En 1888 La Rotunda cambió de cara para recibir a un destacado huésped, quien disponía de una habitación amueblada y alfombrada que le sirvió como dormitorio
En la Rotunda con Alfombra Roja
      A-    A    A+


Por Rafael Simón Jiménez


La cárcel de La Rotunda ha sido una de las más terribles ergástulas que ha existido en la historia venezolana, ubicada en lo que hoy es la Plaza de la Concordia, fue durante casi 100 años centro de reclusión y suplicios para los enemigos de distintos gobiernos. Su edificación se hizo siguiendo las ideas del panóptico concebidas por Jeremías Bethan, que implicaban una construcción circular, con dos pisos de celdas que pudieran visualizarse y controlarse por los carceleros desde el centro.

La Rotunda, que fue el símbolo de una Venezuela incivil, presidida por las guerras internas y los caudillos implacables, tuvo sin embargo notorias excepciones en las cuales se desdobló en recinto exquisito, especie de hospedaje privilegiado para el general Joaquín Crespo, formidable jefe militar, temido y respetado por propios y extraños y quien en diciembre de 1888 se alzó contra el gobierno de Juan Pablo Rojas Paul, el primero de los llamados "doctores del liberalismo", en quien el omnipotente Antonio Guzmán Blanco delegó la responsabilidad de conducir el país, mientras él, luego del desempeño del poder, buscaba aires reparadores en el París del II Imperio.

Joaquín Crespo había sido lo que ahora se califica un "niño de la guerra", pues desde corta edad fue reclutado para los vivaques de las contiendas bélicas que casi interminablemente habían azotado a Venezuela desde la fundación de la República, dotado de un valor y un arrojo sin límites ya a los veintidós años era general y su estrella comenzó a brillar al lado de Guzmán Blanco, quien en 1884 y luego de la desagradable experiencia que significó la fuerte y frustrada reacción en su contra de Linares Alcántara, lo escogió como el nominado para ocupar la jefatura del Estado durante el bienio 1884-1886, cargo que el leal Crespo devolvió a Guzmán cuando este fue de nuevo elevado a la primera magistratura en 1886.

Los bienios de gobiernos, establecidos en la Constitución venezolana por Antonio Guzmán Blanco para impedir que sus sucesores se pudieran consolidar en el poder y se lo devolvieran al vencimiento del corto lapso, siempre le resultaron un fiasco y al final representaron su definitiva defenestración de la vida nacional. En 1888 el general Crespo, quien se había ganado el título de "héroe del deber cumplido", al devolver sin contratiempos la Presidencia a su poderoso tutor, piensa que de nuevo será nominado por este para volver a presidir el gobierno, sin embargo los planes de Guzmán eran otros y al comunicárselos a Crespo se va a producir una ruptura definitiva entre ambos personajes que optan por marcharse del país.

El llamado por sus adulantes "Ilustre Americano", se decanta por escoger a un civil para sucederlo, el elegido es el doctor Juan Pablo Rojas Paul, liberal de prosapia, quien había sido senador, diputado y ministro de varias carteras, y a quien Guzmán supone sin fuerzas civiles o militares para reaccionar en su contra, sin embargo para su sorpresa al nomás encargarse de la primera magistratura, se inicia una fuerte reacción anti-guzmancista que por segunda vez y ahora para siempre echarán al suelo sus estatuas y proscribirán su nombre.

Crespo desde el exterior cree que es el momento de actuar y desde la isla de Trinidad a donde se ha mudado para preparar una expedición, hace planes para derrocar al réprobo gobernante. Sin embargo, en esta oportunidad, a pesar de su prestigio militar, los apoyos internos no le responden al caudillo guariqueño, que apelando a su singular arrojo se decide a invadir a Venezuela, para lo cual utiliza la goleta "Ana Jacinta" de su propiedad que al solo acercarse a las costas venezolanas es interceptada por el vapor Libertador, que lo intima a la rendición; cuando el barco de Crespo es abordado, el jefe de las fuerzas del gobierno le intima la rendición con estas palabras: "¡General, envaine su espada!"; y Crespo resignado y zamarro le contesta: "¡No se preocupe, ya estamos envainados!

Sin embargo, el gobierno del presidente Rojas Paul no tiene interés en humillar o maltratar a su distinguido prisionero, con quien conociendo su prestigio y dotes militares está más bien interesado en firmar un pacto o acuerdo que garantice su inhibición frente a la realidad política del post guzmancismo que ya aparece con toda su connotación. Lejos de parecer un derrotado, Crespo es recibido en el Puerto de la Guaira por dos distinguidos emisarios del primer mandatario: el ministro Muñoz Tébar y por Ignacio Andrade que solo años más tarde será el elegido del propio Joaquín Crespo para sucederle en la jefatura del Estado.

El reo es conducido en un carruaje y llevado a La Rotunda que ha cambiado de cara para recibir al destacado huésped, quien dispone de una habitación amueblada y alfombrada que le sirve de dormitorio. El 6 de diciembre recibe la visita del propio Presidente de la República, quien desea dispensarle todas las atenciones y disuadirlo para llegar a un trato, que incluye un indulto para él y sus compañeros, la compra de la goleta y el parque confiscado al momento de su captura, a cambio de eso Crespo debe marchar transitoriamente al exterior y hacer declaración expresa de no tener interés en insurgir de nuevo contra el gobierno. Crespo acepta las condiciones y el día 26 de diciembre una vez liberado se embarca al Perú en cumplimiento de su parte. Jamás en la tenebrosa historia de esta terrible prisión alguien había tenido un trato tan especial y exclusivo.





Ver más artículos de Rafael Simón Jiménez en