¿Hay un hilo conductor entre los dientes de un caballo, una universidad en California, asesinato, suspenso, modas y falacias?
Cienciosofía, los dientes del caballo y el asesinato de Jane Stanford
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Por José Blasini


Los dientes de un caballo

En un relato que quizás hayan leído, y que le atribuyen a Francis Bacon en un intento de darle un barnicito de respetabilidad, se cuenta que:

"En el año de nuestro Señor 1432, se produjo una grave disputa entre los frailes acerca del número de dientes que había en la boca de un caballo. Durante trece días la disputa se prolongó sin cesar. Se sacaron todos los libros y crónicas antiguos, y se puso de manifiesto una erudición maravillosa y profunda como nunca antes se había oído en esta región. Al comienzo del decimocuarto día, un joven fraile de buen porte pidió permiso a sus doctos superiores para añadir una palabra, y enseguida, para asombro de los contendientes, cuya profunda sabiduría dolorosamente irritó, les suplicó que se destrancaran, de una manera tosca e inaudita y que miraran en la boca abierta de un caballo para encontrar respuesta a sus preguntas. Ante esto, con su dignidad gravemente herida, los frailes se enojaron mucho; y, uniéndose en un gran tumulto, volaron sobre él y lo golpearon, y lo echaron fuera de inmediato. Porque, dijeron ellos, seguramente Satanás había tentado a este audaz neófito a declarar formas impías e inauditas de encontrar la verdad, contrarias a todas las enseñanzas de los padres. Después de muchos días más de penosas luchas, la paloma de la paz se posó en la asamblea, y ellos, como un solo hombre, declararon que el problema era un misterio eterno debido a una grave escasez de evidencia histórica y teológica del mismo, por lo que ordenaron que así fuera escrito."

La Universidad en California

Por allí anda circulando en Internet un cuento, de esos con mensaje positivo, en el que una pareja mal vestida fue a Harvard a hablar con el rector. Una secretaria despectiva los hizo esperar durante horas, esperando que desistieran. Exasperada, finalmente le pidió al rector que atendiera a los visitantes, lo que hizo, pero solo para deshacerse de ellos. La pareja le dijo que su hijo había asistido a Harvard y que había sido muy feliz allí, pero que había muerto tempranamente y querían construirle un monumento. El rector los desanimó, diciendo que no podían erigir un monumento por cada estudiante que hubiera muerto. La pareja le dijo que no pensaban en un monumento, sino en una donación para un edificio completo en honor de su hijo. El presidente, pensando, a juzgar por su apariencia, y para quitárselos de encima les dijo cuánto valían todos los edificios de Harvard. Entonces la señora le comentó a su esposo que, si eso era todo lo que se necesitaba para construir una universidad, ellos más bien deberían construir la suya propia.

Resulta que, según el cuento, los visitantes eran Leland y Jane Stanford, los fundadores de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California.


Leland y Jane Stanford en 1850

El cuento, como todas las cosas pegajosas que uno se consigue en internet, tiene una mezcla inteligente de verdad y de ficción que hace que la historia sea creíble. Por una parte, el hijo de la pareja, Leland Stanford Jr., si había muerto y la Universidad se fundó en su memoria. Tanto que el nombre formal de la universidad es "Leland Stanford Junior University".

Pero más o menos hasta allí como que llega la verdad. Leland Stanford Junior murió de 15 años, en 1884, en un viaje de la familia a Italia. Nunca fue a la Universidad. Nunca fue a Harvard. Por otra parte, el señor Leland Stanford ya desde 1861 había sido gobernador de California y senador durante 8 años, además de presidente de la compañía de ferrocarriles Central Pacific y después de la Southern Pacific. Este no suena como un señor que llegue mal vestidito y sin anunciarse a una reunión con el rector de Harvard. (Unas versiones que parecen más cerca de la realidad, cuentan que efectivamente hubo reuniones con el rector de Harvard y con el rector de Cornell, pero para conversar acerca de la dotación y del cargo de rector de l Universidad, y que fue en estas conversaciones cuando se recomendó al señor David Starr Jordan para que ocupara ese cargo).


Leland, Jane y Leland Stanford Jr.

Después de la muerte de Leland Stamford en 1893, su esposa, Jane, se hizo cargo y sostuvo la Universidad. Fue una época dura, financieramente, y con no poca controversia desde el punto de vista académico. Tanto fue así que Jane Stanford llegó a viajar a Inglaterra, pensando en vender sus joyas para apoyar financieramente la Universidad.

Estricnina, asesinato y suspenso

En 1905 Jane Stanford fue el epicentro de lo que pudiera haber sido una perfecta novela de crimen y suspenso. Resulta que estando en su mansión, después de tomarse un vaso de agua que tenía un sabor raro, la señora Stanford se comenzó a sentir muy mal y con la ayuda de una sirvienta logró vomitar lo que se había tomado. Luego, sospechando algo, mandó a examinar en una farmacia el agua que había tomado y consiguieron que había sido envenenada con estricnina. Jane se mudó de su mansión y juró no regresar.

Después de haber contratado a una agencia de detectives que no consiguió pruebas concluyentes contra ninguna persona, Jane Stanford se deprimió mucho y decidió irse a Hawaii. Ya en el hotel, y para ponerse un poco el estómago, la señora Stanford decidió ordenar a su asistente que le prepara un poco de bicarbonato. al rato comenzó a sentirse muy mal y a gritos pedía ayuda. Esta vez los intentos de inducir el vómito no fueron exitosos y ese día Jane Stanford murió.

Aparentemente el frasco de bicarbonato había sido traído junto con el equipaje, sin mayor sospecha o revisión, desde su casa de California.


Jane Stanford

En esos días la noticia, el juicio y todos los jugosos detalles fueron objeto de gran chismografía y controversia. El doctor Jordan, en ese momento rector de la Universidad, estuvo en el centro del huracán cuando se supo que había hecho el viaje a Hawaii para contratar un doctor que certificara que la muerte había sido natural y no un asesinato. Pero no fue sino hasta el año 2003 cuando las afirmaciones de Jordan fueron puestas en tela de juicio por Robert Cutler, un neurólogo de Stanford, con base en la descripción de la muerte de Jane, dada por el médico del hotel que la atendió.

Jane Stanford y su esposo Leland reposan junto a su hijo, Leland Jr., en el Mausoleo Familiar de Stanford en el campus de la Universidad.

No se sabe a ciencia cierta cuáles fueron los motivos de Jordan para involucrarse en el caso, pero en comunicaciones al nuevo presidente de la junta de fideicomisarios de Stanford, ofreció varias explicaciones alternativas sobre la muerte de Jane Stanford y le sugirió que seleccionara la que le pareciera más adecuada. Quizás para evitar un escándalo. En todo caso el encubrimiento evidentemente funcionó porque no fue sino hasta los años 1980 cuando se consideró seriamente la probabilidad de que ella haya sido asesinada.

Por su parte, David Starr Jordan estuvo muy activo durante toda su vida, antes y después de su carrera como rector, haciendo numerosas publicaciones.


David Starr Jordan

Sciensophy

El término "cienciosofía" fue acuñado por David Starr Jordan, el primer rector de la Universidad Stanford, en su libro "The higher foolishness" (La tontería superior). Jordan usó la palabra para describir al tipo de pensamiento que inventa teorías alternativas, basadas en una comprensión inadecuada de la ciencia y del método científico, en la tradición y, con frecuencia, con un buen grado de intolerancia.

David Starr Jordan cita al fraile y filósofo italiano Giordano Bruno, que decía que: "la ignorancia es la ciencia más encantadora del mundo porque se adquiere sin trabajo ni dolores y mantiene a la mente alejada de la melancolía".

En el libro Jordan dice que la cienciosofía no es mero analfabetismo sino ignorancia sistematizada. Es un principio activo, no pasivo. Con una historia tan antigua y variada como la naturaleza humana misma.



Dice Jordan que hay dos clases de cienciosofía: una que mira hacia atrás y encuentra su inspiración en el pasado y una que mira hacia adelante y no necesita de fundamento alguno, en ninguna parte.

La primera variedad se puede ilustrar con la historia de los frailes que consultaron hasta las obras de Aristóteles para averiguar cuántos dientes tenía un caballo. La Edad Media parece haberse mantenido firme sobre una buena base de cienciosofía. Pero a medida que la civilización avanza, Jordan advierte que "cuanto más progresa la ciencia, más interrogantes deja, y así el campo de la cienciosofía se amplía constantemente".

El método de la cienciosofía tiene sus ventajas. Evita el trabajo de laboratorio, pomposo y pasado de moda, y obtiene resultados rápidamente, en lugar de tener que esperar una década o dos, para poder, por ejemplo, curar enfermedades contra las que la medicina ordinaria no podría hacer nada.

Y con respecto a la variedad que mira hacia adelante, uno no puede evitar recordar las teorías conspirativas del espacio digital de hoy. Que si las vacunas no ayudan. (Como si no hubieran sido la principal razón del aumento del promedio de vida de los últimos cien años). Que si las vacunas llevan unos nano-circuitos espías integrados. Que si Vick Vaporub untado a diario en la planta de los pies no solo elimina el riesgo del Covid-19, sino que reduce la caspa.

Nada más con respecto al Covid-19, se puede fácilmente encontrar en internet afirmaciones como estas: Que el ibuprofeno agrava la infección; Que el clima caliente mata el virus; Que bañar el cuerpo con alcohol o cloro elimina la infección (no se diga consumirlo); Que como el virus se aloja en la garganta, tomar agua lo hace pasar al estómago y morirá por los ácidos estomacales; Que comer ajo puede protegernos del virus (…y alejar a las parejas ¿quizás por eso?); Que beber alcohol eliminará la infección (Bueno. Algunas teorías no son tan locas como para no intentarlas).

La teoría de que el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates tienen sus manos metidas hasta el fondo, fueron impulsadas porque en octubre de 2019, en Nueva York, en conjunto con el Johns Hopkins Center for Health Security, se simuló un brote pandémico de, precisamente, coronavirus, para evaluar la preparación y respuesta en el caso de una pandemia muy grave. La tormenta perfecta, una mezcla de verdad y ficción, fácilmente moldeable.

Todos conocen esa prueba básica para diagnosticar el Covid-19: Respirar profundamente y contener la respiración durante más de 10 segundos. Si se completa con éxito sin toser, sin molestias, rigidez u opresión, demuestra que no hay fibrosis en los pulmones; o sea, que no hay Covid-19. Como estos mensajes decían que este era un procedimiento recomendado por ¡la Universidad de Stanford! La institución tuvo que desmentir en sus redes esas afirmaciones.

La ciencia, nos recuerda Jordan, "es conocimiento ordenado, ni más, ni menos" y añade que el engaño y la ilusión son la esencia de la cienciosofía, así como la realidad forma la base de la ciencia.

Jordan reconoce que la ciencia, por supuesto, siempre está cambiando y que "buena parte de lo que hemos llamado religión son simplemente los restos de la ciencia de nuestros abuelos".

Modas, falacias y cultos extraños, divertidos y alarmantes

Años después, en 1952, "The Higher Foolishness" inspiró al filósofo Martin Gardner a publicar "Fads and Fallacies in the Name of Science" (Modas y falacias en nombre de la ciencia) donde, ya entonces, critica la difusión de las ideas de "charlatanes" y "pseudocientíficos", atacando la credulidad de la prensa popular y la irresponsabilidad de las editoriales en ayudar a propagar esas ideas. El libro subtitulaba así: "Las curiosas teorías de los pseudocientíficos modernos y los cultos extraños, divertidos y alarmantes que los rodean. Un estudio sobre la credulidad humana.".



Gardner dice que los charlatanes tienen dos características comunes. La primera "y más importante" es que trabajan en un aislamiento casi total de la comunidad científica, a la que definía como una red eficiente de comunicación, que tiene y usa un proceso cooperativo de prueba de las nuevas teorías. Este proceso permitió que se publicaran teorías aparentemente extrañas, como la teoría de la relatividad de Einstein en su momento, que inicialmente encontró una considerable oposición; pero que nunca fue descartada como el trabajo de un chiflado, y que pronto se encontró con una aceptación casi universal.

Si Gardner basó su libro en la "irresponsabilidad" de las editoriales, libros, prensa y revistas de entonces; si hubiera tenido que escribirlo en el mundo de hoy, todavía estaría recogiendo datos y quizás su libro nunca hubiera recibido la tinta de las imprentas. Si en esa época ya había una buena variedad de teorías bien creativas (ver aquí), no podemos siquiera imaginar lo que Gardner se hubiera conseguido hoy en la Internet. Y ni hablar de la credulidad del lector. Solo hace falta que los primeros 140 caracteres se parezcan un poco a lo que ese lector ya piensa.

¿Qué tanto habremos progresado desde la Edad Media?



Referencias:

Fads and Fallacies in the Name of Science. Martin Gardner (1957) 

Dr. Jordan Writes on Science and "Sciosophy"; THE HIGHER FOOLISHNESS. Por R.l. Duffus, New York Times, (Nov. 20, 1927)

Leland Stanford

Jane Stanford

Stanford_University

David Starr Jordan

El cuento de la visita Stanford a Harvard