La suerte está echada. Nueve candidatos de los cuales solo contarán tres: Yasna Provoste por la Unidad Constituyente, Gabriel Boric por Apruebo Dignidad y Sebastian Sichel por Chile Vamos.
Yasna en Campaña
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Por Fernando Mires


El resto asistirá a la fiesta pero no bailará: pura comparsa. Irán a las elecciones a negociar, a sumar, a restar, a figurar y hasta, como Marcos Enriquez Ominami (MEO), a divertir al público. Más de alguno aspira a contar con el tanto por ciento decisivo para inclinar la balanza unos centímetros hacia la izquierda o a la derecha y, con pocos votos, hacer el negocio del siglo. De acuerdo a la geometría política todavía imperante en Chile, la lucha será por el centro. Gabriel Boric levantó un interesante discurso de izquierda-centro, Sebastian Sichel uno de derecha-centro y Yasna Provoste será la candidata que echará a perder el juego centrista de la izquierda y de la derecha.

Yasna es candidata de centro- izquierda y a veces de centro-centro. Ella, a diferencia de los otros dos candidatos, no va hacia el centro: es de centro. Un centro no geométrico. Un centro que no está en el medio. Un centro que, más que centro, es centralidad. Si no fuera por la persona de Yasna Provoste estaríamos definitivamente ante un campo político polarizado. No tanto por los candidatos de la izquierda y de la derecha, sino por los contingentes que arrastran. Detrás de Boric, es sabido, existe una gama de izquierdas que va del color rosado pálido, pasando por el verde, hasta llegar al rojo más encendido, al que se suma una izquierda juvenil, festiva y revoltosa. Detrás de Sichel y de su verbo tolerante, pragmático y conservador van desde los neo-pinochetistas (sobre todo los que piensan que votar por José Antonio Kast es perder el voto) los asustadizos, que creen que en cada candidato de izquierda existe un Maduro o un Evo o un Ortega, y por cierto, los hombres de negocios, no solo los del “gran capital”, sino también los que quieren prosperar en un país donde la política sea reducida a la pura administración pública.

De más está decir, Yasna Provoste será la candidata de la incomodidad. Si no hubiese sido por su candidatura, Boric habría contado con el apoyo de todos los descontentos -muchos en verdad– que deja detrás de sí la administración del “otro Sebastián” (Piñera). A su vez, Sebastian Sichel podría contar con todos los que tienen miedo -a veces por razones comprensibles– a un gobierno respaldado por izquierdistas, entre ellos algunos muy fanáticos y caóticos. No extrañará entonces si Yasna se convierte en enemiga número uno de los que necesitan de la polarización para subsistir políticamente. Una más que extraña vinculación que ya ha comenzado a hacerse presente en los dos polos. Basta leer los medios de la derecha y de la izquierda. Desde ambas posiciones se ve un intento destinado a desvalorar la presencia de la candidata aduciendo argumentos que, si bien pueden ser ciertos, aislados de contexto no corresponden con las características de una elección, menos con una presidencial.

El argumento más recurrente es que las primarias de Unidad Constituyente, las que con comodidad ganó Provoste, fueron muy poco concurridas en comparación con las que eligieron a Boric y a Sichel. Lo que pocos dicen es que esas primarias fueron tardías, no legalizadas e implementadas con muy poca difusión, hechas tal vez con el propósito de que solo fueran a votar los militantes de los partidos, en desmedro de Provoste. Quienes así opinan, olvidan que la lógica electoral de las primarias nunca, en ningún país, puede ser traspasada al espacio de las elecciones generales, donde impera una dinámica absolutamente diferente. Un analista político de la derecha oficial, Cristóbal Bellolio, llegó incluso al extremo de afirmar de modo despectivo: “Provoste no tiene ninguna posibilidad de ponerse en buena onda, independiente y joven”. Aparte de que Provoste está en la mejor edad para un político (51 años) Bellolio insinuó que la contienda electoral será de carácter generacional. Disparate tan grande que no valdría la pena mencionar si es que no sirviera para dilucidar las tonalidades que representa la candidatura de Yasna.
Por cierto, el conflicto generacional existe tanto en esta como en todas las elecciones. Pero la juventud no es homogénea. Hay jóvenes de todas las ideas y estratos sociales. No solo existen los de la revuelta social que llevó al estallido de Octubre del 2019.

Más importante parece ser la confrontación social que tendrá lugar en el curso de la intensa y breve lucha electoral. Y se quiera o no, Yasna ha sido una luchadora social en todos los cargos que ha representado. Boric también podría llegar a serlo, pero es solo una posibilidad. En cambio en Chile todos saben el rol que ha jugado Yasna en la lucha por reformas orientadas a disminuir la desigualdad. La candidata tiene historia y trayectoria. Más importante que la controversia generacional será la dimensión de género. Y aquí hay algo que sí puede ser decisivo: En la lista donde figuran los candidatos, Yasna es la única mujer. En cualquier otro momento histórico-político, su condición de mujer no habría sido demasiado relevante. Pero justo en los momentos cuando es debatida una futura constitución paritaria, la presencia de una mujer como candidata presidencial adquiere un enorme significado político.

Pocas veces las organizaciones políticas han parecido tan machistas, aún frente a su propio público. Los ocho hombres presidenciables terminaron por regalar a Yasna la representación de género, precisamente en un momento cuando el tema arde en Chile. Así lo advirtió Yasna: “Hasta ahora, soy la única mujer que estará en la papeleta de noviembre y eso, de por sí, ya es una fuerza transformadora”. La simbología es muy importante en la vida política. A su condición de mujer, Yasna agrega su segundo apellido: Campillay: indígena diaguita. Muy adecuado a los tiempos. Pues si antes un apellido indígena era una desventaja, ahora aparece como ventaja. Las comunidades indígenas que hoy hacen valer sus reivindicaciones, verán en Yasna alguien muy próximo a ellos. Quizás no tanto por su apellido sino también porque Yasna proviene del Chile de las regiones. Y este es otro factor importante.

En un país donde desde las regiones han existido subordinadas a la capital, Yasna no ha vacilado en levantarse como la candidata de las regiones. En su discurso en la plaza de Armas de Vallenar, su ciudad natal, dijo: “porque soy de acá, porque además la señal muy clara que queremos decir es que vamos a abrir La Moneda a Chile, al Chile de las comunidades, al Chile que vive en el mundo rural, ese es nuestro compromiso”. Pero la condición de mujer, la proveniencia indígena, la representación de las regiones, son hechos que no tendrían mucho significado si es que Yasna no fuera, además, una política profundamente democrática. Yasna no es revolucionaria ni mucho menos populista. Su defensa de los derechos de las mujeres es consecuente, incluso radical, pero está lejos de ser una me too. Su mención reiterada a los pueblos originarios no es separatista ni mucho menos demagógica como la de un Evo Morales en Bolivia. Su regionalismo no es una revolución del campo en contra de las ciudades como es el de Pedro Castillo en Perú. Todas sus demandas políticas han sido propuestas en el marco de un absoluto respeto a la Constitución y a las Leyes. Lo ha probado en los diversos cargos políticos que ha desempeñado desde que fuera elegida directora del Servicio Nacional de la Mujer en Atacama (1996-1997). Después, a los 28 años, gobernadora de la provincia de Huasco, más adelante intendente de la Región de Atacama. El presidente Lagos la nombró Ministra de Planificación. Durante el gobierno de Bachelet fue designadada Ministra de Educación. Fue además secretaria ejecutiva de la Concertación en 2010, presidente de la DC en la región de Atacama el 2013, luego diputada y el 2017 senadora por Atacama. El año 2021 fue elegida presidenta del Senado.

En modo muy chileno, Yasna Provoste parece ser la representación femenina de la política como profesión en los dos sentidos otorgados por Max Weber al término profesión (profesionalidad y vocación) Su militancia es democristiana. De una democracia cristiana, por cierto, que dista mucho de ser el gran partido de Eduardo Frei y Rodomiro Tomic. Hoy la DC es casi una ruina política y no faltan quienes ven en eso una gran desventaja para Yasna.. Pero, ¿no están casi todos los partidos políticos de Chile arruinados? Boric es representante de un movimiento, no de un partido. Sichel es un representante de un conglomerado de derechas variopintas y no de un clásico partido conservador o liberal. En ese punto, la democracia cristiana de Yasna Provoste no es una excepción sino la regla. Por eso mismo ella ha destacado que, siendo demócrata cristiana, no solo es demócrata cristiana. Al contrario, de todas las candidaturas, la suya es la más transversal. Yasna, dicen en Chile, no es la portavoz de su partido sino su partido el portavoz de Yasna. Más que por ser representante de un partido, Yasna será la candidata de los independientes políticos chilenos.

El independentismo político en Chile no tiene nada que ver con el de los a-políticos o el de los indecisos o el de los abstencionistas que pululan en otros países. Por el contrario, es un resultado directo de la desvinculación de un gran sector de la ciudadanía con respecto a los partidos tradicionales. En las elecciones para-constituyentes del 2021 los “sin partido” obtuvieron la mayoría. No hay que olvidarlo. Yasna Proveste, al lograr convertirse en la abanderada de la ex Concertación, ha superado un gran obstáculo. Más complicado– si no obtiene la mayoría absoluta, algo si no imposible, muy difícil – será pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales. Si pasa, y su adversario es Sichel (lo que probablemente no ocurrirá) obtendrá gran parte del capital político de Boric. Si su adversario es Boric, obtendrá el apoyo de muchos que apoyaron a Sichel. Si en cambio es eliminada, no será una tragedia para el país, pero la que sobrevendrá bajo quien sea elegido, será la política de la incomunicación. Todo lo contrario si triunfa Yasna. Ella es la única líder chilena en condiciones de comunicarse con los dos polos sin perder su identidad política.

Yasna representa a la despolarización, o si se prefiere, al fin de la política de las fronteras cerradas. Chile merece una Yasna.