Un día con “El Golfista Amateur”
Un día con “El Golfista Amateur”
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Por: Ramon Burgos

Suena escandalosamente el despertador un sábado cualquiera a las 5:45 am, mi brazo se extiende rápidamente para alcanzar el teléfono y así apagar la alarma para no despertar a mi esposa, mi cuerpo aun dormido pero lleno de vida, salta de la cama como si algo más fuerte que él, una fuerza cósmica, algo más fuerte que unas ganas de orinar, me empujaran a llevar a feliz término mi sana rutina matutina. Con sigilo y calma, me deslizo bajo el edredón para salir de la habitación y consumar fuera de ella las labores preparatorias de mi salida. El sonido de la greca y el olor reconfortante del café hacen lo suyo, mi cuerpo y mi alma están listos para un día lleno de glorias y vítores en el campo.

Adelantándome al momento, mi mente emula la sensación de estar en el Tee de Salida del hoyo #1, con mis ojos inundados de un verdor increíble donde una panorámica del fairway en mi mente me anuncian sin haber salido del estacionamiento de mi casa, que el día será memorable.

Reviso el WhatsApp, anuncio a los Partners de mi partida que voy en camino y 2 de ellos me escriben diciendo: “Yo también”

¡Toda va como lo planeamos!

Enciendo el carro, reviso que no se me queda nada, constato el bolso con la ropa, alguna bebida espirituosa para la tarde, tabacos para la partida y luego del almuerzo, la bolsa de palos con todos sus aperos, dinero en efectivo para los avatares del periplo que un día de club significan y, arranco raudo y veloz al encuentro con el hoyo #1.

Llegar al club lleno de fe, bajar la maleta, armar el Pull Cart, ordenar todo y dirigirme al Tee del Hoyo #1 van llenándome de un poder y una sensación de bienestar único, que solo aquel que lo vive sabe de los que estoy hablando.

Llego al Starter, anuncio mi llegada, me dan la tarjeta para anotar el puntaje y, a los lejos, veo llegar al primer Partner, mi mente dijo, hay partida….

Llegado el momento de la Salida, veo el reloj con angustia y aún falta uno por llegar y lo que parecía un día perfecto empieza a arruinarse con una angustia que no vislumbré sentir; acto seguido, le digo Eduardo: “Pana, llámate a Alejandro para ver qué le pasó que no ha llegado…”

En ese momento, del Starter sale una voz mandona y desprovista de cortesía gritando a capela: “Muchachos, al Tee por favor…”

Ahí, mi mente llena de cortisol murmura: ¡Pero que broma tan seria! ¿Dónde estará Alejandro?

Todos sabemos que no fue exactamente con esas palabras que pensé lo que pensé, pero estamos en horario supervisado…

Sin remedio, Eduardo y mi persona nos dirigimos llenos de inquietud al Tee y, sin debatir el turno, el primero que coloca la pelota en la grama se dispone a pegar primero. Ese momento que se suponía glorioso, ahora está lleno de mil pensamientos, pero nada, llegó el momento de pegar la primera pelota del día y con ella, el vaticinio de lo que podrían ser los 18 hoyos que nos quedan por delante.

Parado frente a la pelota, veo el fairway frente a mí, Driver en mano, me dispongo a cuadrarme ante a la pelota, un swing de práctica que luce biomecánicamente perfecto, y mi mente comienza: “¡Rayos y centellas! Alejandro no ha llegado” de inmediato apago mis pensamientos, me dispongo a ejecutar mi golpe, mi stand luce acorde con el Driver, mis brazos con su memoria muscular comienzan a rotar hacia atrás en un backswing aparentemente perfecto, llegando al punto límite y justo cuando libero toda la fuerza creadora de mi downswing, pendiente de cada detalle que ese estallido de poder implica, en el que voy pendiente de no despegar mi codo del cuerpo y, de conectar la pelota de manera certera, justo ahí, mi mente me dice: “Alejandro no ha llegado…”

Todo comienza en cuestión de microsegundos a desmoronarse, mis brazos se separan de mi cuerpo, la cintura inmóvil no rotó y la cara del driver llega abierta a la pelota, solo para recordarme que a la derecha hay agua y mucha frustración…

Inmediatamente, surge la pregunta: “¿Hay mulligan?” Y una voz del starter dice con odio, o al menos así se siente: “no hay mulligan”

Enseguida, una voz de consuelo de mi buen amigo Eduardo dice: “Tranquilo te dropeas, un punto de castigo y sigues, no pasa nada…” a lo que yo replico sin remedio: “A ti no te pasa nada, ya yo tengo un punto más… y una serie de improperios vienen a mi mente”

Es el turno de Eduardo para salir y, ¡oh sorpresa! Llegó Alejandro quien dice agitada y alegremente: “Buenos días muchachos, perdonen la tardanza, había cola en el Distribuidor Metropolitano…”

Eduardo desprovisto de toda angustia, ejecuta un perfecto disparo de driver certero al medio del fairway de 295 yd, me ve y sonríe como diciendo: “Aprende hijo”.

De igual modo, Alejandro se dispone a ejecutar su tiro, aun acelerado por su llegada tarde al encuentro y, lleno de una fuerza desprovista de la calma necesaria, me dan el insumo perfecto de una venganza silente, que se ampara en la posibilidad de un tiro desastroso que le de calma a mi frustración… peeero, no, de pronto: Alejandro ejecuta sin temor el swing atinándole a la pelota justo en el medio y proyectándola al menos 245 yd al frente y BOOM.

Y en ese momento mi mente dice: “Y yo angustiado por este buen samaritano que no llegaba y, mira cómo le dio a esa pelota en el punto donde no hay retorno”

Y de aquí en adelante, en una disociación entre el cuerpo y la mente, hubo una serie eventos desafortunados que acontecieron ese día y que describiré en breve para ustedes:

1. El golpe con estrabismo: ¿Alguna vez has visto volar la bola en la dirección opuesta a donde querías golpearla? Bueno, eso es lo que llamamos un "golpe estrábico" una proeza única en la que tu fuerza y precisión se riñen con tus intensiones y tu fe transformándose en un desastre épico. Seguido de un necesario “Foooore” para evitar responsabilidad penal por ataque con arma blanca.

2. El "hoyo del apriete" en el green: Tu bola está a solo centímetros del hoyo, la victoria está a punto de ser tuya ¡y de pronto, se teletransporta al espacio exterior! Sí, ese inexplicable fenómeno en el que, el green se convierte en un agujero negro que hace desaparecer tus esperanzas de un birdie perfecto o al menos un PAR que era casi seguro…

3. El encuentro con la fauna silvestre: Mientras caminas por el campo de golf, de repente te encuentras cara a cara con un intrépido mono o culebra y es ahí cuando el Caddie propio de la zona te dice: “Una macagua de esas mató a un amigo”. Es en momentos como estos cuando te das cuenta de quién es realmente el rey del campo de golf, y no es precisamente el golfista.

4. Ni el Mago Henry desapareció tantas bolas: Tienes una caja llena de pelotas nuevas al comienzo de la ronda y, al final del primer hoyo, todas han desaparecido misteriosamente. ¿Magia negra o simplemente una increíble habilidad para perder bolas? La respuesta sigue siendo un enigma para la humanidad, pero un amateur se encarga siempre, cual fetiche, de al menos llevar 20 pelotas consigo.

5. El Shank vergonzoso: Estás listo para hacer ese approach fantástico al green, estás a tan solo 85 yd, cuando de repente no sabes cómo sucedió, el peso no estaba en el pie izquierdo, pegaste un coscorronazo y terminas haciendo una versión patética de un golpe que proyecta la pelota a tan solo 20 yd. Solo esperemos que la única audiencia hayan sido los monos, porque sino, “qué pena con esta gente”

6. El "swing" del Sí puedo: Es tu momento para brillar, has planeado cada movimiento, pese a los reclamos de la partida de atrás, te tomas tu tiempo para un swing de práctica más, te dispones finalmente a golpear, vienen un backswing perfecto y en ese momento una gota de rocío mal alojada en el índice de la mano derecha hace resbalar levemente el grip y no teniendo la voluntad ni la entereza mental para detener el golpe, bajas sin remedio al encuentro con una pelota que inmóvil jamás esperó terminar en el agua, una vez más. Se acabó la esperanza, aunque era lo ultimo que iba a perder…

7. El impresionante golpe del abanico: ¡El golpe perfecto! El swing es elegante, la pelota se eleva y... ¿qué es eso? Se detiene en el aire y cae sobre el tee, ¡sin pelota! Ahí es cuando te das cuenta de que, a veces, eres tan talentoso que eres capaz de golpear más allá de la realidad misma.

8. El "fore" impertinente: Todos hemos oído las famosas palabras "¡fore!" en el campo de golf, pero solo los golfistas amateurs tienen el don de gritarlo accidentalmente en los momentos más inoportunos, por si acaso…. ¡Prepárate para esquivar bolas voladoras y sorprender a tus compañeros de juego con tu increíble capacidad para llamar la atención!

9. Arenita Playita: El bunker, ese pequeño agujero lleno de arena, se convierte en tu peor pesadilla. Cada vez que intentas escapar, la arena parece confabularse en tu contra, haciéndote pasar más tiempo en su interior que en una playa de ensueño. ¿Quién necesita vacaciones cuando puedes pasar tus días en un bunker? Dos Piña Coladas por favor…

10. El "putt" lleno de fuerzas del más allá: Finalmente, estás a punto de hacer ese curioso e importantísimo putt para ganar el hoyo, pero de alguna manera tu bola decide tomar un giro inesperado y se desvía hacia cualquier parte menos hacia el hoyo. Es ahí donde piensas, Alejandro o Eduardo me le están poniendo mala vibra a mi Putt, pero después de 10 greens haciendo la misma desafortunada jugada, te comienzas a replantear si alguna vez debiste abandonar el mini golf.

Este mundo del amateur está lleno de milagros aparentes o de infortunios previsibles, pero en todo caso, siempre somos felices al final de cada ronda.

Terminada la ronda, a acicalarse, comer, beber, reír y disfrutar de los amigos y de la narrativa de todo lo que acaba de pasar en 5 horas y 18 hoyos.

El hoyo #19 es una dimensión desconocida que requiere un capítulo aparte…

Un gran abrazo para todos los que al menos una vez hayan vivido está experiencia y siguen fieles a este deporte que tantas alegrías nos da en medio de las frustraciones.

Ramón Burgos Irazábal.