Por Rafael Simón Jiménez: La Rotunda destaca entre las prisiones más tenebrosas que han existido en la historia venezolana
La Terrible Rotunda
      A-    A    A+


Entre las prisiones más tenebrosas que han existido en la historia venezolana, destaca La Rotunda como un símbolo de terror y oprobio que a pesar de asociarse al periodo de la tiranía de Juan Vicente Gómez, cubre un lapso de 96 años que van desde el decreto de su construcción en 1840, hasta su demolición luego de la muerte del dictador de “La Mulera” en 1935.

José Rafael Pocaterra, distinguido ensayista, novelista, cuentista y panfletario, amén de consecuente luchador contra la prolongada autocracia gomecista, la inmortalizaría en su obra Memorias de un venezolano de la decadencia, donde retrata con extremo realismo toda la crueldad y sevicia de los carceleros dirigidos por el tristemente célebre Nereo Pacheco, director de aquel antro de tortura y suplicio permanente, donde los enemigos del tirano eran sometidos a su amenaza de tener para ellos “la muerte con agujita y grillos de sesenta libras”.

Ubicado en lo que para entonces era el extremo sur de Caracas, y que ahora ocupa la céntrica Plaza de la Concordia, la concepción arquitectónica bajo la cual se construyó copiaba el famoso panóptico de Jeremías Bentham, es decir una disposición circular, donde los carceleros pudieran desde el centro vigilar permanentemente a sus presas, sin perderlas de vista ni un solo momento. El recinto carcelario cuya construcción duró diez años fue finalmente habilitado en tiempos del decenio de los hermanos Monagas.

A pesar de que inicialmente la edificación penitenciaria fue concebida para mejorar las condiciones de reclusión de los presos de Caracas, pronto devino en símbolo de terror y de violación de todos los derechos humanos, convirtiéndose en icono para la amenaza y la disuasión de los enemigos políticos de los distintos gobiernos que se suceden en el convulso siglo XIX, que veían en esta terrible ergástula algo menos que la antesala de la muerte.

Pero será sin duda durante los 35 años de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, cuando el horrible recinto carcelario adquiera mayor notoriedad, al hacerse más brutales y primitivos los métodos de suplicio y tortura a los presos que van desde los grillos en los pies que mantienen al detenido prácticamente inutilizado y cuyo peso depende del rigor del castigo, hasta el vidrio molido que se les suministra en la asquerosa y mezquina ración diaria para producir perforación en los intestinos, existen calabozos denominados “El Olvido” donde los presos son dejados morir a mengua, y otros destinados a quienes enloquecidos por el hambre y los tormentos caen en la demencia.

Los enemigos de Castro y Gómez, eran enterrados en este terrible centro de reclusión, sin juicio, ni plazos predeterminados, dependiendo luego de las gestiones de familiares, amigos o relacionados cercanos a los tiranos que aquellos extendiesen o redujesen el plazo de reclusión, o el trato que debían recibir y para lo cual giraban instrucciones directas a los carceleros. En La Rotunda mueren decenas de presos: generales, curas, intelectuales, obreros, jóvenes militares involucrados en la frustrada conspiración militar de 1919, y existen quienes tienen el decanato entre los prisioneros: el general Román Delgado Chalbaud, sometido durante 14 años a inenarrables padecimientos y el general Fernando Márquez, acusado de participar en un complot para asesinar a Gómez.

En 1927, las gestiones del bondadoso ministro de Relaciones Interiores Francisco Baptista Galindo, logran ablandar el ánimo del implacable dictador, logrando una amnistía general que abarca a Delgado Chalbaud, y que permite vaciar La Rotunda y cerrar el centro de castigo convirtiéndolo en depósito de materiales de obras públicas. Sin embargo los sucesos estudiantiles y militares de 1928, así como la extraña muerte del ministro Baptista Galindo, determinaron la reapertura de la terrible prisión, que de nuevo y en la etapa final de la dictadura se convertiría en símbolo de padecimientos y degradación humana.

A la muerte de Gómez, el 17 de diciembre de 1935, por orden del nuevo gobierno que encabeza el general Eleazar López Contreras, se ordena la excarcelación de los últimos inquilinos del terrible recinto, y el 2 de enero de 1936 aparece en la Gaceta Oficial el decreto de demolición del antro simbólico de un tiempo de barbarie y primitivismo cruel, que vendrá a materializarse en abril de ese mismo año, luego de servir de reclusorio provisional a detenidos por los sucesos de enero y febrero de ese año. Terminaban así 96 años de sevicia y sadismo puestos al servicio de las más aberrantes tiranías.