Propósitos para comenzar el año
Por Mariangel Paolini: Revisar cuáles metas del año pasado no se lograron y por qué, determinar cuáles se retomarán y preparar un nuevo plan de acción son algunas guías para consolidar bienestar
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Y nos llegó el 2020, un nuevo año y además una nueva década. Parece increíble ¿no es así? Y típico de estos tiempos el momento nos llena de una energía poderosa que nos mueve a intencionar el año y hacer propósitos para cambiar lo que nos está impidiendo conseguir nuestras metas.

Con la alimentación pasa igual. Es tiempo para comenzar con energía el camino que nos aproxime al estado de salud y bienestar que tanto anhelamos; o si ya estás allí mantenerlo sin que eso represente un sacrificio.

¿Por dónde empezar?
Mi recomendación es comenzar haciendo una revisión de los propósitos del año pasado y mirar cuántos de ellos se quedaron a mitad de camino. Sin hacer juicios ni reclamos analiza las razones por las que el objetivo no se cumplió. ¿Será que era muy ambicioso? ¿O quizás no estabas listo/a para semejante cambio? Uno de las causas más comunes de los fracasos (no sólo con la alimentación) suelen ser objetivos muy ambiciosos que aún con buena intención son casi imposible de alcanzar.

Luego de explorar aquellas metas que no se lograron bien vale la pena analizar si aún queremos alcanzarla. Si la respuesta es no, entonces es mejor desechar la idea y sacarla de nuestra cabeza. Pero sacarla de verdad. Que luego no nos esté dando vueltas en la mente reclamando un espacio.

Si tu respuesta es sí, entonces la tarea es examinar cuál será el plan de acción para alcanzarla. Por ejemplo, si quieres disminuir el consumo de ese producto que es muy procesado y que sabes que no te favorece ni le sienta bien a tu cuerpo.

Primera tarea: Elegir algo adecuado para sustituirlo según la recomendación de tu médico o simplemente siguiendo tu intuición. Pensar que lo eliminarás de tu día a día sin un sustituto es, sin lugar a dudas, un error que cometemos muchas veces. Ten en cuenta que no hay nada más tentador para la mente que algo prohibido, así que tan solo pensar que no lo podrás comer más será un Goliat contra el cual no te recomiendo luchar. Mi recomendación es encontrar algo que te brinde la misma satisfacción pero sin que te perjudique.

Segunda tarea: Tener a disposición el sustituto y dejar de comprar eso que ya no quieres comer más. Créeme, tenerlo a la vista no contribuye en lo absoluto con tu meta. Si es algo que en la familia se disfruta mucho (por ejemplo, los snacks empacados) sé que será retador dejar de consumirlos, pero si se cumple la primera tarea será mucho más fácil de lograr.

Tercera tarea: Evidentemente no vives en una burbuja y es muy seguro que en la oficina o en la calle consigas a la gente comiendo eso que quieres eliminar y, por supuesto, te ofrecerán. Así que aprende a decir “No, gracias”. Hazlo con gentileza y firmeza a la vez. La gente insistirá y tú amablemente explicarás que estás tratando de dejar de comerlo, así que pídeles que por favor no te lo ofrezcan de nuevo. Sé que parece que estamos hablando de drogas o alcohol, pero aun cuando la ciencia no logra ponerse de acuerdo con la “adicción a la comida”, muchos de los comportamientos que manifiestan los pacientes se parecen a los de un adicto, así que el abordaje es algo similar.

Por último y no por eso menos importante: No te sientas mal si recaes en algún momento. Una recaída se recupera rápidamente siempre que tengas el ímpetu y la meta clara. Levántate y continúa con tu propósito, ya verás que muy pronto ese deseo incontenible se disipará y uno de tus objetivos más anhelados se habrá hecho realidad.


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