El Premio Nobel de Economía reflexiona sobre las cifras de envejecimiento de la población y considera que no se trata de una mala noticia
Nuestra Población Envejece
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Por Paul Krugman


La semana pasada, la Oficina de Estadísticas Laborales informó que la inflación era mucho más alta de lo que casi todo el mundo predijo, y los inflacionistas —personas que siempre predicen un aumento desenfrenado de los precios y que siempre se equivocan— aprovecharon la noticia para usarla como prueba de que ahora sí viene el lobo. Sin embargo, los mercados financieros se lo tomaron con calma. Las acciones cayeron al conocerse la noticia, pero pronto recuperaron la mayor parte de las pérdidas.

Los rendimientos de los bonos solo subieron un poco al conocerse la noticia y terminaron la semana justo donde empezaron: es decir, bastante bajos. ¿Por qué tan poca reacción a las noticias sobre la inflación? Se puede suponer que parte de la respuesta es que, una vez que los inversionistas tuvieron tiempo de digerir los detalles, se dieron cuenta de que había pocos indicios de un aumento de la inflación subyacente; se trataba de una incidencia pasajera que reflejaba aumentos extraordinarios en los precios de los autos usados y las habitaciones de hotel.

No obstante, más allá de esto, está lo que creo que es la comprensión de que aunque estamos logrando un éxito espectacular, casi milagroso, en la derrota de la COVID-19, una vez que la pandemia se disipe es probable que nos encontremos en un entorno de tasas de interés bajas y sostenidas como resultado de la débil demanda de inversión. Y la principal razón de ese entorno de tasas de interés bajas es la caída de la fertilidad, que implica un crecimiento lento o incluso negativo del número de estadounidenses en la edad laboral más productiva.

No obstante, el bajo crecimiento de la población supone otro problema. Para mantener el pleno empleo, la economía de mercado debe convencer a las empresas de que inviertan todo el dinero que los hogares quieren ahorrar. Sin embargo, gran parte de la demanda de inversión está motivada por el crecimiento de la población, ya que las nuevas familias necesitan casas recién construidas, los nuevos trabajadores requieren la construcción de nuevos edificios de oficinas y fábricas, etc. Así que el bajo crecimiento de la población puede causar una persistente debilidad del gasto, un fenómeno que el economista Alvin Hansen identificó en 1938 y que llamó con torpeza “estancamiento secular”. Hace poco, Larry Summers retomó el término y el concepto y me parece que en este tema tiene razón.

El estancamiento secular puede ser un problema, porque si las tasas de interés son muy bajas, incluso en tiempos de bonanza, no hay mucho margen para que la Reserva Federal las disminuya durante las recesiones. A pesar de ello, un mundo de tasas de interés bajas también puede ofrecer importantes oportunidades en materia de políticas, si estamos dispuestos a pensar con claridad. Porque lo que estamos viendo es un mundo inundado de ahorros que no tienen a dónde ir: los hogares están deseosos de prestar dinero, pero las empresas no ven suficientes oportunidades de inversión (el bitcóin no cuenta). ¿Por qué no poner el dinero al servicio del bien común? ¿Por qué no pedir un préstamo barato y utilizar los fondos para reconstruir nuestra infraestructura ruinosa, invertir en la salud y la educación de nuestros hijos, etc.? Esto sería bueno para nuestra sociedad, bueno para el futuro, y también proporcionaría un colchón contra futuras recesiones.

¿Y qué pasa con la carga de la deuda? Bueno, la deuda federal como porcentaje del PIB es el doble de lo que era en 1990, pero los pagos de intereses de la deuda solo son de la mitad. Eso es lo que ocasiona el bajo costo de los préstamos, que en gran medida son un subproducto del estancamiento demográfico. Entonces, ¿las propuestas de infraestructura y familia del gobierno de Joe Biden son el tipo de cosas que tengo en mente? Son un paso gratificante en la dirección correcta. Pero no son tan ambiciosas como aparentan y en mi opinión son demasiado responsables desde la perspectiva hacendaria: el gobierno está muy preocupado por el pago de sus planes.

La cuestión es que, nos guste o no, vamos a vivir durante mucho tiempo con un crecimiento demográfico muy lento. Y tenemos que empezar a pensar en las políticas económicas teniendo en cuenta esa realidad.