no por parecer poco importante, pero la protagonista principal de esta historia es la planta y el entramado de todo cuando ocurrió para llegar a un final inoperativo.
Generador y gobernador de la turbina
En diciembre de ese mismo año, en un contrato de compra, el ingeniero Machado junto a la Electricidad de Caracas adquirió una ruma de materiales y equipos a una compañía suiza, con la firme intención de repotenciar a Izcaragua.
Entre estos materiales menciona un alternador trifásico, transformadores, interruptores, aparatos trasmisores, aparatos receptores, equipos de telemedición de nivel de agua, entre otros, incluyendo un libro detallado del funcionamiento de todo este compendio que garantizaba la automatización de la Planta Hidroeléctrica Izcaragua.
En este libro describen que para poner en marcha la planta con estos equipos una vez instalados y probados, se haría con el interruptor automático de la línea Izcaragua en la planta Curupao. “El relais de arranque de Izcaragua cierra el circuito auxiliar para los aparatos automáticos”. Son algunas de las especificaciones encontradas en el libro tipo manual que vino con los equipos adquiridos, que incluía la regulación a distancia y las protecciones.
Pero la parte trágica de la historia aparece en el año 1964 cuando en las inmediaciones de la planta se realiza un encuentro que llevaba por nombre el Festival del Niño, que se hacía en todas las plantas del país simultáneamente en esa fecha. Fue el 20 de diciembre de ese año que se presenta una explosión que lesionó a 17 personas que se habían acercado a curiosear al ver el denso humo que salía de uno de los galpones.
Así quedó la planta luego de la explosión
Según los detalles del incidente, en resumen, se trató de
“una falla mantenida en la barra o cables del generador y la bobina, atenuadora de la corriente de falla, impregnada de aceite, que no aguantó la sobre corriente, ocasionando la vaporización del aceite y haciendo una atmosfera explosiva”.
Modesto Pino, conocedor de algunas de las funciones de dichos equipos intentó hacer una maniobra para detener lo que se gestaba, pero ocurre la explosión que genera llamas de varios metros, quemando a 16 personas y ocasionando la muerte de la esposa de Modesto Pino, quien también fallece a los días de ser atendido por las quemaduras.
Días después de aquel lamentable suceso, se lograron las reparaciones pertinentes a la planta, pero seguían presentándose algunos inconvenientes relacionados con el alumbrado y un brake principal que, detalles más, detalles menos, instalado inicialmente la alimentaba, pero al encender un simple bombillo tumbaba el generador. “En la reconstrucción, conectaron un relé del sistema de protección al circuito del bombillo del alumbrado de la planta”, especifica el informe.
Ya para el año 1976, un alto índice de vibraciones que se registraron en la válvula de admisión de la turbina provocaron que la máquina dejara de funcionar.
Para ello se hicieron las modificaciones respectivas para dejarla lista, hacer la prueba final y garantizar su funcionamiento, cuando nuevamente un inconveniente que podría decirse fue la guinda de la torta, paralizó en su totalidad cualquier indicio de hacer de la Planta Hidroeléctrica Izcaragua una estructura operativa y productiva.
A pocos días de su apertura, el 18 de enero se produjo un deslizamiento en el terreno en el que se apoyaba el estanque de la planta. La reparación no se hizo, por la sencilla razón de que para ese momento el costo ascendía a más del millón y medio de bolívares y según el estudio económico no era rentable considerar siquiera el más mínimo reparo y es cuando termina la historia de forma resumida según el relato de Carlos Machado. “La Planta Hidroeléctrica Izcaragua no funcionará más”, es el título de la reseña detallada de esta obra y sus cosas.