Un museo para zambullirse en la historia insular
Por Evarísto Marín: La primera rocola que llegó a Porlamar, piedras para moler maíz y escafandras antiguas son parte de la colección que alberga el Museo Pueblos de Margarita
      A-    A    A+


Margarita tiene de todo en el Museo de Los Pueblos. Finos mapires tejidos en el Valle de Pedro González, platos, anafres y aripos de barro elaborados en El Cercado de Santa Ana del Norte, la primera rocola que llegó a Margarita y las más antiguas escafandras utilizadas por los buzos para extraer perlas en Cubagua. En resumen, es un museo para zambullirse bien profundo en la historia antigua y contemporánea de nuestra isla y su gente.


La caja registradora de la bodega de Guatang Cheng, fabricada en China en 1865

En el salón dedicado a las antiguas bodegas insulares, su creador y director, Alexis Marín Cheng, abogado, historiador y cronista oficial de Juangriego, siente el orgullo de exhibir la caja registradora del negocio establecido en Porlamar por su abuelo, de origen chino, Guatang Cheng, en 1865. “Esa bodega de mi familia fue la primera en utilizar en Margarita una caja registradora”, es su muy enfática expresión.

De por sí la arquitectura de la edificación, toda de barro y de rústicas maderas y caña brava, es una gran reliquia. Sus tejados y espacios de empedrada caminería la identifican como algo de muy rancio estilo antiguo, aun cuando es muy reciente en el tiempo. Data del año 2006, con proyecto en desarrollo desde 2001. Posee toda la admirable semejanza de un pequeño pueblo que emerge (en el ámbito geográfico del municipio Gaspar Marcano) en las laderas de los cerros de Tacuantar, al margen de la carretera entre La Guardia y Juangriego.

La idea de envolver al visitante dentro de un vecindario margariteño antiguo se logra perfectamente con sus calles angostas y un laberinto de casas de barro, atestadas de muchos de los artefactos que caracterizaban la vida de antes.


Alexis Marín Cheng muestra como se molía en piedra el maíz para las arepas 

De repente estamos frente a los restos de un antiguo trapiche de caña, o podemos ver y tocar pilones y piedras utilizadas en otras épocas para moler el maíz y preparar las arepas, o saltan a la vista, con admiración y regocijo, aquellas viejas máquinas de coser y las planchas de hierro que se calentaban con el carbón de los anafres de barro para el planchado de la ropa.


Un aljibe con su rústica bomba manual

Obviamente entre esos tesoros no faltan las piezas de valor histórico innegable. Eso incluye escafandras y otros equipos utilizados para extraer perlas, un aljibe (que incluso proporciona agua para algunos usos del museo), herramientas para la labranza, redes de pesca. En el ámbito musical, fotográfico y cinematográfico, el museo es de lo más abundante. Pueden verse viejas cámaras y los proyectores de las primeras películas que se exhibieron en Porlamar.

“Tenemos un restaurant donde se sirve comida a la carta. Pero nuestros platos son preferiblemente los típicos de Margarita en distintas épocas. Nunca faltan la arepa cocida en aripos (también llamados budares de barro) ni las empanadas de cazón. Los sancochos de pescado y gallina, tradicionales en nuestra isla, están en nuestra grata oferta, con los panes y dulces que le dan fama a la cocina insular”, se lee en el folleto de presentación.


Réplica del primer bar con rocola abierto en Porlamar, en 1938

El recorrido, que puede tomar de 45 minutos hasta más de una hora, incluye –los fines de semana, especialmente– espectáculos musicales y veladas teatrales. El museo tiene una réplica del Bar Dancing París, de Porlamar. Allí se encuentra la primera rocola que su antiguo propietario, el buzo Alejandro Mujica, trajo a Margarita, en 1938.

“En muy pocas partes del país se bailó con rocola antes que en nuestra isla, y no faltan quienes al final del recorrido quieren oír un disco de 45 rpm o disfrutar de una cerveza o de un guarapo de papelón con limón”, explica muy regocijado Alexis Marín Cheng. 




Fotos Archivo EvarÍsto Marín