Nicola Furnari, la vida es un viaje
Especial para Estampas* Como dijo Ovidio, nadie ama lo que no conoce, y conocer el país es amarlo aún más. Esa es la filosofía entreverada del heredero de una tradición que tuvo a Marco Polo como uno de sus fundadores
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El mundo puede habitar un único territorio, sea la infancia, la nación o el universo. Él lo sabe muy bien.

Nicola Furnari representa con muchísima espontaneidad el prototipo del joven venezolano exitoso. Simpático y cálido en su trato, se nota desde el saludo que concede mucha más importancia a las relaciones humanas que a las conveniencias comerciales. Impecable en su aspecto personal, con una sonrisa que permite amistades inmediatas.

Nicola proviene del mundo de agencias de viajes porque su padre, Enzo Furnari, ha trabajado toda su vida en el turismo y fue presidente de las Asociación Venezolana de Agencias de Viajes y Turismo (AVAVIT) mucho antes que el hijo. Se puede decir que Nicola aprendió a viajar antes que a caminar.

En el turismo venezolano hay mucha tradición de continuidad familiar en los negocios, y nuestro entrevistado resultó una prueba palpable de ello. Nicola reconoce que su labor al frente de la asociación decana del sector privado turístico de la nación lo estimula: “Amo la vida gremial, porque me hace estar en el lugar donde se pueden generar cambios positivos para tu país y la región. Lo hago por vocación, con pasión y apego al lugar donde nací y que me vio crecer”, afirma.

Justamente como dirigente gremial, Furnari reflexiona sobre la contribución que hacen las asociaciones turísticas locales: “Desde las asociaciones fomentamos el desarrollo del turismo en el país, trabajando en la promoción de nuestros destinos para que se conozcan en el exterior―puntualiza y continúa―. Fomentamos la capacitación necesaria para brindar un mejor servicio al visitante. En AVAVIT lideramos la integración de los actores que participan en la actividad turística para lograr contribuir con el desarrollo integral del país”.



Dicen que el hombre vive de pan y de sueños, al trabajar en turismo puede preguntarse si promociona el sueño de conocer un país más hermoso. La diversidad de paisajes, playas, montañas nevadas, tepuyes y desiertos son apenas retazos sueltos de un inmenso tapiz de belleza y de recursos. “Venezuela es un país con destinos de ensueño, difíciles de encontrar todos juntos en un solo lugar. Mi sueño es convertir a mi país en un lugar donde vengan turistas a granel de todas las latitudes del planeta, para disfrutar de estas maravillas únicas”, señala Furnari.

Con ese nombre tan sonoro de la Italia profunda, podría presumirse que su venezolanidad no sería tan completa. Pero sale al paso de modo pronto: “¡Yo soy venezolano de pura cepa, venezolano caraqueño como decía cuando niño! Amo a mi país, y siempre he querido formar parte de su desarrollo”, expresa y empieza un viaje inusitado a la infancia.

Aunque la mamá, dedicada a las artes pláticas cerámicas, definitivamente quería una niñita, Nicola se impuso al nacer un 13 de febrero de 1972. En ese entonces su padre ya era agente de viajes y al parecer el pequeño heredó desde el inicio ese interés. Su primer recuerdo gira alrededor de un paseo: “No sé si fue el primero, pero una vez me mordió un mono en la playa y yo lo mordí a él”, recuerda con gracia.

Nicola es hijo del segundo matrimonio de su padre. Tiene dos hermanos mayores. En la niñez le encantaba ver la famosa serie Daktari, en la que un león bizco tenía un gran protagonismo. Era ese ambiente de safari, de seguro, un gran estímulo para el pequeño. Le encantaban los perros calientes: “Me llegué a comer ocho en Los Próceres”, relata. Otra de sus actividades preferidas de aquel entonces era ir al autocine, desaparecido hace décadas, en donde vería Cupido Motorizado, esa película de Disney que influyó a varias generaciones.

Tal vez no haya hablado antes de esas pequeñas pasiones de infancia. El hombre adulto, al que le encanta el cine de Alfred Hitchcock, ha sido obligado por obra y gracia de las preguntas periodísticas en un recuerdo viviente que lo deposita en esos primeros años. “Casi siempre tuve perros y también pollitos, conejos, peces, tortugas, ratones, serpientes tragavenados y hasta una cascabel”, rememora.

En este viaje inusitado Furnari comienza un camino sencillo hacia ese mundo tan particular e interior de cada persona. Al “Puchungo”, como le decía la madre, le encantaba ir a Machurucuto de vacaciones. Tal vez allí, o en otros viajes de aquel entonces, leería sus primeros libros. Puede que “Ana Isabel, una niña decente”, de Antonia Palacios y el “Coronel no tiene quien le escriba”, de Gabriel García Márquez, hayan sido algunos de esos títulos.

Esos ritos iniciáticos de la infancia incluían algunos gustos, como los paseos al Parque del Este o las fiestas con sus compañeros de grado. Pero también miedos. “Un sillón en mi casa que, durante la noche, cuando me levantaba a buscar agua, me daba la sensación de que alguien estaba sentado allí mirándome”, relata.

A Furnari le hubiera gustado ser médico de no haber ejercido profesionalmente la gerencia de viajes. Amante de sus hijos, al líder turístico le gusta el golf y, más recientemente, la bicicleta, sostiene que uno de sus defectos es la afición por leer el teléfono celular.

Aunque considera que Los Roques es el lugar más romántico del país, comenta que le gustaría vivir en Mérida a la hora de su retiro. Si el cielo existiera, imagina que Dios le diría, al recibirlo, “¡Bienvenido! Desde hace mucho te esperábamos”, puntea. Pero más allá de especulaciones de ultramundo, Furnari quiere ser recordado por sus congéneres “como persona justa y que luchó por sus ideales, su familia y su país”.

Nicola Furnari tiene algunas ambiciones profesionales. Cuando se le inquiere cómo se ve proyectado en unos años, no tiene dudas. Desde ejercer “un protagonismo gremial o institucional, y colaborando con el desarrollo de mi país y la región”, contesta. Como protagonista de una historia en proceso, tiene una idea bastante firme del futuro del país: “Un lugar de ideales, de libertad y respeto entre sus ciudadanos. De trabajo juntos por el bien común”.