Paradigmas financieros: Lo bueno y lo malo
Nuestras finanzas son el reflejo de los patrones o esquemas que seguimos. En función a ellos, tomamos decisiones acertadas o incorrectas
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Paula Vargas (*)

Un paradigma es un modelo, patrón, esquema, conjuntos de teorías que se siguen para determinadas situaciones o para resolver problemas. En otras palabras, los paradigmas determinan la forma de cómo conducimos nuestras vidas, la educación de nuestros hijos, las finanzas, la economía, la política, entre otros. Para mi son como un cristal, a través del cual vemos y entendemos el mundo, es decir nuestra propia cosmovisión de las cosas. Muchas veces, no somos conscientes de ellos, simplemente son nuestra verdad y vivimos la vida en base a ellos.

Algunos paradigmas son positivos en algunos contextos. Para otros casos, estos mismos paradigmas, no son los adecuados. Es decir, en un momento determinado puede ser muy práctico, mientras que en otro contexto puede ser absolutamente desastroso para los resultados que aspiramos alcanzar. Esto nos lleva a nuestra primera conclusión, un paradigma no necesariamente es malo, simplemente puede estar desactualizado.

Al abordar el tema sobre paradigmas financieros, es importante hacer referencias a los postulados de Harv Eker en su libro “Secretos de la mente millonaria”, donde define al paradigma financiero como “el patrón del dinero”. En este sentido, explica que este patrón impacta todas tus decisiones financieras. De acuerdo a Eker, tus propios paradigmas se forman a través de 3 vías: lo que veías cuando eras niño, lo que escuchabas y las primeras experiencias que tuviste con el dinero. Entonces, nuestras creencias y el manejo del dinero están influenciados por las premisas y comportamientos, tanto de nuestros padres como de otras personas que estuvieron presentes en nuestra infancia.

Esto me remonta a una experiencia personal. Crecí en un hogar donde frecuentemente se daba educación financiera. No de manera formal. Creo que mis padres nunca fueron conscientes de ello, pero desde pequeña entendí muy bien la importancia de ciertos conceptos financieros, no sólo desde la palabra, sino desde el ejemplo. El más importante, sin duda fue el concepto del ahorro. Esto implicaba aprender lo poderoso de postergar la gratificación inmediata para obtener algo mucho mejor. Mi mamá solía decir que ella todo lo que tenía, se lo debía a sus ahorros. No importaba si era mucho o poco, pero había que ahorrar. Yo crecí bajo este esquema. No obstante, ya más adulta, me sorprendía encontrarme con personas que satanizaban completamente el ahorro. Vale destacar que tenían muy buenos argumentos como ¿qué sentido tenía ahorrar en bolívares en una economía con alta inflación y devaluación? Lo que metieras en el banco perdería rápidamente su valor.

Entonces, ¿estaba mal ahorrar? Por un tiempo yo también creí esto, y dejé de hacerlo, tratando siempre de gastar para evitar perder el poder adquisitivo de mis ingresos, hasta que me dí cuenta que ese comportamiento tampoco me estaba acercando a los objetivos que quería alcanzar. Así que decidí evaluar este paradigma, contrastarlo con mis experiencias, educándome y evaluando los resultados que otros habían obtenido en esta materia. Mi conclusión final fue que el hábito del ahorro era bueno, sólo que debía hacerse en moneda dura. Ajusté mi estrategia, investigué y contraté instrumentos financieros en los que me pudiera apoyar y seguí adelante.

El ahorro es solo un ejemplo en el mundo financiero. Este mismo trabajo me tocó hacerlo con otros paradigmas que venían desde casa: “trabaja en una empresa hasta que te jubilen”. Debo confesar que este patrón fue difícil cumplir, ya que mis padres lograron prosperar en empresas que tenían este beneficio y querían lo mismo para sus hijos, pero nuevamente el contexto era distinto. “Pedir prestado es malo”, otra vez, depende del contexto económico y el destino que le des al crédito ¿Alguno de estos paradigmas te suena familiar?

El mundo es cambiante. Cada vez hay más información que hace reconsiderar creencias y conceptos, en todos los ámbitos. En este sentido, lo recomendable es hacerse preguntas constantemente. No hay excusas para aceptar un “es que siempre se ha hecho así”. Ni hablar de nuestra economía, donde permanentemente tenemos que evaluar nuestras estrategias para surfear la crisis.

Analiza tus paradigmas financieros. Si no sabes por dónde comenzar te propongo hacer el siguiente ejercicio: haz una lista de todas esas frases y expresiones que escuchaban en casa, cómo “el dinero no crece en los árboles”, “el dinero no trae la felicidad”, “estudia para que tengas trabajo”, y responde: ¿crees que estas frases se ajustan al día de hoy?, ¿alguna de ellas, han afectado tus decisiones financieras de adulto? Tomando en cuenta tus respuestas, entonces ahora te toca decidir si es necesario romper con los paradigmas tradicionales y buscar otros que te orienten en tus finanzas.


(*) Paula Vargas
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