El ron con ponsigué nunca faltó en la nochebuena margariteña
Por Evarísto Marín: El Tiburón de los pescadores de Guayacán y los parrandones de Juan Calderín fueron primero que El Carite. Todavía el cantar de Los Topotopos alegra el festejo navideño
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En las Pascuas Margariteñas, como también le decimos en nuestra Isla al festejo de Navidad, el Tiburón de Prajedes Acosta y La Burriquita antecedieron en mucho al Carite, la más divertida y popular de nuestras diversiones, navegada hasta Margarita desde la Isla de Coche después de la Segunda Guerra Mundial y conocida también como la Lancha Nueva Esparta.

En Porlamar las comparsas de Juan Calderín y los parrandones de Punda y La Cruz Grande llenaron toda una época. Desde Macanao hasta Paraguachí el festejo fue siempre grandioso. En La Asunción ni se diga. Los Topotopos aún conservan con sus cantos una alegre tradición de casi medio siglo.


El Carite, diversión originaria de Isla de Coche, es la más popular de Margarita y en muchas partes de Venezuela es también conocida como la Lancha Nueva Esparta 
Fotos Vilma Rojas/Museo de los Pueblos de Margarita/Archivo E.M.

Entre el retumbar de cohetes, furrucos y charrascos, con sus cuatros, guitarras y bandolines, los pescadores del tren de Prajedes Acosta en Guayacán bailaban El Tiburón de pueblo en pueblo, hasta culminar con su gran parrandón frente a la casa de la familia Acosta, en Pampatar. Por años el tren de Prajedes, entre Manzanillo y Pedro González, fue el más grande de toda la isla.

No olvidemos que los regalos de Navidad fueron en nuestra Margarita algo tan modesto como el modo de vida insular. En la playa y en el pueblo de Pedro González, las familias más acaudaladas y las más humildes, siempre convivieron muy gregaria y solidariamente. Un bolívar en las alpargatas era para los muchachos de mi época un gran aguinaldo.

Una camisa, un pantalón y unos zapatos, suficiente motivo para festejar al Niño. La ropa nueva siempre fue para grandes acontecimientos –las fiestas de fin de año y las de la Virgen del Valle, entre ellos– y como los precios no eran exagerados, todos podíamos lucir los “estrenos de Navidad”.

El espíritu parrandero del oriental siempre se ha hecho sentir. Esa influencia se percibe en la Navidad de nuestros pueblos petroleros en Anzoátegui y Monagas. Celebramos Las Uvas del tiempo de Andrés Eloy Blanco. La música de los estribillos de María Rodríguez y de Hernán Marín nos apasiona.

Nuestro paladar sublimiza el sabor del gofio y del dulce de lechosa, tan familiares en la Navidad cumanesa. “Madre, esta noche se nos muere un año…” en la voz de Luis Edgardo Ramírez, emocionaba oír por la radio esos versos de Andrés Eloy alternando con las guarachas de Billo y la voz torrentosa de Néstor Zavarce cantando “Faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar”.

El ron con ponsigué, macerado a lo largo de todo el año, era lo máximo del alegre festejar. Las familias se esmeraban por hacer del pesebre una obra de arte religioso. Caracueyes, palmas, flores silvestres rodeaban las imágenes de San José y La Virgen, la mula y el buey.

La leche de burra elaborada en casa competía con el Ponche Crema, “único de Eleodoro González P.” La hallaca fue también algo muy casero. Toda la familia intervenía en su elaboración. “La mejor hallaca es la de mi mamá” fue una orgullosa expresión, ahora nostálgica, cuando hablamos de la Venezuela del pasado.