Por Carlos Roque: Nuevo diálogo entre el gobierno y la oposición
La Otra Oposición
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La nueva iniciativa de diálogo entre el gobierno y la oposición anunciada en la Casa Amarilla el lunes 16 de septiembre, ciertamente resultó una sorpresa, por cuanto horas antes voceros de ambos bandos habían anunciado la suspensión de las negociaciones celebradas en las últimas semanas en Barbados y derivadas a su vez de los contactos iniciales en Oslo. Ahora se anunció un proceso de conversaciones entre voceros oficialistas y representantes opositores, pero en este caso ya no pertenecientes a los partidos del llamado “G4” (VP, PJ, AD y UNT) sino de organizaciones consideradas numéricamente minoritarias y que participaron en la consulta electoral del 20 de mayo de 2018; acompañadas también por organizaciones de la sociedad civil y por las fracturas de viejas organizaciones que se han producido recientemente.

El nuevo diálogo se considera una gestión puramente nacional sin la participación de instancias externas como ocurrió en el pasado, incluso en los contactos iniciales de 2016 y 2017 en República Dominicana y en este caso se refiere a temas puntuales en la línea de perfilar acuerdos parciales y no como se pensó en los encuentros de Oslo y Barbados de abordar soluciones a una crisis global que por su naturaleza implica necesariamente a factores internacionales. Otra diferencia significativa es que ya se anunciaron acuerdos previos que en el pasado eran contemplados sólo como posibles, tales como la reincorporación del oficialismo a la Asamblea Nacional (lo cual implica su legitimación), la liberación de presos políticos que un día después dio una señal con el caso de Edgar Zambrano y la conformación de un nuevo CNE. Es lógico entonces que en este caso se establezca de entrada una diferencia con los pasados encuentros; también hay que destacar que como una “prenda” antes de la conversación el oficialismo ofreciera concesiones que no fueron logradas en el pasado luego de largas jornadas e incluso con la influencia de factores externos.

¿QUIÉNES NEGOCIAN?
Se considera que los negociadores opositores no representan como en el pasado a las principales organizaciones que en su momento conformaban la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y se critica también a los nuevos actores por su escasa representación en la Asamblea Nacional y en el entramado comunicacional que pasó a definir en los últimos años las principales referencias políticas. Habría que señalar, sin embargo, que en el caso venezolano a lo largo de los 20 años del proceso chavista-madurista puede establecerse una exacta correlación de esfuerzos entre oposición y gobierno. La victoria de Chávez en 1998 obedeció entre otros factores a la declinación de las fuerzas políticas tradicionales representadas en Acción Democrática y Copei, lo cual facilitó la emergencia de factores (no necesariamente partidistas) que representaran el descontento popular y el rechazo a un modelo autoritario distinto al que había regido durante 40 años la alternabilidad democrática; ello dio pie a la insurgencia de numerosas referencias de la sociedad civil (maestros, trabajadores petroleros, mujeres, comunicadores sociales) que pasaron a representar las corrientes opositoras y no como era costumbre a organizaciones políticas con comprobado arraigo popular y capacidad organizativa.

¿Cómo se explica que en la relegitimación de poderes en el año 2000, el rechazo opositor lo representara como candidato Francisco Arias Cárdenas, quien como se sabe pocos meses antes se consideraba “el cerebro” del chavismo? Las grandes manifestaciones y protestas de los años 2001, 2002, 2003 y 2004 que significaron la salida de Chávez de la Presidencia el 11 de abril de 2002; las acciones como la disidencia militar en la Plaza Altamira y el paro nacional por 63 días encabezado por los extrabajadores de Pdvsa hasta el referéndum revocatorio en 2004, no estuvieron dirigidas por partidos políticos. Tampoco un año después el llamado a la abstención en las elecciones parlamentarias y que impactó al oficialismo hasta el punto de que el ausentismo en las urnas representó más del 80%, puede considerarse como obra de expresiones políticas entonces curiosamente proscrita de la escena.

El resurgimiento del camino electoral en 2006 condujo a un acuerdo sin primarias, ni medición de encuestas alrededor de Manuel Rosales entonces militante disidente de Acción democrática, cuya escogencia se basó fundamentalmente en su condición de gobernados del estado Zulia, la región más importante de la provincia. Solo con el nacimiento de la MUD en 2008 se logró una confluencia de partidos y organizaciones para las elecciones legislativas donde hubo acuerdo y elección para los candidatos pero sin que estos pudieran considerarse una fuerza específica mayoritaria. Por esa vía, a través del mecanismo de primarias, se llegó en 2012 a la designación de Henrique Capriles Radonski como candidato presidencial, donde más que la fuerza propia de una organización -en este caso Primero Justicia- pesó una clara tendencia de opinión que le era abiertamente favorable, porque el voto no era en esencia por un partido, sino por una propuesta unitaria.

Ya se sabe lo ocurrido en la elección en abril de 2013 donde resultó ganador Nicolás Maduro con una pequeña diferencia frente a Capriles Radonski quien con toda razón sin encuestas ni primarias habría de representar la oferta opositora. Un escenario que por carecer de una interpretación objetiva de las complicaciones del voto chavista facilitó la aplicación de la llamada “estrategia de la salida” que después de seis años nadie podría dudar que ha resultado catastrófica para la oposición e indirectamente ha jugado a favor de la estabilización del proyecto de Maduro. La convocatoria a la reelección del 20 de mayo de 2018 encontró a una oposición fracturada, con la MUD disuelta y afectada por los recientes resultados de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente y las elecciones de gobernadores y alcaldes que determinaron la línea abstencionista de la oposición, abriendo paso para que organizaciones numéricamente menores apuntalaran la candidatura de Henri Falcón y el nacimiento de lo que podría llamarse, de alguna manera, el “fenómeno electoral” de Javier Bertucci cuya votación más que política e ideológica estuvo regida por su condición de pastor evangélico. En todo caso en mayor o menor medida, los votos registrados en esa oportunidad (obviamente la abstención no puede contarse con precisión) y en todo caso fue mayor incluso en las filas maduristas) tendrían que ser la referencia para caprichosamente determinar la mayoría y minoría opositora en el presente.

UN GOBIERNO DÉBIL
Las furiosas reacciones al nuevo diálogo por parte de voceros de los partidos tradicionales y el poderoso entramado de la “oposición digital”, consideran la iniciativa como un generoso aporte al oficialismo y a la perpetuación de Maduro, y cuando no como expresión de un cuadro de negociado y corrupción. No se repara, sin embargo, en los primeros resultados del anuncio. Cuando el oficialismo anuncia su reincorporación a la Asamblea Nacional ¿no está acaso reconociendo la legitimidad de ese poder el cual fue abandonado, lo que demuestra una enorme debilidad en materia de negociación y de paso (sin que tenga que hacerse de modo expreso) el camino al abandono de la Asamblea Nacional Constituyente? El anuncio sin discusión previa de avanzar en la conformación de un nuevo CNE ¿no es acaso una concesión importante?, ¿después de haber demostrado en los diálogos anteriores una cerrada negativa a ello de que el gobierno ahora se coloca a la defensiva?, ¿es que acaso la escogencia de Edgar Zambrano como el primer prisionero a ser liberado, no significa la disposición de avanzar en esta materia en casos que como se sabe públicamente podrían considerarse menos comprometedores que la detención del vicepresidente de la AN cuya actuación el 30 de abril quedó claramente registrada en las imágenes televisivas?

EL FUTURO
Lo ocurrido en una semana introduce un cambio importante en relación al tono de las relaciones gobierno y oposición, el cual resulta claramente favorable a los factores que se proponen la búsqueda de un necesario e indispensable acuerdo nacional y ponen en claro (sin que curiosamente los personajes de la “oposición dura” hayan reparado en ello) una enorme debilidad en la aparente fortaleza del régimen, pero es más, su disposición a las concesiones y a los arreglos sin que hasta ahora hayan existido para ello las presiones necesarias para que se produzcan. ¿Acaso la comunidad internacional no valora con mayor objetividad y serenidad y estos hechos, que los factores nacionales que han convertido la confrontación abierta e incluso la expectativa de la violencia y la intervención en un cómodo mecanismo de sobrevivencia mediática y en algunos casos incluso hasta comercial?