El 1 de octubre se aplicara una nueva reconversión monetaria. En esta nota se analizan las experiencias anteriores.
Pedro en 2021
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Por Arlán A. Narváez-Vaz R


En marzo de 2007, poco después de anunciarse la “reconversión” que entró en efecto el primero de enero de 2008, publiqué en el diario 2.001 el primero de una serie de artículos para analizar la medida y advertir sobre su inutilidad por no venir acompañada de medidas que atendieran la esencia del problema. Tristemente, como muchos otros colegas economistas, tuve razón y, en poco más de 10 años, la inflación devoró la moneda e hizo inevitable una nueva “reconversión”, que entró en vigencia el 20 de agosto de 2018. Para ese evento también publiqué artículos con análisis y advertencia de su inutilidad por las mismas razones de la del 2008, la medida era cosmética y no atendía a las causas, por lo que la describí con el conocido adagio: “Aunque la mona se vista de seda, ¡mona se queda!”. En el 2008 se eliminaron 3 ceros, en el 2018 se volaron 5 ceros y ahora anuncian para el 1º de octubre otra reconversión, esta vez con el nombre de “nueva expresión monetaria”, que eliminará 6 ceros más. Eso significa que, a partir del primero de octubre, un bolívar será equivalente a 100.000.000.000.000 bolívares (léase cien billones, o sea cien millones de millones de bolívares) del 31 de diciembre de 2007.

En esta oportunidad no le pusieron a las “nuevas expresiones monetarias” un nombre grandilocuente y heroico, como gustan los comunistoides, en 2008 y en 2018 usaron bolívar “fuerte” y bolívar “soberano”, por lo que podría haberse esperado que usaran algo así como bolívar “victorioso”, bolívar “grande” o incluso, bolívar “heroico”. Pero, no, optaron por un nombre que trasmite una idea de renovación y avanzada tecnológica, tal vez para hacer ver como dinámico, moderno e innovador a un régimen de contenido y postulados anacrónicos, así ahora nuestra unidad monetaria se llamará: bolívar “digital”… Sin embargo, una administración que prácticamente ha exterminado nuestra producción petrolera y sus derivados, que nos ha llevado al nivel de los países del África sub sahariana y que no es capaz de garantizar a la población los servicios básicos, electricidad, agua, gas, gasolina o diesel, es muy difícil que pueda sacar al ruedo una unidad monetaria digital.

A escasos días para su nacimiento el régimen no ha aclarado la pregunta obvia ¿por qué digital? No falta quienes especulan respuestas sobre la base de la concepción universal de las monedas digitales, por ejemplo, Wikipedia las define como “…medio de intercambio disponible en forma digital, no en forma física (es decir, no en forma de billetes y monedas) que posee propiedades similares a las monedas físicas, permite transacciones instantáneas y transferencia de propiedad sin fronteras.” Pero, en realidad, la única aclaración válida es la que no ha dado el padre de creatura, puesto que este “bolívar digital” se anuncia con un nuevo cono monetario de 4 billetes (Bsd 10, 20 50 y 100) y una moneda de Bsd 1,00, aunque el Banco Central de Venezuela – BCV – ha aclarado que convivirán el bolívar físico con el digital, lo que significa que todo seguirá igual que ahora pero con la diferencia que se “eliminarán” 6 dígitos (realmente se eliminan 4 porque los otros 2 pasarán a ser decimales), lo cual, como ellos mismos dicen, facilitará las expresiones contables y los sistemas de cómputo pero, como alguien dijo alguna infausta vez, “por ahora”.

Desde hace mucho tiempo Venezuela ha vivido con una restricción de efectivo que ha forzado a que una porción muy considerable de las transacciones en bolívares se hagan “digitalmente”, mediante el uso de tarjetas de débito, trasferencias o “pago móvil”, no porque nuestra economía monetaria sea dinámica y moderna sino, simplemente, porque el BCV no tenía capacidad para proveer las necesidades de efectivo, de hecho el sistema bancario limitaba severamente la cantidad de dinero en efectivo que diariamente podía retirarse de las cuentas bancarias. Es decir, el bolívar que hemos tenido en los últimos 2 años ha sido, por lo visto, tan digital como el nuevo “bolívar digital”, salvo por las ventajas contables y de cómputo de la reconversión o, como quieren llamarla, nueva expresión monetaria.

Hasta ahora, en auxilio de las limitaciones transaccionales del actual bolívar digital (aunque aún no se llame así), una porción considerable de las transacciones, que se ha estimado que podría ser hasta del 70 % del total, se realiza en divisas, dólares de los Estados Unidos o Euros, con exactamente las mismas limitaciones de efectivo que el bolívar, pero con una diferencia sustancial, nuestro bolívar, digital o no, ha perdido una de las funciones esenciales del dinero, la reserva de valor, mientras que la divisa si cumple con esa función. La causa de esa pérdida, obviamente, es la inflación, fenómeno que, al hacer que la moneda pierda su valor o poder adquisitivo, ha dado lugar a la necesidad de esas 3 reconversiones monetarias, y poco tiempo dará lugar a otras mientras no se corrijan las causas del problema.

Un sabio proverbio sentencia que “Cuando el dedo señala la luna, el necio mira la dedo”, para enseñarnos que se debe atender a las causas de los problemas si se quiere resolver sus manifestaciones o consecuencias. En 12 años se han eliminado 14 ceros a nuestra moneda, sin atender la causa de su pérdida de valor. Esa ha sido la tristísima historia de las reconversiones en Venezuela, se eliminan ceros, se cambia el nombre de la moneda, pero no se atacan las causas que dieron y siguen dando origen al problema: la creación de demanda con excesiva emisión de dinero inorgánico y el estancamiento de la oferta (producción) por el acoso de las erradas políticas gubernamentales.

En el artículo que mencioné al principio de este escrito, de marzo del 2007 relaté lo siguiente, que sigue teniendo vigencia, para ilustrar lo necio de una reconversión sin atacar el problema causante:

En una oportunidad se presentó ante el jefe del registro civil una persona que le pidió iniciar el procedimiento para cambiar su nombre.
- Y, ¿por qué razón desea usted cambiarse el nombre?, preguntó el funcionario.
- Vera usted, es que yo me llamo Algarrobo Cagarruta.
- Ah, ya veo, le dijo y ¿Cómo desea llamarse ahora?
- ¡Pedro!
- Pedro ¿qué? repreguntó el servidor público
- Pedro Cagarruta, por supuesto

Una reflexión es inevitable antes de terminar estas líneas: honestamente no tengo la más mínima idea de cómo quitando 3 ceros a la moneda (ahora 6 ceros más), sin acabar con la emisión de dinero inorgánico y sin estimular tanto la producción como la productividad, se va a controlar la inflación. 
Habrá cambiado de Algarrobo a Pedro, pero seguirá siendo Cagarruta. ¡Cosas veredes, Sancho!

(*) Profesor UCV y UniMet/ arlanwmun@gmail.com