Siendo inminente la victoria de las tropas libertadoras, Juan Domingo Díaz huyó con su familia en julio de 1821 hacia Puerto Rico
José Domingo Díaz, el Último Realista
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Por Rafael Simón Jiménez


Nadie como el médico caraqueño José Domingo Díaz, simboliza en la historia venezolana la lealtad y consecuencia con la corona española, a la cual se mantuvieron fieles miles de venezolanos desde el momento mismo del inicio de la larga y desgarradora guerra de emancipación venezolana. Nacido en 1772, de padres desconocidos, expósitos como se denominaban entonces lo de tal condición, fue adoptado al nacer por los hermanos sacerdotes Díaz Argote, de quienes recibió el apellido. Dotado de una gran inteligencia y de una sobresaliente vocación de trabajo, José Domingo Díaz destacó como el primer médico de ciudad que hubo en Venezuela. Había obtenido el título en la universidad de Caracas y durante muchos años se consagra a su ejercicio profesional, desempeñando distintos cargos bajo la administración colonial, incluyendo en el tiempo previo al inicio del proceso independentista el de Ministro Honorario de la Real Hacienda e inspector contralor de los hospitales de Caracas.

En 1810 incursiona por primera vez en el periodismo fundando, junto a Miguel José Sáez, un periódico de aparición semanal que denomina el Semanario de Caracas, y donde aun con prudencia evade tomar posición frente a los temas políticos que se desarrollan vertiginosamente, y que en esta primera etapa culminarán con el armisticio y la capitulación de Miranda y la caída de la Primera Republica, en el gobierno del jefe español Domingo Monteverde, Díaz es designado inspector de hospitales y director de la Gaceta de Caracas, periódico en el cual pondrá en un futuro cercano todo el peso de su incisiva pluma al servicio de sus ideales realistas.

Entre 1813 – 1814, ante la victoria de la campaña admirable y la entrada de Simón Bolívar triunfante a Caracas, donde recibe el título de libertador, Díaz se ve obligado a un forzoso y corto exilio que culmina en septiembre de 1814, cuando el acoso de las tropas de Boves y Morales hacen huir a las huestes libertadoras, y de nuevo se reinstala en Caracas, combinando el ejercicio médico con nuevas ediciones de la Gaceta de Caracas donde sin piedad fustiga a los ejércitos libertadores y muy especialmente a Simón Bolívar, sobre el que descarga lo más pesado de su artillería verbal acusándolo de dictador, sanguinario, incompetente, disociador, cobarde y todo tipo de epítetos hirientes que delatan su encono contra quienes pretendían subvertir el orden colonial.

En sus frecuentes alusiones a Bolívar, Díaz, entre otras perlas señala: "...Bajo el carácter de libertador que él mismo se dio; terminadas en Caracas las indecentes fiestas en obsequio de Simón Bolívar, partió este para atacar a Puerto Cabello, tan ignorante como aturdido lo dispuso de un modo solo capaz de ser concebido por él". Díaz, además de sus escritos en la Gaceta de Caracas, que se prolongan ininterrumpidamente hasta enero de 1821 cuando decide renunciar a su permanencia en ese medio impreso, publica años mas tarde en Madrid en 1829 su obra más significativa que titula "Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas" donde plasma su visión, su testimonio y sus puntos de vista sobre todo el proceso de la Guerra de Independencia desde su génesis, por supuestos condicionados a su virulenta incondicionalidad a la causa realista.

Siendo inminente la victoria de las tropas libertadoras, Díaz huye con su familia en julio de 1821 hacia Puerto Rico, y luego se traslada a Madrid, donde las autoridades reales lo designan Intendente de la Real Audiencia de Puerto Rico, en cuyo territorio se desempeñara en distintos cargos hasta el fin de sus días, sin perder jamás el pulso de los acontecimientos en Venezuela, y poniendo siempre de relieve los males políticos y administrativos que habían traído a su patria como consecuencia de la victoria del bando independentista. Díaz será hasta su muerte un convencido y un fanático realista, defensor del orden colonial, y fustigador incansable de quienes, a su juicio, habían traído con sus ideas disociadoras y sus ambiciones insaciables tantos males y desgracias a estas tierras. Sin duda el ultimo e irreductible realista.





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