El concepto patriótico-marcial (o sencillamente cursi, que es prácticamente lo mismo) de muchos himnos y marchas, lo hallamos en algunos de los diferentes himnos nacionales latinoamericanos
Himnos Nacionales y Amenazas de Muerte
      A-    A    A+


Por Eleazar López-Contreras


Si cada región tiene su nombre, cada país tiene su himno. A pesar de la indiscutible belleza y musicalidad de algunos himnos, la única constante que encontramos en la mayoría de ellos es su dudosa calidad, pues su principal cualidad es que mueven a las masas y conmueven a los mensos. Hay momentos en que algunos países se ven forzados a desechar su himno y adoptar otro. Tal es el caso del Himno da Carta, que compuso para Brasil el rey Pedro I de Portugal en 1822, el cual despachó en pocas horas y lo cantó el mismo día que lo compuso. Este himno fue desechado por uno nuevo cien años después. También los hay que ni siquiera son propiamente himnos, sino que han sido históricamente aceptados como tales, por cuanto tradicionalmente mueven al patriotismo. Este es el caso del Waltzing Matilda de Australia, que se deriva de una canción escocesa con nombre de calypso y que se tiene como sucedáneo del himno oficial que es el God Save the King inglés, cuya melodía original es francesa. La popularidad de ese himno fue tal que Beethoven escribió siete variaciones sobre este tema, en 1804, y que su sencilla melodía ha sido adoptada por infinidad de países.


HIMNOS PARA TODOS LOS GUSTOS

El concepto patriótico-marcial (o sencillamente cursi, que es prácticamente lo mismo) de muchos himnos y marchas lo hallamos en algunos de los diferentes himnos nacionales latinoamericanos. El "Gloria al bravo pueblo" contiene disparates… El de Argentina (el más largo del mundo) comienza diciendo: "Oíd, mortales, el grito sagrado Libertad"; el de Bolivia: "Bolivianos, el hado propicio"; el de Colombia: "Oh! Gloria inmarcesible"; el de Costa Rica: "Noble patria, tu hermosa bandera"; el de Cuba: "Al combate corred, bayameses"; el de República Dominicana: "Quisqueyanos valientes, alcemas"; el de El Salvador: "Saludemos la patria orgullosos"; el de México: "Mexicanos, al grito de guerra"; el del Paraguay: "Paraguayos, república o muerte"; el del Perú: "Somos libres, seámoslo siempre"…, y así por el estilo. El único que se salva, en su primer verso, es el de Guatemala que arranca con una nota positiva cuando dice: "Guatemala feliz", y el de Aruba (música del pianista Padú del Caribe con el autor en 1973), que abre con "dulce tierra" y habla de sus playas y palmas, de su cordialidad y de su amor por la libertad.


AL HIMNO DEBEMOS SOLÍCITO AMOR...

En Venezuela, su Himno aparece hasta en la sopa. Esta canción patriótica, que se remonta al nacimiento de la Primera República (1810), fue decretada Himno Nacional por Antonio Guzmán Blanco, sin tomar en cuenta que su letra no es exactamente rica en prosodia y sintaxis. No obstante, este himno es casi considerado como algo sagrado.

Años atrás fue encarcelado un humilde músico colombiano, en Maracaibo, luego que el público le cayó a palos por haberse atrevido a interpretar el "glorioso Himno Nacional" en ritmo de vallenato. Otro caso fue el de Ilan Chester, quien fue duramente criticado (en 1997) por haberlo cantado en su propio estilo, cuando es el estilo del Himno el que merece las críticas. Cuando Tito Rodríguez tocó su versión de Alma llanera, el "segundo Himno Nacional", en un baile de carnaval en el Hotel Ávila, hubo quienes se escandalizaron y amenazaron al cantante con liquidarlo si lo volvía a tocar de esa forma. En una pieza humorística, un diplomático de habla inglesa cantó sus versos, en su defectuoso castellano y acento de musiú, a los cuales les iba agregando sus comentarios (entre paréntesis): Gloria al rabo suelo/que el jugo lanzó/la ley respetando (Extraño gerundio aquí)/la virtud y honor (¡Genial! ¡Sencillamente genial! Por un lado gente robar y por otro cantar a "virtud y honor". Cien puntos en boleta escolar de políticos por difundir Himno como nota moral para disimular desastres). Trabajo, cadenas (brillante asociación de trabajo con cadenas, que es igual a castigo, como en merengue del Batey. Así venezolanos salir de abajo muy pronto…) /gritaba el Señor/gritaba el Señor (ver que criollos ser muy cristianos y letrista muy vivo. No ser mala idea meter a Dios en Himno como aliado y repetir verso para que entre bien en coco) /y el pobre lechoza/libertad pidió (¡Increíble! Ese paisaje ser maravilloso. Letrista de 1810 adelantarse a surrealismo en cien años, pues lechoza no solamente hablar sino que, encima, ¡pedir libertad!).


¡USTED NO TOCA ESE HIMNO ASÍ!

En 1941, Igor Stravinsky arregló el Himno Nacional de los Estados Unidos, para coro y orquesta. Más tarde lo interpretó en Boston. “Le di la espalda a la orquesta para dirigir a la audiencia que debería cantar, pero no lo hizo…”, recordó luego. “Justo antes del segundo concierto, un comisionado policial se apareció en mi camerino y me informó que la ley de Massachussets prohibía la alteración de cualquier propiedad nacional (tampering with national property). Me comunicó que los agentes tenían órdenes de recoger mi arreglo de los atriles y, encima, me ficharon”.


INSULTOS A JOSÉ FELICIANO

The Star-Spangled Banner (de F.S. Key y J.S. Smith) fue proclamado Himno Nacional de USA, apenas en 1931, aunque cada cierto tiempo aparece alguien que sensatamente pide su reemplazo, ya que su amplísima tesitura requiere de los dotes vocales de Yma Sumac (cuyo amplísimo registro cubría desde un cavernoso bajo hasta un nítido trino). A su intrínseca dificultad para cantarlo, se le agregaba la noción de que el Himno debía ser siempre interpretado de forma protocolar. Por esta razón, desde el primer día de su proclamación oficial (el 3/3/1931), su interpretación en eventos públicos especiales estuvo a cargo de cantantes provenientes del mundo de la ópera, cuya respetabilidad no dejaba dudas acerca de su capacidad para insuflarle dignidad y solemnidad a la canción nacional. Hacerlo de otro modo era considerado un acto revolucionario y hasta subversivo.

Esto se comprobó cuando le tocó hacerlo a José Feliciano, en la Serie Mundial de 1968. Por suerte, su versión de Light My Fire incineraba las carteleras en ese momento; pero esto no evitó que la indignación pública pusiera al rojo vivo todas las líneas telefónicas con incendiarios reclamos. Los medios de comunicación le cayeron encima pues todo el mundo lo criticaba, comenzando por los 53.634 fanáticos que lo chiflaron en el estadio, ese siete de octubre de 1968, cuando se atrevió a ponerle un poco de soul al Himno Nacional, que cantó antes de comenzar el quinto partido de la Serie Mundial, entre los Cardenales de San Luis y los Tigres de Detroit. El eco de la pita colectiva y los insultos que recibió el confundido y anonadado cantante se tradujo en protestas a nivel nacional; pero también se tradujo en ventas. Al día siguiente, su sello (RCA) sacó al mercado un sencillo con su versión del himno. Inmediatamente, The Star-Spangled Banner se ubicó en el puesto N° 50 de la lista de Billboard de esa semana. Un ejecutivo de la Víctor declaró que el disco hubiera llegado al N° 1, a no ser porque muchas radioemisoras de las 8 mil y tantas existentes al momento, no hubieran sido disuadidas de difundirlo por temor a las terribles amenazas de represalias que recibían. Pero Feliciano no se amilanó por su particular interpretación, casi-bluesca, del himno; a fin de cuentas, ésta no era menos patriótica o genuina que la que pudieran haber hecho cantantes de otros géneros o figuras operáticas como Robert Merryll o Leontyne
Price.

En medio de semejante alboroto, el invidente cantante puertorriqueño (Grammy 1951), prosiguió adelante con su cada vez más exitosa carrera. De esa situación específica surgieron dos elementos: (1) el concepto estratégicamente reivindicativo de su nuevo álbum, que se llamó Feliciano americano, el cual convirtió las rechiflas en ventas; y (2) la brecha que él abrió para que otros cantantes pudieran interpretar The Star-Spangled Banner, a su manera. Su vigorosa y radical rendición del himno dio origen a una tendencia que eventualmente permitió que muchos cantantes le imprimieran su propio sello a la secular canción, desde el rebelde Jimmi Hendrix hasta la comediante Rosseanne. Atrás quedaba la inicial demostración de intolerancia que sufrió Feliciano, cuando le lanzaron una lluvia de latas de cerveza y le gritaron improperios, acompañados de crueles insultos que no bajaban de un tono equivalente a: “¡Maten a ese ciego!”, sin olvidar la calificación que muchos le dieron de que su origen materno era claramente canino, ya que los insultos incluían al famoso "Son of a bitch!".




Ver más artículos de Eleazar López-Contreras en