En su arribo a Francia el martes 10 de agosto y en la presentación oficial un día después, en cada acto protocolar Messi lució feliz como tal vez nunca se lo vio en Barcelona
París es Fiesta, es Fútbol
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Por Hernán Quiroz Plaza


Fin. La nota comienza al revés. Una de las más románticas historias de amor que el fútbol haya dado en siglo y medio de existencia finalizó con un glacial tuit de siete palabras de una de las partes: “Leo Messi no seguirá ligado al FC Barcelona”. Una hora y veinte minutos después, la cuenta oficial del club catalán publicó otro con la leyenda “Gracias, Leo”. ¡Ufff… qué frío! Dos icebergs que hundieron definitivamente el matrimonio. Como si se tratara de un jugador que pasó una temporada sin pena ni gloria por el club y se le agradece igual por elemental cortesía. Un adiós sin besos, un telón sin aplausos. Inmediatamente después quitaron el nombre de Messi del plantel azulgrana en Wikipedia. El presidente Joan Laporta llamó con urgencia a los restantes cuatro capitanes (Piqué, Busquets, Jordi Alba y Sergi Roberto) para notificarlos de que la decisión era firme y definitiva. Dieron el hachazo y limpiaron prolijamente todo con lavandina. La idea, pareció, era dejar en claro que no había ninguna posibilidad de retorno. “Fue un gran jugador”, “Lo quisimos”, “Qué linda época”… En un minuto juntaron a Messi en una galería con Cruyff, Rivaldo, Ronaldinho, Xavi... Muy extraño.

Fuera de los escritorios sí reinó la pesadumbre. “Ya nada volverá a ser lo mismo. Ni el Camp Nou, ni la ciudad de Barcelona, ni nosotros mismos. Después de más de 20 años en el club, dejarás de vestir la camiseta del Barça. La realidad, a veces, es muy dura”, escribió Gerard Piqué en su muro de Instagram. “Muchas gracias por todo, Leo, nunca te podremos agradecer todo lo que nos has dado, te deseo lo mejor”, apuntó Carles Puyol. Dos símbolos del catalanismo sintetizaron el sentir de millones de barcelonistas. No del club. Porque Messi no se fue, el Barcelona le cerró la puerta en la cara. La cruda noticia emitida por el club azulgrana entristeció a los hinchas de todo el mundo, que esperaban felices otro anuncio, el de la continuidad por cinco años más del astro con esa camiseta.

En cambio Joan Laporta, actual presidente, no esbozó una partícula de amargura en su conferencia de prensa. Informó que el acuerdo con el jugador estaba, pero que no podían inscribirlo por la inflexibilidad de la Liga. La realidad es que el club está quebrado y su gobernante no puede decirlo. Pero no olvidó el sempiterno y arrogante “el Barça está por encima de todo”. Una declaración previsible, el FC Barcelona siempre se proclamó una suerte de entidad suprahumana, un estatus al que no pueden aspirar ni las religiones ni los estados. Debemos admitirlo: en deudas y descalabros dirigenciales, en curiosas y ultramillonarias transferencias de jugadores y miserias como el Barçagate también está por encima de todos.

“Se le hará el homenaje que él quiera”, agregó. ¿Messi tiene que pedir el homenaje…? En la familia del rosarino, Laporta es acusado de alta traición puesto que basó su candidatura a la presidencia y como promesa de campaña en que lograría la renovación de Lionel. Al margen de la gravísima situación económica culé, el entorno de Messi está convencido de que Laporta no hizo todo lo posible por retener al rosarino. Lo entretuvo dos meses en coqueteos sin una verdadera intención de formalizar y los Messi dejaron pasar otras ofertas porque el sueño de Leo, su obsesión, era seguir en ese club. Jorge Messi (mánager), dicen, estalló en privado contra Rafael Yuste, vicepresidente deportivo que estuvo al frente de las negociaciones. Que fueron exitosas, en tanto los Messi accedieron a los números planteados, pero cuando estaba reservado hasta el restaurante donde se celebraría la renovación, vino el inesperado portazo. Otra bomba atómica mediática, como en agosto pasado, cuando Messi, hastiado del anterior presidente Josep María Bartomeu (“Estoy harto de sus mentiras”, dijo) envió el burofax.

El FC Barcelona, tradicionalmente conducido por lo más rancio de la aristocracia catalana, se cargó a Messi. Básicamente lo echa la catastrófica conducción de Bartomeu, que dejó el club en jaque mate financiero y económico, después de haber gastado más de mil millones de euros en fichajes ruinosos. Entre los últimos tres presidentes le dieron salida al individuo que más gloria proporcionó al club en sus 122 años. Laporta bajó la palanca, pero lo eyectaron entre él, que no supo desactivar el explosivo, Bartomeu sobre todo, y también Rosell; estos dos nunca quisieron a Messi. El Barcelona parece ser una institución que juega siempre en contra de sí misma. “La capacidad autodestructiva de este club es única. Y así nos va”, se lamentó David Amador, periodista de radio La Xarxa.

Más allá de los 35 títulos y los 672 goles, de los seis Balones de Oro, de las decenas de récords, de ser el hombre que más dinero hizo ingresar en las arcas del club y el futbolista con más victorias sobre el Real Madrid, también el que más le convirtió, Messi le dio al Barcelona una visibilidad universal que nunca había tenido. Lo ubicó en la cumbre del fútbol, le confirió un estatus planetario y le atrajo millones de nuevos hinchas y decenas de patrocinios. Jamás el Barça gozó de tanta resonancia ni vendió tantas camisetas. Un equipo que era la víctima predilecta del Real Madrid y con una sola Champions en vitrina.

Se ha dicho que no se cumplía las reglas del fair play financiero de la Liga por el contrato de Messi, que de por sí rebajaba al 50 % sus honorarios, y es verdad, pero en cambio sigue con Griezmann, Coutinho, Dembelé, Pjanic, Umtiti, quienes, en conjunto, triplican el contrato de Messi, jugadores que Ronald Koeman no tiene en cuenta o desearía no tenerlos. Para ellos sí hay lugar. Son inubicables, y apartarlos a la brava implica juicios con cifras incalculables. Al llegar a la ciudad deportiva, Griezmann (40 millones anuales) fue abucheado por los hinchas que llegaron hasta allí para protestar por la ruptura con el 10. “Por ti se va Messi”, le gritaron. A propósito: ¿en quién recaerá esa camiseta?, ¿quién será el valiente que quiera ponérsela y someterse a la indignación de los hinchas?

Y lo que era un secreto a voces, el anhelo del mundo del fútbol, finalmente se cumplió. "Aún no me lo creo, nos lo han regalado”, se pellizcaba un feliz hincha del Paris Saint Germain frente a un micrófono. Otro, entrevistado en la larga cola para comprar la camiseta del 30 (ahora es El Pibe 30), confesó: “Nunca en mi vida compré una camiseta de fútbol, pero esta la quiero”. El francés en general y el parisino en particular no son fanáticos del fútbol como el inglés o el italiano, pero todos están experimentando el orgullo de tenerlo. París entera se ha prosternado ante la llegada de Lionel Messi como no había sucedido jamás con otro personaje futbolístico. O quizás de ningún tipo.

La elegantísima Ciudad Luz sonrió, se emocionó, se iluminó como nunca para dar la bienvenida al gran crack de "la número cinco" en lo que ya empieza a catalogarse como “el pase del siglo”. Por tratarse de quien se trata, por los clubes que involucra y por la sorpresa general. Nadie, salvo Joan Laporta y sus compañeros de directiva, podían soñar jamás que el FC Barcelona empujaría a Messi hasta la puerta de calle y se la cerraría en la cara. Nadie imaginó que se iría de Cataluña. Por eso el enojo (Messi se las ingenió en la rueda de presentación para no pronunciar la palabra Barcelona). Porque cuentan que su esposa Antonella quedó en shock cuando le dijeron “te tienes que ir”. Pero ahora comienzan otro capítulo de vida.

En su arribo a Francia el martes 10 de agosto y en la presentación oficial un día despúes, en cada acto protocolar Leo lució feliz como tal vez nunca se lo vio en Barcelona. Se sintió amado. Pero, además, expresó un agradecimiento infinito porque sabe que el PSG le tiró un salvavidas: el jueves 5 de agosto, cuando el Barça le comunicó que no tenía lugar para él, Messi se vio fuera del fútbol. Con las ligas empezadas o a punto de iniciarse, no había tiempo para negociar con ningún club del mundo. Se cruzó este barco y lo subió a cubierta, le dio una frazada y un café caliente. Por eso enfatizó tanto que dará todo para prolongar los éxitos. Messi se quedaba sin jugar, así de simple. Ernesto Cherquis Bialo, brillante maestro de la revista El Gráfico, definió genialmente la situación: “Es como si La Gioconda buscara museo”. Tal cual. Como si el Louvre le dijera “haz las maletas, ya no tienes lugar aquí” a la enigmática dama del cuadro. “Pero es que vienen para verme a mí…” “Lo siento, no tenemos presupuesto para darte seguridad, debes irte”.

En ese momento y con grandes reflejos, el brasileño Leonardo, aquel excelente lateral izquierdo del Mundial 1994, hoy director deportivo del PSG, levantó el teléfono, habló con Jorge Messi y le hizo la propuesta. Pidió hablar con Leo y le dijo claramente: “Acá vas a tener todo, especialmente cariño”. Su gran compadre futbolístico Neymar lo llamó también y le ofreció el número 10 de su dorsal, lo cual Messi rechazó: “Es tuyo, te lo ganaste, yo juego con cualquier número”.

El PSG puso a la venta en su tienda la casaca de Leo a 165 euros y las filas fueron interminables. Los expertos de marketing informaron que de Neymar se venden un millón de esas prendas al año y estimaron que de Messi serían un millón y medio, sin embargo, tras el primer día de comercialización es posible que la realidad multiplique varias veces ese cálculo. Messi rompe todo. Solo con el mercadeo genera más ganancias que lo que cuesta su contrato. En contrapartida, el Barcelona, que admitió que ocho de cada diez camisetas expendidas eran de Messi, verá reducidos dramáticamente sus recursos. Ejecutivos de diversas consultoras creen que ya en el primer año perderá de ganar mucho más de lo que costaba retenerlo. Ello sin contar con el factor turístico. “Messi es un ícono inseparable de Barcelona y del Barça, no debe irse nunca”, dijo hace un año Ada Colau, alcaldesa de la Ciudad Condal. No la escucharon.

“El club y la ciudad perderán relevancia sin él, yo al menos no miraré los partidos del Barcelona”, dice Edu, abogado especializado en derecho deportivo. Algo en lo que coincide el técnico argentino César Luis Menotti: “No me interesará este Barca sin Messi”. Decenas de millones de seguidores en todo el mundo se pasarán ahora al PSG. Países exóticos como Bangladesh, donde se asegura que 150 millones de habitantes son messiánicos, o en Japón, China, Corea, Malasia, donde tiene legiones de adeptos, trasladarán ahora la señal futbolera de la TV a la Ligue1. “Messi no puede ser la única víctima de la crisis”, tituló su editorial el director del rotativo Sport, de Barcelona. Sin embargo, este domingo 15 de agosto arranca la Liga frente a la Real Sociedad y nadie más ha salido ni ninguno se ha rebajado el sueldo y el club tiene problemas para inscribir a sus refuerzos. El exvicepresidente Emili Rousaud fue más explícito: “Las lágrimas de Messi eran la demostración de que él no quería irse. Se nos va el más grande de nuestra centenaria historia, en pleno agosto, con Barcelona medio vacía y el socio triste y en estado de shock”. Y agregó: “Messi es un jugador franquicia, genera muchos ingresos adicionales a través de patrocinios, entradas o las propias audiencias televisivas. Es imprescindible anular los contratos de aquellos jugadores que no merecen lucir nuestro escudo y sí, en cambio, preservar a nuestros símbolos, a las leyendas que han marcado no solo una época sino una etapa de nuestras propias vidas. Adiós Leo y mil gracias por todo”. Nuevamente, David Amador, periodista de radio La Xarxa y socio del FCB, fue más prosaico: “Perdónenme la expresión, pero somos el club más pelotudo del mundo”.

En el mismo momento en que el rosarino llegaba a París y era aclamado por las calles, una cuadrilla de trabajadores quitaba sus imágenes del frente del estadio Camp Nou. ¿Era necesario hacerlo tan rápido? Triste. La velocidad que imprimió el FCB en borrar todo rastro de Messi resulta llamativa. En contrapartida, París le rindió en 24 horas más cariño y emociones que Barcelona en 21 años. Lo aclamó, le dio calor y una bienvenida maravillosa. Messi exudaba emoción y agradecimiento. En buen criollo, "no hay mal que por bien no venga": este refrán transmite una visión optimista de la realidad, pues indica que de una contrariedad se puede extraer algo bueno, que una contrariedad puede tener resultados favorables. Ahora, a disfrutar porque en París hay fiesta, hay fútbol.




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