Hasta el 11 de junio, el edificio Nouvele del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en España exhibe "El peso de la forma", que ofrece los formatos trabajados por el artista Carlos Cruz-Diez en el siglo XX
Diseños de Cruz-Diez en el Reina Sofía
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Por Karina Sainz Borgo


Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923-París, 2019) fue uno de los artistas abstracto-geométricos más significativos de la segunda mitad del siglo XX, conocido sobre todo por sus Fisicromías, estructuras en las que el dibujo, el color y la escultura amplían la búsqueda técnica, estética y filosófica del cinetismo. Menos conocida es su producción en el campo del diseño gráfico y que el Museo Reina Sofía en España ofrece en una selección en la exposición El peso de la forma. El diseño gráfico de Carlos Cruz-Diez.

La muestra, comisariada por Ariel Jiménez y organizada de manera conjunta por el Reina Sofía, el Archivo Fotografía Urbana y Cruz-Diez Art Foundation, expone parte de la producción de Carlos Cruz-Diez en el campo del diseño gráfico entre 1930 y 2015 que, esencialmente, desarrolla en tres formatos: diseño editorial, afiches y catálogos de exposiciones. La exposición, que fue inaugurada recientemente, podrá verse hasta el 11 de junio en el edificio Nouvel, Biblioteca y Centro de Documentación.

En ocasión de la muestra, Carlos Cruz, hijo e investigador de la obra, visitó Madrid para inaugurar una exposición que clarifica la mirada de un creador total, que supo unir la reflexión sobre la forma, el espacio y la funcionalidad de la obra de arte más allá de su soporte. “Un artista es un testigo de su tiempo, un hombre de su tiempo, es un comunicador, una persona que analiza su tiempo, su entorno, es una persona sumamente informada. Sintetiza todo lo que absorbe y lo plasma de alguna manera en su obra valiéndose de la tecnología”, aseguró sobre la obra de su padre.

La forma y el color tienen una relación directa en las investigaciones de Cruz-Diez. Como diseñador, la búsqueda de soluciones sencillas y eficaces se basaba en la coexistencia ordenada y simbiótica de la forma, del color y del contenido; en cambio, en su obra plástica parecía que la forma solo estuviera allí para delimitar un área de interacción cromática que no coartara la naturaleza lumínica e inmaterial del color. “El Cinetismo, la corriente artística en la cual la obra de mi padre participa, toma en cuenta los postulados de Albert Einstein que incorpora el tiempo y el espacio en un universo multidimensional. La obra de Cruz-Diez saca el color del plano para lanzarlo al espacio y necesita la participación del espectador para completarse. Es una obra abierta tal como lo describe Humberto Eco. A medida que fue desarrollando su proposición plástica, fue produciendo nuevos soportes, asientos de su discurso, con ayuda de nuevos materiales y tecnologías que le permitían agregar nuevas posibilidades expresivas a su obra”, plantea Carlos Cruz.


UNA OBRA VIGENTE

El artista Carlos Cruz Diez comenzó a hacer sus primeras obras de color aditivo y Fisicromías en 1959. Entonces permanecía imbuido de lleno en sus investigaciones sobre la percepción óptica y el color. Usaba sólo cuatro tonalidades: rojo, verde, blanco y negro. Con eso construía sus trampas de luz. Sobre una superficie disponía tramas continuas de los cuatro tonos, hechas con láminas verticales; unas al lado de otras. Su continuidad e interacción generaban un quinto color, resultante del fenómeno óptico. De ahí que fuese tan importante moverse: a mayor desplazamiento, más color.

Con el paso del tiempo, a lo largo de la década de los sesenta y setenta, Cruz Diez dirigió sus investigaciones hacia propuestas más complejas, en total ocho, que giraban alrededor del fenómeno cromático: Couleur Additive, Physichromie, Induction Chromatique, Chromointerférence Transchromie, Chromosaturation, Chromoscope y Couleur dans l’espace. Cada uno de los cuales pone de manifiesto distintos comportamientos del color. “Me ha llevado 50 años entender esta evidencia: el color es una situación que se desarrolla en el tiempo y en el espacio”, dijo el artista al obtener el Premio Penagos de Dibujo que otorga la Fundación Mapfre. El Penagos, distinción con la que han sido reconocidos artistas como David Hockney, Antonio López o Miquel Barceló, sintetiza lo que la muestra del Museo Reina Sofía propone: la concepción de quien dibuja con sustancia. Espacio, luz y color conviven en todas sus creaciones.

La vigencia de su obra, y su capacidad de anticipación, parte del hecho de que Cruz-Diez modificó la forma de percibir el color en el arte, abrió nuevos caminos y dio nuevas perspectivas al tema del color que se pensaba agotado. "Su obra marca un antes y un después en lo que se refiere a la manera de percibir el color en el arte. No se puede hablar de vigencia en la obra de un artista como Picasso o de un músico como Bach, solo por citar dos ejemplos, tanto el uno como el otro marcaron su tiempo, dejaron huellas indelebles en sus respectivas disciplinas y sus contribuciones están allí, son admiradas y continúan siendo fuentes de inspiración", asegura Carlos Cruz.

Tanto Cruz Diez como sus contemporáneos acompañaron una épica moderna y urbana, que se manifestó en en el espacio público: pasos peatonales, murales, intervenciones y ambientaciones no sólo en Caracas sino en muchos otros sitios: Houston, México, ciudades del Reino Unido, París… ciudades en donde, creo, la fanfarria petrolera no ha sido, ni mucho menos, una estética. Hace unos años, el público español pudo apreciar muchas de esas creaciones, también en el Museo Reina Sofía, en la muestra La invención concreta, de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, y que la institución recupera en El peso de la forma, desde otro punto de vista.


CRUZ-DIEZ DISEÑADOR

La rápida expansión económica de Venezuela, empujada por la industria petrolera, exigía de las empresas editoriales venezolanas un saber en materia de comunicación visual del que carecían y que las investigaciones de Cruz-Diez enriquecieron hasta crear un cuerpo de tipógrafos e ilustradores. El diseño gráfico no existía como profesión independiente, y los empresarios buscaron la ayuda de los artistas plásticos, entre ellos Carlos Cruz-Diez. Su caso fue similar al de numerosos artistas en América Latina, como los artistas concretos de Brasil y Argentina Hércules Barsotti y Tomás Maldonado. En Venezuela, en particular, fue considerable el aporte de Paco Fernández de Alaña —por la influencia que tuvo en Cruz-Diez—, de Gerd Leufert y de Nedo Mion Ferrario.

El creador venezolano consiguió generar un corpus que reunía como artistas y diseñadores, gráficos o industriales, apoyándose en las aportaciones de técnicos y artistas europeos, especialmente españoles, italianos y alemanes, tras la Segunda Guerra Mundial. Un amplio trabajo de estudio e introspección llevó a Cruz-Diez a comprender que, en el arte de su tiempo, el color esperaba aún una solución que pusiera en evidencia su naturaleza mutante y lumínica. Los lenguajes que pone en juego para lograrlo, esencialmente la yuxtaposición y superposición de tramas coloreadas, provenían directamente de la imprenta, donde la reproducción de una imagen a color se consigue también por la superposición de cuatro tramas de color con ángulos distintos de inclinación: una amarilla, una magenta, una azul y otra negra.

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