La problemática de las creencias musulmanas y su amplia extensión en países distintos al mundo árabe tradicional, son tópicos susceptibles de manipulación informativa
La Historia como Espejo (II)
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Por Manuel Salvador Ramos


Antes de emprender el desarrollo de la presente nota creemos necesario reiterar nuestro propósito de acogernos a un orden secuencial para plantear una temática a nuestro juicio fundamental en el mundo de hoy. Insistimos en que el dibujo de muchas notas periodísticas cuando destacan solo hechos puntuales, tienden a sembrar percepciones erráticas en el público y consecuencialmente ello deforma el fondo y el sentido histórico de temas cuya profundidad y complejidad no puede encerrarse en líneas redactadas con prisa circunstancial o desde la mira de una parcialización interesada. La problemática de las creencias musulmanas y su amplia extensión en países distintos al mundo árabe tradicional, son precisamente tópicos susceptibles de manipulación informativa, deviniendo ello en que numerosas personas, diríamos mas bien miles de personas, asumen una relación directa y obvia entre la praxis religiosa musulmana y el terrorismo practicado por grupos extremistas. Además de ello, es sorprendente el grado de ignorancia hasta en niveles en los cuales se presume cierto standard cultural, no solo en lo inherente a los aspectos religiosos propiamente dichos, sino incluso en lo relativo a la expresión general del arabismo como civilización. Se capta la misma como una herencia primitiva de barbarie, lo cual no solo es equivocado sino totalmente falso, ya que cualquier revisión histórica nos muestra como Occidente recibió de la esa cultura aportes trascendentes en niveles muy variados del pensamiento y el quehacer, siendo tan importantes los mismos como han podido serlo los legados de la cultura grecorromana y la propia visión cristiana.

Se trata entonces y esto deseamos enfatizarlo, de explicar cómo la religión creada por Mahoma generó simultáneamente Estados de inspiración teocéntrica mas no teocrática, y como el juego complejo de la acción humana, concretamente de grupos, sectores y sectas, se han arrogado la representatividad genuina de su pensamiento para encauzarlo hacia la beligerancia absoluta y la lucha total. Ahora bien, tal como lo advertíamos, nuestra intención no es hacer de este espacio a una suerte de evento académico sobre la civilización árabe. El objetivo es resaltar los hitos fundamentales de la misma para confluir en las explicaciones del presente islámico y sus derivaciones.

EL ISLAM
Habíamos conversado sobre la muerte de Muhammad (nombre árabe-originario del profeta), la cual por error involuntario fijamos el año 652, cuando la fecha real es el 632. Allí destacamos el carácter unificador de su credo en el conjunto geográfico que hoy se conoce como Arabia e igualmente hablamos del expansionismo que se intensificó con posterioridad a su fallecimiento, gracias ello a las iniciativas de quienes como sucesores consolidaron un dominio político-administrativo de todas las regiones que sucesivamente ocupaban. A la par insistimos en resaltar la relevancia histórica de la religión como elemento aglutinador del Islam, al cohesionar en torno a la idea de un solo Dios Omnipotente a las tribus árabes en primera instancia y a las zonas ocupadas por la expansión posteriormente.

Los preceptos del Corán fueron los fundamentos del Estado y los organismos de gobierno fueron diseñados adaptando antecedentes institucionales que provenían de los bizantinos y los persas. El califa era la suprema autoridad religiosa, política, militar y judicial, pero su poder era absoluto y superior al de los reyes bizantinos. Nombraba a los emires (gobernadores) de las provincias y a los jueces (al cadis). Los califas del período Abbasi delegaron la administración civil en un primer ministro (visir), e instituyeron el diván, oficina que centralizó la hacienda, las relaciones exteriores y los servicios públicos en cada una de dichas provincias.

La expansión fue un proceso consumado en relativamente poco tiempo y con un grado de cierta facilidad. Ello tiene su explicación. Como hemos dicho, los árabes musulmanes contaban en su provecho con una firme convicción religiosa, una cohesión guerrera y una habilidad para pactar con el enemigo. Hoy, a siglos de distancia, este último rasgo es distintivo en el manejo de su actividad diplomática. Además de ello, ofrecían un trato benigno que facilitaba y hasta estimulaba el respeto a la situación personal, jurídica, religiosa y administrativa de los distintos grupos y comunidades de cada zona ocupada.

Así vemos entonces que la expansión del Islam llevará su cultura desde una desértica zona del Medio Oriente hasta la lejana Europa: en el 711 entra en España y ya en el 718 ella se encuentra dominada casi en su totalidad por los árabes. Ahora, para comprender mejor el sentido integral de esa marcha histórica y en la búsqueda de lograr tal objetivo, esquematizaremos didácticamente cuatro períodos para mostrar la trayectoria histórica del Islam:

1. El primero corresponde al gobierno de los primeros cuatro califas (632 -661), caracterizado por la expansión del Islam hacia Asia y África. Ese período es el inmediatamente posterior a la muerte del Profeta y allí mismo se manifiestan los componentes de los conflictos y enfrentamientos que hoy son característicos en el mundo musulmán.

2. Dinastía de los Omeyas (661-750). Durante este periodo de gran expansión y organización del imperio la capital fue trasladada a Damasco y a pesar del conjunto de guerras intestinas, la expansión musulmana se consolida y también echan raíces los mecanismos de transculturación religiosa y la conformación sui generis de la institucionalidad social y administrativa.

3. Califato Abbasi (750 -1517). Los abbasies destronaron a los Omeyas erigiéndose como jefes políticos, religiosos, militares y jurídicos. Impusieron el árabe como lengua oficial y llevaron la capital a Bagdad. Los Abasíes comprendieron que con un Imperio tan extendido tenían que abandonar el absolutismo Omeya y crear autoridades provinciales con notables locales. Así el periodo Abasí fue el escenario estelar de una gran excelencia cultural y económica, y de una gran robustez en lo político y lo administrativo. Ese espacio histórico nos depara una visión sincrética al mostrarnos como la cultura islámica amalgama el árabe clásico, el estilo de vida persa y la ciencia helenística. Es ejemplo notorio de ese esplendor el desarrollo de las cuatro escuelas jurídicas islámicas que hoy conocemos y manejamos. No hay duda que el período Abasí representa el momento cumbre del Islam.

4. Período de estancamiento y el desorden (Siglos XI –XV). La pérdida de poder sobre gran parte del Mediterráneo, la crisis y desaparición del Califato de Córdoba, así como las sempiternas rivalidades, enfrentamientos y luchas intestinas, traen como consecuencia el declive progresivo del Islam. Asimismo, opera un factor militar-político de gran relevancia como es la toma del Califato de Bagdad por parte de los turcos selyucidas, quienes impusieron sus costumbres de forma rígida. Todo ello demarca un periodo un ciclo de decaimiento y decadencia que tiene como punto culminante la toma Constantinopla por los turcos en el año 1453.

El vuelo rasante de las líneas precedentes requiere complementarse con el análisis de un aspecto fundamental. El mismo nos permitirá redondear la perspectiva para visualizar adecuadamente el contexto actual y de ello nos ocuparemos en notas subsiguientes.