Esos rollitos de masa tierna con un sutil aroma de anís y papelón, contrastando lo dulce con lo salado pero melosos y sabrosos, hacen de la merienda, el desayuno o cualquier otro momento del día un festín a los sentidos.

Fran Suarez, petareño de pura cepa, desde el año 2012 viene trabajando en el rescate y difusión de la cultura y receta original de esta deliciosa golosina. "Fue en la panadería de los hermanos Duarte, la Panadería Central, donde comenzó la preparación de esta receta" comenta Suarez.

"Al café le nace una semilla en forma de caracol y a esta los campesinos la llamaban 'golfiao'. Deducen que alguien al ver este pan dulce le dijo a la señora María Duarte 'deme eso que parece un golfiao" agrega.

Ubicada muy cerca de la estación del ferrocarril Petare-Santa Lucía, la panadería de los Duarte poco a poco se fue haciendo popular entre los viajeros que llevaban como recuerdo de la travesía a familiares y amigos la deliciosa preparación, o bien la degustaban en el camino como un dulce tentempié.

Uno de los secretos de la preparación es trabajar el gluten de la masa para lograr el equilibrio perfecto: no debe ser un ponqué pero tampoco un pan dulce, esto ubica al golfeado en la clasificación de bollería, que incluye preparaciones como los cinnamon rolls o los pasteles daneses.

Explica además Suarez que "en esta casa se le dice golfiao porque es la forma como coloquialmente se le ha dicho por muchos años" y agrega "ni el papelón ni el queso se rallan, deben ir picaditos".

Desde Petare se difundió por todo el estado Miranda y de allí al resto del país sin perder adeptos.

El joven cocinero Iván García, egresado del Instituto Culinario de Caracas y del Instituto Europeo del Pan, propone en El Bosque Bistró una versión generosa y melosa del tradicional amasijo, aderezada con una suave crema de queso y ralladura de naranja para aportar nuevos y frescos aromas.