La crisis nacional ha ido configurando una nueva economía que combina el emprendimiento con la aparición de grandes inversiones en los llamados bodegones y las clínicas
El Gran Negocio en Venezuela
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Por Gustavo Oliveros


Si bien los dólares saturan las calles de Venezuela como caídos del cielo, hasta el momento esa realidad no se ha trasladado a los niveles más bajos de los habitantes pues, según detallan los expertos, la pobreza crítica alcanza el 80 por ciento de la población en todo el territorio nacional, y observando con ojos de águila el avance del Coronavirus, la distancia entre ambos males luce bastante relativa. Lo curioso es que, en medio de este panorama contradictorio, las clínicas selfservice y los bodegones pret a porter parecieran surgir “exponencialmente” sin control alguno por parte de las autoridades competentes. Ambos fenómenos bajo un mismo propósito: el de escamotear los pocos ingresos en divisas que recibe de forma lineal una clase media moribunda o, en su defecto, el bono compensatorio que otorgan algunas empresas a sus empleados, para mantener un personal mínimo que les permita continuar operando.

En el caso de las clínicas, sobran las denuncias de estafas y de mala praxis sin que se produzcan las sanciones pertinentes. De ellas se conoce su prestancia para recibir al primer paciente que de urgencia atraviese sus dominios, aunque, si de comparaciones se tratara, las mismas no pasarían la prueba frente a un agónico ambulatorio cubano, de los que se preciaba el difunto comandante Hugo Chávez Frías. Los bodegones por su parte no se quedan atrás y haciendo gala de sus enlatados de salmón y sus varietales de vinos argentinos, buscan deslumbrar a todo aquel que se recueste a sus vidrieras. Y aunque de ilusiones también se vive, nadie se resiste al canto de sirenas que surge de sus anaqueles.

Luis Bueno y Leticia Martínez son dos seres que no pertenecen a ese mundo de fábula. El primero se muere de mengua en el hospital de Lídice diagnosticado con coronavirus, luego de prestar 19 años de servicio en la misma institución. La segunda, después de un accidente de tránsito, fue trasladada a la clínica CEMO para que se le prestaran los primeros auxilios. El accidente se produjo en la avenida principal de Santa Mónica, (una urbanización de clase media ubicada al sur de la capital donde funciona la clínica) una vez diagnosticada con traumatismos leves, al escuchar el presupuesto que alcanzaba los 4 mil dólares ya que era necesario esperar a los especialistas para realizarle varios estudios, se quedó pasmada por segundos, pero al recobrar la conciencia saltó de la camilla como toda una atleta olímpica, y una vez que el seguro de la paciente autorizó el pago de $256, que era el costo por la entrada a dicho establecimiento, salió de allí medio aturdida en busca de un taxi.Leticia tuvo la suerte de encontrarlo y por $15 logró llegar a su residencia.Ya, a salvo, llamaría a las Ambulancias Silva, quienes le procuraron la atención necesaria, en vista de la relación contractual entre la mencionada organización y el Instituto de Previsión Social de los Profesores Universitarios.

Si bien Leticia se fue recuperando gracias a poseer un seguro de los que aún se pueden asociar instituciones como la de ella, Luis Bueno, quien debe haberle hecho honor a su nombre durante esos 19 años de servicio en el hospital de Lídice, espera en una UCI que sus compañeros de trabajo reúnan a diario una cantidad incalculable de bolívares, para salvar su vida, tomando en cuenta que cada día que pasa hay que sumar más bolívares ante un dólar disparado que no le da tregua. El total de los medicamentos señalados en el récipe supera por poco los $200, pero cuando los compañeros de faena logran reunir la cantidad apelando al precario sueldo que reciben al mes de $2, el precio de los mismos medicamentos se ha elevado en casi un 50% ($300); es decir, a Luis Bueno, por lo visto, no le queda otro remedio que encomendarse a un Dios “todopoderoso” y esperar que su organismo combata al virus con toda su energía, y logre superar la enfermedad, mal éste que hasta la fecha ya ha cobrado la muerte, según cifras oficiales, de más de un millar de ciudadanos en todo el territorio nacional. De estas cifras, 300 pertenecen a empleados de la salud.

Mientras esto sucede, el país continúa en caída vertiginosa y a pesar de ello, en cada esquina de cada ciudad importante se abre un bodegón y surge de improviso una nueva clínica con nombre pomposo, dispuesta a despellejar a quien por no admitir que desfallece como clase media, acuda a una de ellas y en su delirio, mientras el suero penetra por sus venas, quizás viva la gloria de encontrarse en uno de esos bodegones exquisitos adquiriendo una lata en conserva de caviar ruso y un varietal de vino argentino que degustará en familia escuchando en el canal 956 de “Simple TV” el sonido de la trompeta de Chet Bakercon Easy Living, una nota estupenda para celebrar su cumpleaños, a la espera de un cambio que nunca llega.