Los búfalos de Merle convirtieron a Río de Agua en paraíso turístico
Por Evarísto Marín: En unas ciénagas inhóspitas, Wilfried Merle construyó canales navegables, cabañas con luz solar y una pista de aterrizaje para poner a turistas europeos a minutos de Margarita
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Perseverante y laborioso protector de los bosques húmedos y de todas las fuentes de agua de las montañas de Paria, visionario impulsor de la cría de búfalos y gran protagonista del turismo de aventura en las zonas pantanosas de Río de Agua, Wilfried Merle –alemán radicado desde 1967 en Carúpano– puede ser definido como un inmigrante que hizo mucho por el acercamiento científico y económico entre Venezuela y su nativa Europa.


Amor y trabajo por Venezuela, eso fue lo que demostró Wilfried Merle desde que llegó a este país a los 27 años

Enfrentado a unas ciénagas inhóspitas y altamente peligrosas, habitadas solo por insectos acuáticos, serpientes y perros de agua selváticos, Merle puso a prueba su espíritu aventurero y tenaz para proteger y ampliar sus primeros rebaños de búfalos, con 25 kms de muros y canales navegables, y añadir a esto un campamento de confortables cabañas de juncos, palmas y barro, dotadas de luz solar y con una pista de aterrizaje suficientemente amplia para poner a los vacacionistas europeos a pocos minutos, en avioneta, del aeropuerto de la isla de Margarita.

Durante una larga época, Río de Agua fue el primer campamento de turismo de aventura con perfil internacional en la región suroriental del país. Eso y la fama de sus quesos de búfala, le dieron gran notoriedad y fue muy divulgado en revistas especializadas y documentales turísticos, especialmente en la televisión alemana.


Se cuenta fácil pero de ninguna manera lo es

El trabajo para asentar una cría de búfalos y un campamento para vacacionistas, en Río de Agua, cerca de Tunapuy, estado Sucre, fue algo muy afanoso y le llevó más de cinco años. Los tractores de su constructora muchas veces se quedaron atascados en las ciénagas de la sabana de Venturini, entre Yaguaraparo y Tunapuy.

“Necesitábamos algunas tierras secas para que los búfalos se asolearan y reposaran con sus crías. Tuvimos que construir 25 kms de terraplenes y canales. El búfalo es un animal salvaje, difícil de dominar. Tuvimos que canalizar las aguas y dotar al rebaño de potreros en terrenos secos. Todo eso tuvimos que hacerlo, con muchísimo esfuerzo”, resume en su libro Amor y trabajo por Venezuela, editado en los talleres de Altolitho, en Caracas (2013).

En Río de Agua, Merle llegó a tener un rebaño de 800 cabezas de búfalos. Estos se alimentan fundamentalmente de los juncos y de una hierba alta, llamada enea, abundante en la ciénaga y sus alrededores. A ello Merle agregó “pasto alemán para mejorar la calidad y la cantidad de la leche”. Los europeos que visitaban la región y se recreaban en su ámbito natural con la fauna y la botánica pantanosa y selvática se maravillaban de los exquisitos quesos de búfala, para muchos, algo totalmente desconocido.


La casa familiar de los Merle se esconde entre un gran huerto de lechugas y un bosque de frutales, en Carúpano


El alemán de los bosques

Con su esposa Elizabeth, también de origen alemán, Merle, quien nació en 1940 en medio de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y vivió hasta el final de sus 70 años en Paria, donde era ampliamente conocido como “el alemán de los bosques”, fundó una familia muy dedicada al trabajo creativo y a la defensa de los recursos forestales de una región verdaderamente prodigiosa por su verdor.

Su hija Sabine y su esposo, Joel Sancleer, asumieron las riendas de la finca cuando Wilfried comenzó a envejecer y el turismo europeo hacia Venezuela pasó a ser cuestión del pasado.

No es exagerado afirmar que Merle fue en Paria, y en toda la costa de Sucre, un alemán tan famoso o quizás más que Alexander von Humboldt. Su afán por la defensa de los recursos naturales de la región puede definirse como sencillamente colosal. Una flor caledonia, descubierta por botánicos de la Universidad Central de Venezuela en las sierras húmedas de La Cerbatana, lleva su nombre. Es un pequeño homenaje a lo mucho que hizo por las fuentes de agua en la costa y montañas de Paria.

Con plena conciencia de que esos fondos no iban a tener ninguna posibilidad retributiva, convirtió en jardín botánico una hacienda de cacao de El Pilar y destinó grandes fortunas para comprar y reforestar zonas devastadas por la nociva práctica agrícola del conuco. Eso explica que su casa familiar, en Maturincito, a 15 minutos cuesta arriba de Carúpano, esté rodeada de árboles frutales y de las más diversas especies forestales de la región.

Ese fue el personaje que vivió en nuestra región por más de medio siglo, hasta que muy golpeado por el mal de Parkinson en sus últimos días, falleció el 14 de julio de 2019. 



Fotos Archivo Evaristo Marín