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LLAMAR ZORRA A UNA MUJER NO ES UNA OFENSA
(Según un juez español)


A propósito de que el 25 de noviembre se celebró el Día Internacional contra la Violencia de Género, vale la pena recordar la ocurrente iniciativa de una ciudadana española de enviar una carta al que fue juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, quien dictó una sentencia en la que afirmaba que llamar "zorra" a una mujer no es delito, ni falta, ni nada, porque quien usa ese adjetivo en realidad lo que quiere decir es que dicha mujer es astuta y sagaz. (Por increíble que parezca esa sentencia se puede ver aquí  y aquí)

La carta:

Estimado juez Del Olmo:

Espero que al recibo de la presente esté usted bien de salud y con las neuronas en perfecto estado de alerta como es habitual en Su Señoría.

El motivo de esta misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto preocupada. Paso a exponerle los hechos:

Esta mañana mi tía abuela Felicitas y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto bastante cafre que goza de una merecida impopularidad entre la comunidad de vecinos. Animada por la última sentencia de su cosecha, que le ha hecho comprender la utilidad de la palabra como vehículo para limar asperezas, y echando mano a la riqueza semántica de nuestra querida lengua española, mi querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial "que te den, cabrito".

Se ha puesto como un energúmeno, oiga. De poco me ha servido explicarle que la buena de mi tía abuela lo decía en el sentido de alabar sus grandes dotes como trepador de riscos, y que, en estas épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es la expresión de un deseo de buena voluntad.

El sujeto, entre espumarajos, nos ha soltado unos cuantos vocablos, que no sé si eran insultos o piropos porque no ha especificado a cuál de sus múltiples acepciones se refería, y ha enfilado hacia la comisaría más cercana haciendo oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, y a los de mi tía abuela, que le despedía señalando hacia arriba con el dedo medio de su mano derecha con la evidente intención de saber hacia dónde soplaba el viento.

Como tengo la esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena -en el sentido de que es un hombre de sonrisa fácil- llegue en algún momento a sus manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al asno -expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par que trabajador- de mi vecino lo de que las palabras no siempre significan lo que significan, y le muestre de primera mano esa magnífica sentencia suya en la que determina que llamar zorra a una mujer es asumible siempre y cuando se diga en su acepción de mujer astuta.

Sé que es usted un porcino -dicho con el ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos aprovechables- y que como tal, pondrá todo lo que esté de su mano para que mi vecino y otros carroñeros como él -dicho en el sentido de que son personas que se comen los filetes una vez muerta la vaca - entren por el aro y comprendan que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para transformar las agrias discusiones a gritos en educados intercambios de descripciones, tal y como determina usted en su sentencia, convirtiendo así el mundo en un lugar mucho más agradable.

Sin más, y agradeciéndole de antemano su atención, se despide atentamente, una víbora (evidentemente, en el sentido de ponerme a sus pies), enviándole mis más respetuosos saludos a las zorras de su esposa y madre.



RAFAEL Y ROSA

Rafael y Rosa eran pacientes en un psiquiátrico. Un día mientras caminaban pasaron por la piscina del hospital. Rafael saltó repentinamente a lo más profundo. se hundió hasta el fondo de la piscina y se quedó allí.

En eso, Rosa, saltó repentinamente para salvarlo. Nadó a la parte profunda y lo sacó....

Cuando la psiquiatra en jefe del hospital supo del acto heroico de Rosa, ordenó inmediatamente que fuera dada de alta del hospital, pues ella ahora estaba mentalmente estable.

Entonces fue donde Rosa, y le dijo:
- Rosa, te tengo buenas y malas noticias. La buena noticia, es que se te dará de alta, puesto que pudiste responder racionalmente a una crisis, saltando y salvando la vida de la persona que amas. He concluido que tu acto demuestra que tu mente está sana.

Y continuó:
- La mala noticia es que, Rafael se colgó en su cuarto, con una correa, justo después de que lo salvaras. Lo siento mucho, pero él está muerto.

Rosa contestó:
- Él no se ahorcó, yo lo colgué allí para que se secara... ¿Cuándo me puedo ir a casa?

Gracias a Manuel C.


EL GENERAL TRAICIONADO

El General, inútilmente, trataba de liquidar a su esposa, a quien encontró en su propia cama acostada con un recluta; la pistola se le encasquilló, el revolver no tenía balas y el sable se le atoró en su vaina. 

Ante tantos intentos fallidos, su Ordenanza asistente, solícito y divertido, le aconsejaba a gritos: 
- ¡Con los cachos mi General...con los cachos! 

Gracias a Omar Estrada - Coro 


REFLEXIONES A LOS 90

George Burns, (1896 - 1996), fue un actor norteamericano que falleció a los 100 años de edad y al que se le atribuyen las siguientes frases de su vida diaria:

  • El sexo es una de las 9 razones por las que me gustaría reencarnarme. Las otras 8 son irrelevantes.
  • La gente me preguntaba qué regalo apreciaría más para mi cumpleaños 87. Les contesté: “Una demanda de paternidad”.
  • Me encanta cantar y me encanta tomar whisky. La mayoría de las personas prefieren escucharme tomar whisky.
  • Primero te olvidas de los nombres. Luego te olvidas de las caras. Después te olvidas de subirte la bragueta. Finalmente te olvidas de bajártela.
  • La felicidad es tener una familia grande, amorosa, dedicada, unida y en otra ciudad.
  • ¿Saben lo que significa llegar a casa de noche y encontrar una mujer que te dé un poco de amor, un poco de afecto y un poco de ternura? ¡Significa que te equivocaste de casa!
  • A mi edad, las flores y las velas me asustan.
  • El secreto de un buen discurso es tener un buen comienzo, y un buen final, y luego tratar de que ambos estén lo más cerca posible.
  • Soy tan viejo que cuando yo era un niño, el Mar Muerto sólo estaba enfermo.

Gracias a Erasmo J.



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