Los datos hablan de una despoblación pavorosa en América Latina. En 50 años desapareció casi el 90% de la población animal y la Amazonía se ha quedado sin la quinta parte de su cobertura forestal
Territorio Letal para la Vida Silvestre
      A-    A    A+


Por Macky Arenas


El problema es a nivel mundial, pero en América Latina, con una de las selvas más emblemáticas del planeta, las cifras son muy desalentadoras. Si bien es verdad que el globo terráqueo se está quedando sin animales, en Sudamérica y América Central la dramática disminución de las poblaciones de mamíferos, peces, reptiles, entre otros, obedece a los efectos de la acción humana. Hay regiones que han perdido hasta el 89 % de las poblaciones de especies silvestres.


Desenfreno

La sobreexplotación y la actividad agrícola, como consecuencia del consumo desbordado, son las principales causas de esta preocupante desaparición de especies. El interesante portal Mongabay, dedicado al periodismo ambiental en el continente, señala que nuestra región es la que ha perdido más animales en medio siglo. También que la causa es “la sobreexplotación y la actividad agrícola, como consecuencia del consumo desbordado, son las principales causas de esta preocupante desaparición de especies”.

La razón de esta destrucción es el consumo humano desenfrenado de estos recursos que se manifiesta en la forma cómo nos alimentamos. Lo mismo cómo utilizamos el combustible. También la energía, la tierra y el agua, indican citando el informe elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), publicado en 2018.


Desaparecidos del mapa

El Día de la Tierra en 2019, reportajes alrededor del mundo ponían la lupa sobre las 4 especies de animales que desaparecieron del mapa de América Latina en los últimos 15 años.

El hermoso Guacamayo Azul de Brasil encabeza la lista. Un alado cuyo plumaje se decanta en un degradé de azules que parece pintado por los mismos ángeles del cielo. Lo afectó la deforestación en su entorno y la cacería masiva para ser comerciadas como aves exóticas por su peculiar belleza. La Tortuga gigante de Pinta en el Ecuador -Galápagos-. Aquí una especie que se extinguió a causa de la desmedida cacería para comer su carne y comerciar su caparazón. El Sapo Dorado de Costa Rica, una rara especie, fue víctima del calentamiento global. La Foca Monje del Caribe. Una especie que solía nadar por las corrientes del Golfo de México, se acabó debido a causas humanas pues era atrapada por la industria pesquera para obtener su piel y grasa y comerciar con ellas.


En caída libre

Se contempla la posibilidad de clonar especies de animales extinguidas. Una posibilidad que los científicos estiman como cercana. Pero ha despertado controversias Aún debe vencer retos importantes ya que sólo sería viable si existiera suficiente voluntad política y financiamiento. Se sabe, por ejemplo, que el costo de clonar un solo toro es de al menos US$15.000.

En 2020, un reportaje de la BBC hablaba del "catastrófico descenso" de vida animal. Esto por culpa de los humanos y confirmaba la cifra-WWF de dos tercios en 50 años y el 94% en América Latina. Tanya Steele, su directora ejecutiva, quien hacía la advertencia. Decía que las poblaciones de especies salvajes "están en caída libre", mientras seguimos destruyendo bosques, diezmando hábitats y agotando la vida marina con la sobrepesca. Y afirmaba tajante: "Estamos destrozando nuestro mundo, el único lugar al que podemos llamar nuestro hogar, arriesgando nuestra salud, seguridad y supervivencia en la Tierra".


Las palometas peludas

Dos casos impactantes, las abejas polinizadoras silvestres -diseminadoras de la vida- más importantes del mundo, se encuentran en peligro de extinción. Esto por la depredadora crisis ambiental de origen humano.

Y del oriente venezolano llegan nada buenas nuevas. Como si no fuera ya suficiente con todas las calamidades que hemos estado padeciendo, ahora parece que una gran plaga de palometas peludas está asolando a la zona de Monagas, Sucre y Delta Amacuro. Se trata de una especie de mariposa nocturna que suelta unas escamas muy urticantes. Son picosas y dolorosas, capaces incluso de desgarrar la piel de las personas afectadas. Sus larvas provienen de los manglares o humedales que abundan en la zona. Y las "bichas aladas" se ven muy atraídas por la luz urbana o marcada "contaminación lumínica".

Seguimos el testimonio del conservacionista Frank Bracho, quien explica: “Las fumigaciones químicas intentadas no han podido pararla y, por su daño al ambiente y exterminación de los depredadores naturales de la palometa, más bien parecen haber aumentado las antes naturalmente contenidas poblaciones de la palometa. Irónicamente la misma explotación de hidrocarburos en la zona también ha contribuido a dicha exterminación”. Dañar en forma tan indiscriminada, irreflexiva y populista al ambiente, pues, puede ser un "muy mal negocio".


"Queridos amigos, ¡el tiempo apremia!"

Ciertamente, la naturaleza nos está enviando en forma desesperada un SOS y el tiempo se nos está agotando. El papa Francisco lo ha escuchado y se ha convertido en un altavoz para el mundo con su peso específico espiritual. Su poderosa vocería moral y política consciente de que si no cambia nada, estas poblaciones salvajes sin duda seguirán cayendo, empujando especies hacia la extinción y amenazando la integridad de ecosistemas de los que dependemos.

Es lo que llamamos la “Casa Común”. La misma se deteriora por acciones humanas que han roto el equilibrio y empujado a las especies y ambientes a la extinción. En un encuentro reciente, promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con los jefes de las compañías petrolíferas mundiales, el Santo Padre recordó lo siguiente: “La civilización requiere energía, pero el uso de la energía no debe destruir la civilización” y que hoy “se necesita una transición energética radical para salvar nuestra casa común”.

"Queridos amigos, ¡el tiempo apremia! Las reflexiones deben ir más allá de la mera exploración de lo que se puede hacer y enfocarse en lo que se necesita hacer, de hoy en adelante. No podemos permitirnos el lujo de esperar a que otros se adelanten, o dar prioridad a los beneficios económicos a corto plazo. La crisis climática requiere de nosotros una acción específica ahora mismo (ver ibid., 161) y la Iglesia está totalmente comprometida a hacer su parte".

Fue un discurso claro e incisivo donde hubo frases como ésta: “Las generaciones futuras están a punto de heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que pagar el costo de la irresponsabilidad de nuestra generación”. En realidad, lo que el Papa ha propuesto es un "plan urgente de duro trabajo solidario por 7 años para salvar al Planeta y la Humanidad del colapso". La idea de fondo es sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, la energía que se obtiene a partir de fuentes naturales virtualmente inagotables.

Es tal la preocupación del pontífice por este tema que, según publicó National Catholic Reporter, está considerando asistir a la Cumbre Climática que organiza Naciones Unidas en Escocia. Esto junto a otros líderes espirituales. Entre tanto, nuestros países, los más afectados, continúan enfrascados en la ciega y banal pelea por un camarote mientras todo el buque está en llamas y se hunde.

Siempre hay caminos de esperanza. Estudios publicados en la revista Nature muestran que para comenzar a reducir la caída de especies salvajes debemos transformar cómo producimos y consumimos alimentos, reducir el desperdicio de comida y optar por alimentos con un menor impacto ambiental.

El año pasado, Helen Briggs escribía para la BBC sobre estas publicaciones científicas y citaba a Georgina Mace. Aquí una profesora de biodiversidad y ecosistemas en University College London, UCL, quien aseguradaba que las medidas de conservación por sí solas no son suficientes para "cambiar la curva de la pérdida de biodiversidad". Pero nuevos modelos analíticos indican que podemos detener e incluso revertir la pérdida de hábitat. Lo mismo la deforestación. Si cambiamos la forma en que producimos y consumimos alimentos y tomamos medidas urgentes de conservación.

Kurt Holle, director de WWF en Perú ha alertado sobre el hecho cierto de que “esta economía creciente nos está llevando a océanos sin peces, bosques vacíos y climas adversos. El futuro no se ve próspero, pero tenemos que revertir el problema”. Y siempre hay caminos de esperanza. Los expertos señalan que si queremos encontrar una solución a este problema debemos empezar por reconocer el vínculo entre el desarrollo y la conservación. También entre la ciencia y otros tipos de conocimiento.

El conocido presentador de TV y naturalista británico David Attenborough dijo que el Antropoceno, la era geológica marcada por la acción humana, podría ser el momento de cambio en el que logremos un equilibrio y nos convirtamos en guardianes de nuestro planeta. Por su parte, Christopher B. Anderson, investigador independiente de Sistemas Socio-Ecológicos, considera: “Debemos integrar estos aportes a la toma de decisiones y a la transición hacia modelos de desarrollo basados no solo en la expansión económica sino en el mejoramiento del bienestar humano a largo plazo”.

Aleteia




Ver más artículos de Macky Arenas en