Por Rafael Simón Jiménez: Doña Elena de Chávez esperaba una niña a la que le pondría Eva
Hugo pudo llamarse Evo
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A finales de julio de 1954 se desempeñaba como médico rural en la población de Sabaneta en Barinas, Pedro Mazzei González. Pertenecía el galeno a una honorable y distinguida familia de origen italiano, cuyo padre se estableció en el llano venezolano, levantando un hogar de diez hijos quienes dieron lustre al apellido en distintas actividades políticas, profesionales y comerciales.

El médico Mazzei había obtenido una exigente formación profesional, cursando estudios científicos en la Italia de sus ancestros, de donde regresó con deseos de colocar sus conocimientos al servicio de las comunidades barineses y apureñas entonces azotadas por endemias y epidemias, fundamentalmente por la malaria y el paludismo que diezmaba a sus habitantes.

Entre 1949 y 1955 a Pedro Mazzei le tocó, desde su posición de médico residente en su Sabaneta natal, cumplir una intensa labor de prevención y atención cotidiana en una población pequeña y empobrecida, dedicando particular empeño al control prenatal de las mujeres embarazadas, que por entonces y fundamentalmente en el medio rural obviaban toda atención al proceso de gestación y parían en condiciones precarias atendidas por comadronas con ausencia de toda higiene, lo que incrementaba las muertes en neonatos víctimas del tétano.

Según el testimonio que rindiera Mazzei al economista barinés Héctor Valecillos, en un libro titulado Conversaciones con Barineses (Editorial Barinesa S.A. Colección Barinas siglo XX. 2.005. Pág. 29 al 49 ) recuerda que entre las mujeres enroladas en el sistema de control de embarazo, que permitía prever la fecha del parto y su atención en condiciones indicadas en la medicatura de Sabaneta, estaba doña Helena Frías de Chávez, quien llevaba en su vientre al futuro Presidente de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías.

En la conversación que sostuviera el medico sabaneteño, entonces en avanzada octogenidad, con el autor del referido texto, recordaba haber asistido a la madre del hoy presidente de la República en su trabajo de parto y coloreaba su experiencia con una anécdota que hubiera sido irrelevante, si el niño nacido de sus manos no hubiera llegado a tener la significación y trascendencia actual, veamos el relato: “…Entre esos muchachos que yo atendí entonces está el hoy Presidente de la República. Su mamá vivía en una casita en la zona rural, de manera que ella cumplió, vino a la consulta prenatal, la madre Elena, le dije cuando iba a dar a luz, ella vino y la atendí. Nació el muchachito, recuerdo que cuando uno saca al muchachito lo coge por los pies, lo levanta en el aire y le da una nalgada con el objeto de que el niño llore, por el timbre del llanto uno se da cuenta si tiene mucosidades en la boca…”.

La evocación del medico Mazzei, a pesar del tiempo transcurrido, se hunde en los detalles sobre la actitud de Doña Elena de Chávez, que por entonces, como el común de las mujeres, con los limitados recursos de la ciencia, no podía prever el sexo de la criatura, lo que aumentaba las expectativas y conjeturas, solo dilucidables el día del alumbramiento, el galeno detalla la anécdota: “….de manera que yo lo saqué, y le corté el ombligo y demás, y lo levanté. Me preguntó la madre: doctor ¿Qué nació? Nació un varoncito le dije. Caramba yo que estaba esperando una hembra, me dijo ella, es que ya tengo un hijo llamado Adán y a este yo quería ponerle Eva. Qué mala suerte que no salio Eva. Entonces le dije yo: bueno no puedes ponerle ya Eva, porque nació varón, póngalo Evo”. Evidentemente la propuesta del médico en funciones de partero fue descartada, al cristianarlo como Hugo Rafael, lo que le impidió al exjefe de Estado ser tocayo de su colega y “hermano“, el Presidente de Bolivia Evo Morales.

Hugo Chávez, en sus recurrentes e interminables chácharas, solía recordar la amistad que unía a su padre, el profesor Hugo de los Reyes Chávez con la familia Mazzei González, paisanos de Sabaneta, evocando cómo al comenzar estudios en la Academia Militar, en sus días de salida solía ir a la casa de Víctor Mazzei González, hermano del médico que lo trajo al mundo, senador al Congreso Nacional por dos periodos y dirigente de Acción Democrática, y entretenerse en la espléndida biblioteca que distinguía la residencia del reputado hombre público barinés, que según sus propias palabra era compadre de su progenitor.