Alicia Alonso: Despedida de la Prima Ballerina
Como bailarina, coreógrafa y directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, fallecida el pasado 17 de octubre, pasará a la Historia como una de las artistas del ballet más reconocidas del mundo
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Por MARITZA JIMÉNEZ

Talento, constancia, disciplina, fueron, entre otras, virtudes que la llevaron a convertirse en la única latinoamericana en recibir el título honorífico de Prima Ballerina Assoluta, otorgado a artistas excepcionales. También recibió el Premio Nacional de Danza en Cuba y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en España, y en 2013 el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, le confirió el grado de Oficial de la Legión de Honor.

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, la menor de cuatro hermanos de un matrimonio español, nació en la capital cubana el 21 de diciembre de 1920. A los 9 años inició sus estudios de ballet en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana y a los 15 se casó con Fernando Alonso, cuyo apellido tomó a su llegada a Nueva York, donde fue cofundadora del famoso American Ballet Theater, y una de sus bailarinas más destacadas.



Desde su debut, a los 16 años, en La Bella Durmiente de Tchaikovsky, llamó la atención por sus dotes especiales. A esa edad se casó y mudó a Nueva York, donde entrenó en la School of American Ballet, iniciando en ese país su consagración con sus interpretaciones de papeles que recibieron el aplauso unánime de la crítica, como Carmen y, especialmente, su Giselle, considerada como una de las mejores.

Pero esa prometedora carrera se tropezó con un gran obstáculo: en 1941 un desprendimiento de retina la dejó parcialmente ciega. “Fue terrible”, recordaba ella. “No podía mover la cabeza rápido. Durante dos años tuvieron que aguantármela. Me dijeron que no podría volver a bailar nunca”.

Veinte años tenía. Pero con disciplina y perseverancia, la ayuda de sus compañeros y luces en el escenario que le servían de guía, continuaría bailando otras cinco décadas, hasta 1995, cuando colgó las zapatillas.



Pero no se retiró del todo. Continuó con la enseñanza en el Ballet Nacional de Cuba, institución que fundara en 1959 con la bendición de Fidel Castro, donde ella no solo hizo carrera sino que estableció la escuela que daría fama a la isla entre los países más reconocidos en el mundo del ballet y la danza.

El pasado 17 de octubre falleció en La Habana, a los 98 años de edad, para ingresar definitivamente en los escenarios de la inmortalidad.